Opinión
Barcelona, una plaza para el reencuentro de la izquierda
El electorado progresista que anhela una izquierda cohesionada como alternativa al PSOE tuvo hace unos días, en Barcelona, motivos para la esperanza. En un contexto político marcado por la amenaza ultra de Torre Pacheco y en plena competición fratricida entre socialistas y populares para ver quién de los dos es menos corrupto, el congreso político de Barcelona en Comú invocó un frente popular amplio para recuperar no solo la capital de Catalunya, sino también la unidad de las fuerzas transformadoras del resto del Estado.
No es casualidad que en Sants, donde tuvo lugar el primer congreso de la formación que gobernó Barcelona durante ocho años, se dieran cita salutaciones fraternales de dirigentes como Pablo Bustinduy, Irene Montero —especialmente aplaudida—, Oskar Matute, Rita Maestre, Kichi o Yolanda Díaz, y que se acercaran también miembros de partidos como ERC o la CUP y representantes de los movimientos sociales. Un ejercicio de transversalidad y generosidad democrática que contrasta con el clima estatal, marcado todavía por el distanciamiento entre actores destinados a entenderse, como Podemos y Sumar.
En Barcelona sabemos muy bien que la unión hace la fuerza. Y que los partidos no deben ser fines en sí mismos, sino herramientas al servicio del cambio. Lo entendió bien en 2015 la gente de Iniciativa per Catalunya, que tuvo la valentía de sumarse a una confluencia ciudadana que, poco a poco, fue ganando terreno y simpatía en la ciudad de Barcelona. Hoy, diez años después de que Ada Colau ganara contra pronóstico aquellas elecciones municipales "del cambio", vuelve a ser necesario un espacio para el reencuentro, la escucha, la autocrítica y, especialmente, el diálogo con los movimientos sociales y vecinales.
Los que nos politizamos al calor del 15M aprendimos que para cambiar las cosas no solo era importante ser fuertes en las plazas y en las calles, sino también en las instituciones. De hecho, una vez dentro, comprobamos que ni siquiera gobernando alcaldías como Barcelona, Madrid, Valencia, Zaragoza, A Coruña o Cádiz, entre otras, podíamos siempre vencer las inercias del capitalismo. Hubo victorias, y también frustraciones. Pero lo que sí conseguimos demostrar es que, si superábamos las lógicas más partidistas y se actuaba con generosidad, sí se podía ganar. Y que cuando ganábamos, ganaban también las vecinas y se avanzaba en derechos sociales y en democratización de las instituciones.
Las mochilas personales, los egos, los vetos cruzados o los errores del pasado no deberían ser impedimento para una agenda de reencuentro en un momento de emergencia social y habitacional como el que vivimos. No sobra nadie. Y menos aún con el aliento de la ultraderecha en el cogote. Ahora que el PSOE vuelve a recordarnos que no hemos superado todavía los males endémicos del bipartidismo tradicional, es el momento para que la izquierda transformadora sea una alternativa real e ilusionante para la ciudadanía progresista que asiste sonrojada al espectáculo del "y tú más".
Con el presidente Sánchez tocado y un PSOE desacreditado, está en nuestras manos que el voto útil cambie de sentido. Pero no se trata de sumar solamente siglas, se trata de reconstruir confianzas. De crear un espacio, con la participación de la ciudadanía organizada, donde la discrepancia no sea un obstáculo, sino el motor de una inteligencia colectiva al servicio del bien común.
Entendernos es cada día que pasa más urgente. No basta con que seamos más los que sentimos orgullo de nuestros barrios y de su diversidad y nos opongamos a los discursos del odio. No basta con que seamos una mayoría quienes rechazamos la barbarie en Palestina, la guerra como norma, el colapso climático o la corrupción. No basta con que seamos más quienes no queremos ampliar aeropuertos para que el turismo masivo desdibuje nuestros entornos, quienes no nos resignamos ante los alquileres abusivos. Si realmente somos más, hay que articular esas mayorías. Y para eso tenemos el deber moral de cooperar. Barcelona, por su tradición combativa y solidaria, debe ser una plaza al servicio del reencuentro de la izquierda.
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