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Xiomara y el fin de una larga noche en Honduras

Es gigantesca la tarea que Castro tiene por delante en un país con siete de cada diez habitantes sumidos en la pobreza. Honduras va a seguir en el furgón de cola de América Latina durante mucho tiempo.

Xiomara Castro habla tras conocerse resultados parciales de las elecciones, a 28 de noviembre de 2021, en Tegucigalpa (Honduras).
Xiomara Castro habla tras conocerse resultados parciales de las elecciones, a 28 de noviembre de 2021, en Tegucigalpa (Honduras). Humberto Espinoza / EFE

Refugiada en la embajada de Estados Unidos en Tegucigalpa, la primera dama de Honduras, ya despojada de ese título en aquel julio negro de 2009, vislumbró su futuro. No sería la resignada consorte de un presidente derrocado por un golpe cívico-militar. Decidió ser la primera integrante de la resistencia. Aquel 7 de julio salió a la calle e improvisó una rueda de prensa junto a los muros de la Universidad Pedagógica.

Centenares de militantes del Bloque Popular (partidarios del presidente depuesto, Manuel Zelaya) la escoltaban. A ellos les dijo, ante la mirada atónita de un puñado de periodistas extranjeros, que siguieran ondeando la bandera del pueblo. La muchedumbre no paraba de vitorearla. Había nacido una estrella política. Hoy, doce años después, Xiomara Castro (Tegucigalpa, 1959) está a punto de poner fin a la larga noche que ha vivido el país centroamericano bajo la tutela de un clan conformado por golpistas, corruptos y narcotraficantes. Si se confirman los datos provisionales de las elecciones celebradas el domingo, será la primera mujer presidenta de Honduras.

Medio mundo anda preguntándose quién es esta mujer de izquierdas que ha irrumpido en el panorama político latinoamericano. Hay que remontarse a esos días de julio de 2009 para entender de qué pasta está hecha Xiomara Castro. Al frente de cientos de seguidores, marchó hacia la frontera con Nicaragua para reencontrarse con su esposo. Se citaron en el puesto fronterizo de Las Manos como si fueran dos amantes furtivos, pero el dictador interino, Roberto Micheletti, desplegó a su tropa de élite para frustrar el encuentro. Mientras Mel Zelaya fantaseaba en Ocotal, del lado nicaragüense, con formar una "masa crítica" de militantes para incursionar en las montañas (pronto abandonaría esa idea), Xiomara se hacía fuerte con su caravana pacífica en un lugar llamado El Paraíso y rodeado, irónicamente, por militares armados hasta los dientes.

Simpatizantes de la candidata presidencial Xiomara Castro celebran los resultados parciales de las elecciones, a 28 de noviembre de 2021, en Tegucigalpa (Honduras).
Simpatizantes de la candidata presidencial Xiomara Castro celebran los resultados parciales de las elecciones, a 28 de noviembre de 2021, en Tegucigalpa (Honduras). Gustavo Amador / EFE

Tras esas primeras semanas de resistencia, vendrían las decepciones, el respaldo de Washington a los golpistas, el aval de Barack Obama y Hillary Clinton a unas elecciones bajo estado de excepción en noviembre de 2009. A Zelaya lo echaron del poder por su progresivo acercamiento a Hugo Chávez. La excusa formal fue el intento de promover una Asamblea Constituyente en un país necesitado, precisamente, de una refundación. Pero Zelaya fue coleccionando demasiados enemigos dentro y fuera del país. En Honduras nada o muy poco se puede hacer sin el beneplácito de un puñado de familias que atesoran la mitad de su riqueza desde tiempos remotos. Ahí están los Facussé, los Ferrari, los Canahuati Larach, los Nasser… Y nada o muy poco se puede hacer si no se cuenta con el agrado de la Casa Blanca, viva en ella un Bush, un Obama o un Trump.

Los Zelaya se vieron abocados al exilio. Fuera ya del Partido Liberal (escindido entre partidarios y detractores del golpe), Mel fundaría a su regreso a Honduras en 2011 el partido Libertad y Refundación (Libre), del que Xiomara sería candidata presidencial en 2013. Su retorno a la contienda política se antojaba complicado. El Partido Nacional, confabulador del golpe de 2009, se había afianzado en el poder y arrastraba al país hacia una autocracia. Primero de la mano de Porfirio Pepe Lobo (2010-2014) y más tarde con Juan Orlando Hernández (JOH), el actual presidente saliente, vinculado con el crimen organizado por la justicia estadounidense, que ahora podría reclamar su extradición.

