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Xi Jinping no acude al G20 y devalúa un foro dominado por potencias de Occidente

La ausencia de Xi Jinping de la cumbre del G20 evidencia la deriva antioccidental de Pekín, a la par que ofrece a la anfitriona India una oportunidad para vender su propia imagen de neutralidad.

El presidente de China, Xi Jinping, durante la Cumbre BRICS de 2023 en Johannesburgo, a 24 de agosto de 2023.
El presidente de China, Xi Jinping, durante la Cumbre BRICS de 2023 en Johannesburgo, a 24 de agosto de 2023. Marco Longari / AFP

El presidente chino, Xi Jinping, y el ruso, Vladímir Putin, son los grandes ausentes de la cumbre que el Grupo de los Veinte (G20) países con las economías mayores del mundo celebra este fin de semana en India. El país anfitrión adquiere así mayor protagonismo en un evento donde las diferencias entre Occidente, liderado por Estados Unidos, y el llamado Gran Sur, con China al frente, marcan la agenda.

La ausencia de Putin es más comprensible que la de su homólogo chino. Sobre el líder ruso pesa una orden de detención dictada por la Corte Penal Internacional (CPI) por presuntos crímenes de guerra cometidos por las fuerzas rusas invasoras de Ucrania. India no es uno de los 123 países signatarios de la convención de la CPI con el mandato de detener a Putin si pisa su territorio, pero la prudencia ha llevado al Kremlin a declinar la invitación para participar en la cumbre.

El primer ministro indio, Narendra Modi, se habría visto en una situación ciertamente incómoda con la presencia de Putin codeándose con sus enemigos declarados, como Estados Unidos o los países de la Unión Europea, en los pasillos del G20. India es uno de los grandes compradores a bajos precios de los hidrocarburos rusos. Y el 85% de sus adquisiciones de armamento son rusas.

Un foro que no conviene dejar de lado

El G20 es un foro interdisciplinar e internacional que aborda en sus reuniones asuntos políticos y económicos, temas relacionados con el cambio climático, la salud y la cooperación, por ejemplo, y cuenta con la presencia como invitados de representantes de grandes organizaciones, tanto mundiales (como la ONU, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, la Organización Mundial de la Salud o el Banco Mundial, entre otras), como regionales (desde el Banco Interamericano de Desarrollo a la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, pasando por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, por citar solo algunas).

A nivel estatal, acuden los líderes de Alemania, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Sudáfrica y Turquía, más la Unión Europea.

La guerra de Ucrania ha aislado a Rusia en Europa y, aunque el país euroasiático aún tiene una gran ascendencia en Asia y África, buena parte de los participantes estatales en el G20 forman parte de la élite prooccidental alineada junto a la invadida Ucrania con dinero, armas y sanciones a Moscú.

La ausencia de Putin puede ser asumida en esta cumbre del G20. Casi nadie lo esperaba en Nueva Delhi, a donde acudirá en representación máxima de Rusia su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, ya acostumbrado, desde que comenzó la guerra el 24 de febrero de 2022, a lidiar en foros internacionales con Putin ausente.

Xi, el gran ausente; Biden, decepcionado

La falta más importante es la de Xi Jinping, quien será sustituido por el primer ministro chino, Li Qiang. Será la primera vez que Xi se ausenta de una cumbre del G20. Incluso asistió por videoconferencia a las celebradas en 2020 y 2021 cuando China estaba confinada por la pandemia de Covid.

La ausencia de Xi contrasta con su reciente participación en agosto en la cumbre de los BRICS celebrada en Johannesburgo o con su asistencia en noviembre de 2022 a la reunión del propio G20 en Bali, Indonesia, donde pudo reunirse con el presidente estadounidense, Joe Biden.

Esa ha sido la única vez en la que los líderes de China y EEUU se han visto en persona desde que Biden se convirtió en presidente de su país en 2021. Anteriormente, cuando Biden era vicepresidente, sí habían coincidido alguna que otra vez.

Biden ha manifestado su "decepción" por la ausencia de Xi, aunque ha subrayado su determinación para celebrar una cumbre bilateral con el líder chino "este otoño".

Para facilitar semejante encuentro en los últimos meses han viajado a China al menos cuatro altos funcionarios de la Casa Blanca. Incluso el secretario de Estado Antony Blinken trató de suavizar la tensión en junio pasado. Sin demasiados resultados.

