Opinión
No descanses

Por Guillermo Zapata
Escritor y guionista
El pasado jueves, Alberto Núñez Feijóo se fue de vacaciones. Al despedirse de los periodistas en su última rueda de prensa del curso político, les deseó a aquellos que, como él, podían parar, que lo pasaran muy bien y disfrutaran de lo suyo, y a quienes no paraban les recordó que las vacaciones están sobrevaloradas.
Seguramente Feijóo pretendía hacer algo simpático, quitarle hierro al asunto, demostrando que no es para tanto tener que trabajar en agosto. El chiste, en realidad, es al revés. Decir que las vacaciones están sobrevaloradas es el consuelo irónico y la forma de relativizar de quien no tiene vacaciones a su disposición. Dicho de otra manera, en eso de los ejes del humor, el arriba y el abajo. La frase de Feijóo, más allá de sus intenciones y su ejecución, iba de arriba hacia abajo. Quien sí tiene le dice a quien no que no es para tanto.
Descansar, sin embargo, sí es para tanto. De hecho, seguramente sea la parte más importante de unas vidas cargadas de estrés laboral y de conciliación, de sometimiento a la ansiedad de una vida que nos obliga a estar permanentemente disponibles y atentos a cada vez más estímulos que pasan cada vez más rápido.
Descansar es tan importante que la pelea por el tiempo propio con derechos es una de las peleas fundamentales de nuestro día a día. La reducción de la jornada laboral es el ejemplo más concreto; las peleas por las jornadas laborales de 4 días/32 horas son el horizonte a medio plazo para garantizar un cambio profundo y duradero. Los permisos de crianza, la prestación universal por hijo/a a cargo, son peleas por el tiempo de calidad, el urbanismo de proximidad de la ciudad de los 15 minutos, que facilita no perder una enorme cantidad de tiempo en desplazamientos y tener todo lo necesario para la reproducción de la vida lo más cerca posible del hogar. Liberar tiempo de manera democrática (para todo el mundo, no para un pequeño grupo) es la pelea del presente.
De la misma forma, el deseo de unas redes sociales más lentas, cuyo modelo de negocio no se base en una economía de la atención que explota el estrés, es otro de los frentes cotidianos de cada vez más y más personas. La sensación de trabajar cuando estás descansando por toda la atención entregada a una plataforma es cada vez más intensa.
Cuando Feijóo minusvalora eso, le está diciendo a una sociedad agotada que sus derechos no son para tanto. Pero es que Feijóo se sitúa aquí en la longitud de onda de las derechas internacionales y de la ola cultural de la "cultura del esfuerzo". El paso del Estado del bienestar a un estado basado exclusivamente en un empleo menguante. La derecha internacional necesita reducir la noción de ciudadanía a lo individual (libres e iguales suele concretarse en solos/as y agotados/as) y lo servil. Lo servil es lo contrario de lo ciudadano. Es conformarse permanentemente y pensar que, a través de dicha cultura del esfuerzo, llegarás un día, por tu cuenta e individualmente, a esas vacaciones que deseas, pero que no son para tanto.
Los derechos, de hecho, no son para tanto. En realidad, descansar es peor. Lo guay es matarte (a veces literalmente) por un empleo que se concreta en un sueldo que entregas a tu casero para que él sí tenga las vacaciones que tú no tienes.
En su peor versión, la idea de productividad permanente te propone que, para ser un hombre de verdad, duermas poco y te entrenes todo el tiempo, leas rápido, corras mucho, conviertas tu cuerpo en una máquina. Nada que ver con la salud, que implica deporte, buena alimentación y descanso. Se trata de que cada minuto de cada día se entregue a un trabajo sobre uno mismo, a la empresa del yo. Aquí de nuevo el género es importante, porque el trabajo que nos proponen a nosotros es el de estar siempre activos, para que ellas puedan estar permanentemente cuidando.
¿A cuánta gente se dirigía Feijóo? ¿Quiénes son esas personas a las que hay que convencer de que las vacaciones están sobrevaloradas?
El 30% de los españoles y las españolas no pueden ir de vacaciones. Si se votara en base a ese eje, serían la primera fuerza de todo el país. El partido de quien no puede ir de vacaciones superaría a cualquier otro en el espectro político.
Si alguien se pone a pensar qué hace falta para que ese 30% de personas pueda disfrutar de unas vacaciones a las que tiene derecho, salen una serie de medidas de avance social que muy seguramente estarían relacionadas con el coste de la vida, muy especialmente de los alquileres, lo accesible o no de los lugares de vacaciones y mucho relacionado con las posibilidades de conciliar con menores y mayores a nuestro cargo. Un programa de mínimos que a mí se me antoja ganador. Además, debería afrontar los derechos laborales y el derecho al descanso de quien trabaja en vacaciones para que el otro 70% de la población española pueda descansar.
Frente a la servidumbre de minusvalorar el descanso, el derecho al descanso es la pelea política de nuestro presente. Y los derechos, para serlo de verdad, tienen que ser universales.

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