Ellas rompen el tabú de la calvicie: "Nos enseñan que el pelo es una extensión de lo que significa ser mujer"
El cómic 'Calva' (Andana Gràfica), recién publicado en castellano y catalán, es una de las escasas narraciones que existen sobre la pérdida de pelo de una mujer.
El cabello "tiene un papel enorme en la feminidad (...) se asocia con la belleza, la juventud y la sensualidad".

Madrid-
"Lo recuerdo como algo horrible. Recuerdo tener mucho miedo a que se me viesen, hasta que un día le dije a mi marido: Cuando acabes de afeitarte me rapas a mí. Porque no soportaba esa sensación de estar continuamente perdiendo todo el pelo", expresa en conversación con Público Conchi Botillo. Cuando empezó la adolescencia, con 13 o 14 años, le empezaron a salir "las primeras plaquitas" en la cabeza sin cabello. Al principio, la sensación -tanto en ella como en sus padres- fue de miedo, "un susto tremendo porque nadie sabía qué me pasaba", recuerda. Acudió a distintos médicos hasta que le diagnosticaron alopecia. Entonces empezó un tratamiento con corticoides que hacía que le volviera a crecer pelo en "esas zonas": "Así me tiraba una temporada, que no tenía nada, luego otra vez me volvían a salir... y así he ido capeando prácticamente toda mi vida". Como muchas otras mujeres, Botillo piensa que la calvicie en las mujeres es un "tabú", incluso entre quienes la padecen. Por eso trabaja día a día junto a otras compañeras para visibilizarla y que "ninguna se sienta tan sola" como ella se sintió cuando su cuerpo experimentó ese cambio físico tan grande.
El cómic Calva (Andana Gràfica), recién publicado en castellano y catalán en nuestro país, es una de las escasas narraciones sobre esta cuestión, la pérdida de pelo de una mujer. "Además de la fuerza del relato en primera persona, el cómic hace una disección precisa del peso que tiene el cabello en la construcción de la feminidad, y de todo lo que implica su pérdida para la autoimagen", apunta la editorial. La obra autobiográfica de Tereza Drahonovská retrata el sentir y, a ratos, el pesar que a muchas mujeres les ha supuesto quedarse sin cabello. "Recuerdo ir a bañarme a la piscina con los amigos, siempre preocupada de no mojarme la cabeza. Si me mojaba la cabeza, el pelo se me aplastaba más y se me veían las plaquitas... Entonces todo el mundo me preguntaba: Ay, ¿qué te pasa? ¿Qué tienes?. Esa sensación de ser un bicho raro, de que me señalaran, ocurría", relata Conchi Botillo.
"Yo era pequeña, tenía como ocho o nueve años cuando salieron las primeras clapas sin pelo y allí empezó mi relación con la alopecia. De los 9 a los 34 tuve épocas de todo, de tener todo el pelo, de tener muchas clapas... Lo ocultaba usando peinados estratégicos y evitando hablar del tema. Pero con el tiempo, con la llegada de la alopecia universal entendí que no podía seguir negándolo, sobre todo cuando pasas a no tener nada de pelo, ni cejas ni pestañas", cuenta a Público Elisabet Rodríguez Vicente, cofundadora de A pelo alopecia. "Afrontarlo fue un proceso lento y doloroso. Pasé por etapas: la negación, la tristeza, la aceptación... Me ayudó mucho decidir buscar a otras chicas que estuvieran pasando por lo mismo que yo. Estuve 25 años pensando que era la única y en el 2017 decidimos fundar A pelo alopecia, que es una asociación que ayuda a visibilizar y normalizar la alopecia, sobre todo femenina e infantil", añade.
El cabello, recuerda Rodríguez Vicente, "tiene un papel enorme en la feminidad". "Culturalmente se asocia con la belleza, la juventud y la sensualidad. Desde pequeñas nos enseñan a peinarlo, adornarlo, protegerlo… como si fuera una extensión directa de lo que significa ser mujer. Por eso, perderlo puede sentirse como una pérdida de feminidad, aunque en realidad no lo es", argumenta. Cuando de calvicie se trata, la cuestión de género es clave. No es lo mismo perder el pelo siendo mujer que siendo hombre, señala la activista, "en ellos está más normalizada, incluso se asocia a madurez o atractivo. En cambio, cuando una mujer pierde el cabello, suele enfrentarse a miradas de sorpresa o preguntas inapropiadas. ¡Es como si la sociedad aún no supiera que las mujeres calvas existimos!". Y para eso están asociaciones como A pelo o la Asociación de Alopecia de Madrid, de la que Botillo es cofundadora.
