Opinión
Aguirre en vacaciones
Por David Torres
Escritor
Intentar no escribir de Esperanza Aguirre es como intentar no pensar en un elefante rosa. Basta la orden mental de desterrar de tu cabeza el paquidermo en technicolor que tanto alegra las visiones de los alcohólicos, para que en el primer pantallazo de la mañana aparezca la señora Aguirre llamando democráticamente etarra y amiga de etarras a Manuela Carmena; la señora Aguirre sentada en un sofá en mitad de la vía pública; la señora Aguirre presentando un programa electoral más breve que la lista de la compra; la señora Aguirre protestando porque su declaración de Hacienda se ha filtrado a la prensa como si ella fuese una perroflatura cualquiera; la señora Aguirre proponiendo un frente común de gobierno contra Manuela Carmena; la señora Aguirre proponiendo un gobierno de concentración junto a Manuela Carmena; la señora Aguirre ofreciendo la alcaldía de Madrid a un elefante rosa.
En septiembre de 2012 proclamó a los cuatro vientos que se retiraba de la vida política y que su decisión no tenía marcha atrás. Efectivamente, Aguirre siguió adelante a toda máquina hasta completar el giro del globo terrestre y en marzo de este mismo año presentó su candidatura a la alcaldía de Madrid, más o menos en el mismo punto, cercano al kilómetro cero, donde había anunciado su retiro. Si su vuelta al mundo estuvo muy por debajo de la marca inmortal de Phileas Fogg es porque en realidad ella dio varias circunvalaciones en una.
Durante todo ese tiempo de inactividad pública ocupó más portadas, titulares y chismorreos que el propio presidente del gobierno chateando con Bárcenas. Raro era el día que no nos levantábamos o nos acostábamos con la buena señora en las retinas: la señora Aguirre ingresando en el banco un cheque por valor de más de cinco millones de euros; la señora Aguirre intepretando una tocatta y fuga al volante con guarnición de motorista; la señora Aguirre sin enterarse de que entre los cerebros que iba recolectando para una agencia de talentos se le colaron por lo menos tres delincuentes y unas quince manzanas podridas. Sí, era una suerte que hubiera abandonado la política, porque en lugar de con Granados, Blesa, Rato y López Viejo nos habríamos podido encontrar con la camorra napolittana o con una sucursal de la mafia rusa en un pleno de Caja Madrid.
Para los periodistas esta mujer es como para los borrachos el vino: un poco ya es demasiado. En las últimas semanas, desde que perdió las elecciones, el proyectil Aguirre ha entrado en barrena, lo cual, en su caso, es como si un terremoto se pusiera a bailar sevillanas. En sus penúltimas apariciones públicas ha pedido la dimisión del nuevo concejal de Cultura, le ha echado la culpa de ello a Pdr Snchz y luego ha presentado su renuncia al cargo de presidenta del PP madrileño no sin antes pedir un Congreso Extraordinario para limpiar un poco su propia casa. Debería hacer huelga de boca o tomar vacaciones de sí misma. El propio Rafael Hernando, hombre respetuoso donde los haya, le ha dicho que por favor y que deje los congresos como están. Ni en el PP saben ya qué hacer con ella, y mucho menos cuando ha anunciado una vez más que se va, lo que quiere decir que ya está tomando carrerilla.
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