Opinión
Canalizar el calor, dirigir la rabia

Hace calor, mucho calor… y con el calor perdemos la paciencia, por eso esto va a ir rápido.
El calor nos cambia… en el calor, parece, somos un juguete a merced del clima: nos arrebata el disfrute del aire libre, nos encierra en casa y aumenta el consumo energético, nos roba el verano, su ocio y su descanso. Y esto va de menos a más. A medida que aumentan las temperaturas, aumenta la ansiedad, disminuyen las horas de sueño, se reduce la productividad laboral, desciende el rendimiento académico y aumentan los accidentes laborales. Este calor, que en lugar de tenerlo, parece que nos tiene, incrementa el estrés, la irritabilidad y la impulsividad, porque nos dispara la adrenalina y el cortisol; este calor nos vuelve violentos y, en una palabra, mata. Esto en lo que respecta a nuestra dimensión antropológica. A nivel ecológico, el aumento drástico del calor, como una ola de fuego, arrasa bosques, seca el mundo, altera ciclos biológicos, exacerba el blanqueamiento de los corales y, junto a los hábitats, arrasa con sus pobladores animales.
El panorama no es agradable, y el tiempo, en esta ocasión, no va a curar todo el daño antropoecológico causado por el calentamiento global. Las olas de calor son cada vez más frecuentes, cada vez son más largas, cada vez más abrasadoras… El tiempo corre en nuestra contra, porque, con el tiempo, esto va a ir a peor. Saber esto, personalmente, hace que me aumente el cortisol y, sin duda, dispara mi ansiedad y mi rabia.
Pero no me enfado con el vecino, tampoco con mi hija, ni con mi pareja; me enfado con Google, Microsoft, Amazon y demás empresas tecnototalitarias, porque en su insaciable e imperialista búsqueda de poder y control, modifican los entornos en los que se asientan, consumen los recursos naturales de las comunidades autóctonas, contaminan la atmósfera al requerir un mayor consumo de combustibles fósiles… Rápidamente: el tecnototalitarismo no fabrica artefactos tecnológicos, sino que, destruyendo entornos naturales, moldea nuestro nuevo entorno tec-natural, altera la estabilidad antropoecológica típica del Holoceno, fabrica el cambio climático, fabrica calor. Y por eso, en el fondo, (pero no muy en el fondo, solo bajo la epidermis húmeda de transpiración), somos un juguete a merced del tecnototalitarismo. El calor me enfada, pero esa rabia, canalizada a través de esta concatenación de hechos, es justa, y no arbitraria.
Las olas de calor, este calor global in crescendo, es la cara climática de esa gran ola tecnológica que nos envuelve y nos arrebata la calma, la atención y, en el límite, la vida.
Entornos naturales y vitales. Y todo porque los tecnototalitarios sienten, piensan y actúan como si este planeta, la vida que somos y que lo habita, fuera todo suyo, todo, menos el calor…
Pero este calor no es nuestro calor, es el suyo, y la verdad de esta sentencia implica la verdad de que, en el fondo, la del calentamiento global es una guerra de ellos contra todo, de la tecnología totalitaria contra la vida. Rápidamente: esto va de ecófobos y biocidas VS ecófilos y biotarios. Es su tecnoccidentaloceno VS nuestro Holoceno; su tecn-naturaleza VS nuestra maltrecha naturaleza holocénica.
Los habitantes de México, Chile y Aragón quizás puedan dejar de enfadarse unos con otros y dirigir su rabia, cocida a fuego lento, hacia los depositarios del poder tecno-climático: Amazon, Google, Microsoft, Meta… que, aparte de vigilarnos, doblegarnos y tecno-modificarnos, secan los ríos, drenan terrenos, elevan las temperaturas y, al final de esta gran cadena consecuencial ecológica, que empieza con la tecno-destrucción ambiental, terminan alterando el clima.
Rápidamente: Un gran acto ejemplar que podría condensar la rabia climática justa sería, por ejemplo, la rabiosa destrucción de nuestros móviles, pues ellos son la hipóstasis del tecno-poder que somete la vida en todas sus manifestaciones. Lamentablemente, en ese sometimiento nos va la vida; en demasiadas ocasiones, sin móvil no hay posibilidad de hacer vida, y ese es el gran triunfo de su sistema: convertir su poder en nuestra necesidad.
Por ahora será suficiente si logramos establecer la posibilidad de que estas ideas se anclen sin fisuras en la nueva conciencia del biotariado. Nombrar y señalar el problema que compartimos, a una la vida planetaria, es ya catártico, y durante esta ola de calor, con una catarsis de este tipo, bien podemos darnos por satisfechos.
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