Opinión
Clase media vs. clase trabajadora: aclarando el lío y detectando un problema

Por Marga Ferré
Presidenta de Transform Europe
Importa la voz del que enuncia porque lo hace desde un lugar, una posición, un estrado, que condiciona lo enunciado. "La gente no se siente clase trabajadora" proclama el CIS con la voz solemne de quien zanja un debate. Eso se concluye tras su intencionadamente distorsionada pregunta sobre la identificación subjetiva, La pregunta es esta (por favor, fíjense en el orden):
Noten cómo mete con calzador el ser clase trabajadora en medio de la clasificación por renta. Es decir, para el CIS, ser de clase trabajadora en un espacio raro que incrusta por debajo de la clase media y por encima de la clase baja, así, a capón y sin ningún rigor académico.
Es un disparate. Mezcla dos categorías analíticas dispares y claro, no casan. A ver si logro explicarme: una cosa es analizar la sociedad por renta y otra muy distinta por el lugar que ocupamos en el sistema productivo. Son parámetros diferentes.
Analizar la sociedad por renta es muy útil y, sobre todo, medible, mesurable. De hecho, hay cierto consenso académico en limitar la clase media a las personas que tienen una renta (no confundir con salario) entre el 75% y el 200% de la renta media. Por encima de ello, se es de clase alta y por debajo, clase baja. Hasta ahí, todo bien.
Pero ser o no de clase trabajadora no es una cuestión de renta. Somos o no clase trabajadora por el lugar que ocupamos en el sistema productivo, lo somos si tenemos que vender nuestra fuerza de trabajo para poder vivir, independientemente de la retribución que recibamos por ello, lo creativo o no que sea ese trabajo o los niveles de explotación que nos exija.
Y, por supuesto, somos clase trabajadora seamos o no conscientes de ello; no es una categoría voluntaria, sino la forma en la que nos organiza el capital para extraer plusvalor.
Para más estupor, la pregunta del CIS ahonda en el ridículo reduciendo la opción (obrero/proletario) al imaginario de la clase trabajadora del siglo XIX. Un dislate. La clase trabajadora, en España y en el mundo, hace décadas que es mucho más diversa, rica, variada y grande que todo eso.
¿Cómo es la clase trabajadora hoy en España?
La idea de que la clase trabajadora somos un segmento pequeñito e intermedio entre la clase media y la clase baja se diluye como un azucarillo con la Encuesta de Población Activa (EPA), que sí de manera rigurosa analiza la clase trabajadora en España, haciendo trizas ese mito reduccionista (y reaccionario) y, a la vez, abriendo otro problema sobre el hoy pretendo alertar.
En España hoy, la clase trabajadora somos 21.700.000 personas, de cuales 10.089.000 somos mujeres (un 46%). Si a ello le sumamos 1.671.600 trabajadores hombres migrantes (las mujeres las he incluido en el número de mujeres global), vemos que un 54% de la clase trabajadora en España hoy somos mujeres y migrantes.
Si a eso añadimos los trabajadores varones jóvenes (las mujeres jóvenes ya están incluidas) la radiografía de la realidad que nos da es que mujeres, migrantes y jóvenes somos el 62% de las personas trabajadoras en España. Mayoría absoluta.
El problema que me estalla es que ese 62% está escandalosamente infrarrepresentado en las instituciones políticas, sindicales y sociales, también en las estructuras que la propia clase creó para poder defenderse. Es decir, hay una divergencia, una brecha, entre la realidad de la clase trabajadora hoy y su representación y eso sí es, a mi juicio, un problema.
Una brecha que enmudece voces
El problema que deduzco es que en una clase trabajadora tan rica, diversa y grande, las voces que enuncian también han de serlo; si no, no las estaremos escuchando y la realidad y sus contradicciones se nos escaparán: no las entenderemos.
A mujeres, migrantes y jóvenes nos cruzan discriminaciones y explotaciones diversas y por eso usamos otras gramáticas; germinan actitudes, miradas y prioridades múltiples frente al orden hegemónico construido. Lo recalco porque, a la luz de su composición, no me parece inteligente reducir los intereses de la clase trabajadora a cuestiones laborales (siendo éstas esenciales, faltaría más); preferiría que se asumiera en serio, de forma rigurosa y urgente, que ser feminista, antirracista y/o pelear por el acceso a la vivienda es ser parte (porque brota) de la lucha contra las distintas terminales de la opresión.
Lo que nos dice esta brecha entre la composición de la clase trabajadora y su representación es que ya no es suficiente, ya no se trata, ya no sirve, proponer que mujeres, migrantes y jóvenes seamos visibles. Se trata de que seamos audibles, protagonistas audibles, porque, créanme, tenemos muchas cosas por las que gritar.

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