Estas entidades trabajan para generar un clima de validación y comprensión que, lamentablemente, no siempre tiene lugar cuando una mujer pierde el pelo. Conchi Botillo cuenta que para ella fue como "caer en un agujero": "No te reconoces, yo me miraba al espejo y decía: ¿Eso qué es? ¿quién es esa?. Además, claro, con la medicación que te dan te inflas y se te deforma totalmente la cara. Pierdes totalmente tu imagen, tu identidad. No te reconoces en el espejo, no quieres salir de casa. Y, bueno, yo tuve que pedir ayuda, lo que pasa es que eso no hizo que me sintiera menos incomprendida", lamenta. Botillo acudió a su médica de familia: "Le dije que no podía sola con esto, que necesitaba ir a terapia, ir al psicólogo o algo porque estaba tomando ansiolíticos y estaba de baja porque no era capaz de ir a trabajar. Pero nada. Todo lo que me dijo fue: El psicólogo está para casos más importantes". Una respuesta que le generó incluso sensación de culpa, como si estuviera banalizando los problemas de salud mental, cuando en realidad el impacto de la alopecia en su salud mental le estaba provocando una situación de angustia que no sabía cómo afrontar.
La percepción social que mayoritariamente se tiene de las mujeres calvas tampoco se lo puso fácil. Como apuntaba antes Elisabet Rodríguez Vicente, no es precisamente extraño que las mujeres que están perdiendo su cabello o lo han perdido por completo tengan que soportar todo tipo de comentarios. Entre otros, que vinculan su alopecia con ser una paciente oncológica y estar en tratamiento por algún tipo de cáncer. ¿Se piensa igual respecto a los hombres? ¿Si una persona ve a un hombre sin pelo le diría cosas como "ánimo guerrero, que tú puedes" o le cedería el sitio? Conchi Botillo expresa sus dudas razonables: "Me sigue pasando a veces que me ceden el asiento en el trasporte público. Al principio me enfadaba, pero ahora ya no. Es muy complicado, pero es mejor tomárselo con humor. No queda otra".
El impacto en el día a día es profundo. Ella relata que durante mucho tiempo no se sentía "mujer". Explica que no se veía capaz de recibir amor, ni de sentirse deseada. En su caso personal, dice, la situación le llegó ya casada, con dos hijos mayores, y reconoce que su marido fue un apoyo fundamental. Aun así, confiesa que no lograba sentirse femenina ni atractiva. Dudaba incluso del afecto de su esposo; pensaba que si ella misma no se quería, era lógico que rechazara a su pareja. "Sentía que él lo hacía por compasión", recuerda. Llegó a pensar que él la veía como un monstruo. Lo describe como algo "muy duro", un proceso de reconstrucción personal profunda, de volver a entenderse como mujer y afirmar que también puede ser sensual, guapa y bella sin cabello.
Al igual que Elisabet Rodríguez Vicente, subraya la importancia de la red de apoyo, aunque no todas las mujeres -explica- tienen la misma suerte. De hecho, menciona casos de compañeras más jóvenes cuyas parejas las han rechazado o abandonado. A la vez que describe situaciones en las que algunas parejas no aceptan que la mujer salga a la calle sin peluca, por miedo a las miradas o al juicio ajeno. "Al final somos objeto como de lástima", reflexiona Botillo. Un término, "objeto", caprichoso, sobre todo cuando se habla de parejas heterosexuales, donde las mujeres han sido típicamente cosificadas, reducidas simbólicamente a trofeos que exhibir. "No destaca igual lucir a una mujer calva", reflexiona afiladamente Botillo. "Al final los estereotipos que están circulando a nivel social son los que son. Eso es lo que queremos reivindicar y lo que queremos que cambie: ese estereotipo. ¿Por qué tenemos que encajar en ese molde? Quien quiera iniciarse en tratamientos, llevar peluca o lo que sea, que lo haga; pero que no sea una obligación y no se nos responsabilice o culpe por no tener pelo. Ese es el objetivo que buscamos", concluye.
En definitiva, "si la alopecia también es tu compañera", como escribe Tereza Drahonovská en el epílogo de Calva, "intenta hacerte su amiga. Es un camino difícil, pero una vez que lo consigues, empiezas a llevarla con orgullo y sin vergüenza. La nostalgia no te abandonará, pero eso está bien. Nunca se sabe cuándo el pelo podría volver".



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