Una tensión que crece en Oriente

Las relaciones entre China y Estados Unidos no pasan, ni mucho menos, por su mejor momento. Ambos países hinchan músculo en el este de Asia con una cascada de maniobras militares en las que intentan implicar a sus aliados más cercanos. Corea del Sur, Japón y Australia, en el caso estadounidense, y Rusia en el chino.

Las acusaciones reiteradas de la Casa Blanca a Pekín por su supuesta intención de enviar armas a Rusia para combatir a Ucrania, que en ningún momento han podido ser corroboradas, han añadido más grados a esa tensión.

Taiwán sigue siendo una piedra afilada en las relaciones entre los dos países, deterioradas hasta unos extremos muy peligrosos por el apoyo declarado de Estados Unidos a la isla rebelde y la promesa china de llegar incluso a la guerra por lograr la reunificación.

La competencia comercial y las sanciones a China para la importación de determinados componentes tecnológicos agregan más leña a la hoguera, avivada a su vez por los serios problemas que afronta la economía china y que se agravarán en los próximos meses. En julio pasado, las exportaciones chinas se desplomaron un 14,5% respecto a hace un año, en la mayor caída desde el brote inicial de la pandemia de Covid-19.

Unos problemas económicos que no impiden la carrera de armamentos que encabeza Pekín en Extremo Oriente, con Corea del Sur, Japón y los propios Estados Unidos denunciando el acelerado programa nuclear militar chino y su despliegue de bases marítimas, mientras esos países se rearman también sin reparo alguno.

A tales cuestiones se añade el acusado antioccidentalismo de la cúpula dirigente china, que ve en EEUU al pivote de una oleada de hegemonismo inquisidora con el desarrollo económico independiente de los países emergentes que tienen a China de modelo.

Si no es en Nueva Delhi, podría ser en San Francisco

Esta cumbre del G20 podría haber facilitado, como ocurrió en la de Bali, un necesario encuentro entre bambalinas entre Xi y Biden. No ha sido así y ahora solo queda la esperanza de que el líder chino acuda en noviembre próximo a San Francisco, que acoge el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC).

Un elemento esperanzador para una eventual reunión entre Xi y Biden lo daría una visita a Washington del responsable de Exteriores chino, Wang Yi, antes de la cumbre que la APEC celebre a mediados de noviembre en esa ciudad estadounidense. Pero no hay nada claro al respecto.

El G20 incluye el 85% de la producción económica mundial, el 75% del comercio global y sus países albergan a dos tercios de la población del planeta. Sería el foro ideal para que Xi Jinping brillase, como hizo con la cumbre de los BRICS reciente, a pesar de que este grupo de países no representa más del 36% del PIB mundial y menos de la mitad de la población de la tierra.

La cumbre de Johannesburgo de los BRICS sirvió, en todo caso, para que este grupo formado inicialmente por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica amplíe sus filas a partir del próximo 1 de enero a Argentina, Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán en lo que será llamado BRICS+.

Modi, protagonista en ausencia de Xi y Putin

Es posible que los conflictos territoriales que tienen China e India estén también detrás de la ausencia de Xi del foro del G20, sobre todo después de la publicación por el Gobierno chino de un mapa de su país que incluía como propios algunos territorios indios en el Himalaya. Otros países, como Malasia, Filipinas o incluso Rusia, han mostrado sus críticas a ese mapa, que, por las barbaridades geográficas incluidas, más parece para el consumo interno chino.

En todo caso, no parece que en estos momentos China o India tengan intención de disparar las controversias bilaterales. Son otros los intereses que tratan de ampliar tales grietas y hacer zozobrar la neutralidad que está mostrando India en conflictos como el de Ucrania, en donde EEUU y Europa apuestan por la alineación internacional en bloques.

A Narendra Modi le interesan mucho más las elecciones generales que celebra India en medio año. La asistencia de Xi a la cumbre le habría traído más réditos políticos que perjuicios por la categoría del huésped y la apuesta conjunta de ambos países por anteponer la recuperación económica global.

Al ser anfitriona del G20, India aparece ante su población como una gran potencia mundial, con la mayor población del planeta, tras superar el año pasado a China, y con menos problemas económicos que su vecino del norte. El pronóstico para este año es que el PIB de India crezca en un 7%.

India, además, puede erigirse como esa necesaria potencia intermediadora. La posición india ante la guerra de Ucrania, con su negativa a imponer sanciones a Rusia, deja claro a Washington y Bruselas que Nueva Delhi quiere preservar ese punto medio para no ofender a nadie más de lo necesario y obtener lo mejor de cada parte.

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