Si el Consejo Nacional Electoral termina algún día de contar los votos de los hondureños y confirma oficialmente la victoria de Xiomara (con la mitad de las papeletas escrutadas, sumaba un 53% de apoyo y aventajaba en 20 puntos al candidato oficialista, Nasry Asfura), se habrá quebrado en Honduras el bipartidismo reinante en el país durante décadas. La izquierda llegaría por primera vez al poder. Zelaya asumió su cargo en 2006 como candidato del centroderechista Partido Liberal. Su extraña conversión al chavismo sería posterior.

La candidata presidencial hondureña Xiomara Castro, del partido Libertad y Refundación (Libre, izquierda), habla durante el cierre de su campaña, el 20 de noviembre de 2021, en la ciudad de San Pedro Sula (Honduras).
La candidata presidencial hondureña Xiomara Castro, del partido Libertad y Refundación (Libre, izquierda), habla durante el cierre de su campaña, el 20 de noviembre de 2021, en la ciudad de San Pedro Sula (Honduras). Str / EFE

Claves del cambio

Varias claves explican el triunfo de Castro y la debacle oficialista. En primer lugar, el hartazgo de una población que se sobrepuso a su apatía política y acudió a votar en un número mucho más alto del que vaticinaban las encuestas (hubo un 68% de participación, diez puntos más que en 2017). Las corruptelas de la camarilla de Hernández han acabado con la paciencia de una mayoría que, por otro lado, valoró la alianza in extremis que tejió la oposición. Xiomara se presentó al frente de una alianza de cinco partidos de sensibilidades muy diferentes. El pacto con Salvador Nasralla, candidato presidencial hace cuatro años, fue determinante. Aunque pueda pensarse que la candidata progresista ha llegado a la cima política por ser la esposa de Zelaya, lo cierto es que desde hace tiempo vuela con alas propias. Fue un acierto, de hecho, mantener al expresidente en un reservado segundo plano durante la campaña. Su figura contradictoria despierta todavía antipatías en un sector de la sociedad que ansiaba un cambio.

En Honduras siete de cada diez habitantes sumidos en la pobreza

Es gigantesca la tarea que Castro tiene por delante en un país con siete de cada diez habitantes sumidos en la pobreza. Honduras va a seguir en el furgón de cola de América Latina durante mucho tiempo. Para salir del coma social y político en que se encuentra, requiere primero de una profunda regeneración de sus instituciones, hoy carcomidas por la impunidad y la corrupción. El narcotráfico ha extendido sus redes en todo el país durante el mandato de JOH con la connivencia de las autoridades políticas y judiciales. Baste el ejemplo de la cadena perpetua que purga el hermano del presidente, Juan Antonio Hernández, Tony, en Estados Unidos por sus negocios con los carteles de la droga. Unos vínculos que según la fiscalía de Nueva York salpican al presidente.

Xiomara ha prometido acabar con esa herencia maldita del Partido Nacional. Su propuesta de convocar a una Asamblea Constituyente avanza en esa dirección. La purga debería ser amplia. Urge la renovación del poder judicial, la policía y el ejército. Pero muchas promesas de la exprimera dama solo saldrán adelante con el visto bueno del Congreso Nacional, cuyos 128 diputados se elegían también en las elecciones del domingo. Los datos preliminares otorgan a la alianza opositora una buena representación, aunque tal vez insuficiente para llevar a cabo sus reformas, por lo que el nuevo gobierno tendría que pactar con el Partido Liberal de Yani Rosenthal, tercero en discordia (10%).

La alianza opositora de cinco partidos no es un bloque homogéneo. Ni siquiera el partido Libre lo es, aunque el triunfo electoral servirá como argamasa para evitar fracturas. Nasralla, principal aliado de Xiomara y potencial vicepresidente, es toda una incógnita. Estuvo a punto de ganar las elecciones hace cuatro años, denunció fraude y el presidente Hernández reprimió las protestas callejeras a sangre y fuego. Ex presentador de televisión, Nasralla es uno de esos outsiders sin más programa político que su fama. El nombre de su partido, Salvador, lo dice todo. Su credo conservador podría ser un dique a las propuestas progresistas de Castro.

Simpatizantes de la candidata presidencial Xiomara Castro celebran los resultados parciales de las elecciones, a 28 de noviembre de 2021, en Tegucigalpa (Honduras).
Simpatizantes de la candidata presidencial Xiomara Castro celebran los resultados parciales de las elecciones, a 28 de noviembre de 2021, en Tegucigalpa (Honduras). Gustavo Amador / EFE

Honduras está, en todo caso, de enhorabuena y eso es mucho decir en un país acostumbrado a las desgracias. Miles de hondureños han emigrado a Estados Unidos, España y otros destinos durante la última década huyendo de la miseria, la pobreza y una clase política sin escrúpulos. Hace poco más de doce años, un 28 de junio de 2009, fecha del golpe de Estado, el país se adentraba en una larga noche. Hoy se adivina una pequeña luz en el horizonte. Una luz llamada Xiomara.

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