Opinión
Donald Trump escritor
Por David Torres
Escritor
Donald Trump ha escrito un libro y puede que hasta se lo haya leído. Vivimos en una época donde la alfabetización general ha hecho mucho daño. Hace poco tirabas una piedra y le dabas a un escritor; ahora arrojas una granada de mano a un plató de Tele5 y dejas varias editoriales viudas. Borges advirtió, hace ya muchos años, que vivíamos una época donde todo el mundo era escritor en potencia, aunque no podía imaginar que la mayoría de ellos iban a pasar de la potencia al acto por el mero hecho de hacerse famosos primero y enmarranar unas páginas después. Cervantes, Kafka y Pessoa venderían muchos más libros si antes de ponerse a la tarea se hubieran follado a un torero o al menos hubieran presentado un concurso.
El prestigio de la palabra sigue vigente desde aquel clásico mandato que asegura que en la vida hay que plantar un árbol, hacer un hijo y escribir un libro. Pero igual que sucede en la aritmética, el orden de los factores suele alterar el producto y por eso mucha gente se lía y se pone a escribir árboles y a plantar libros. Los hijos los siguen haciendo igual porque follar es mucho más sencillo que escribir: hasta un par de monos se reproducen sin necesidad de instrucciones previas. Crippled America, el tomazo que ha plantado Donald Trump de una sentada, viene precedido de una foto de cubierta con la cara comatosa del polémico multimillonario en alerta naranja. En el interior, Trump ofrece varias recetas de las suyas para que América sea grande otra vez, que es más o menos el subtítulo del volumen. Sin pretenderlo ni por asomo, Trump ya ha colado una metonimia, porque ya se sabe que cuando un estadounidense dice "América" no se refiere a Canadá ni a Colombia ni a Bolivia, sino exclusivamente a los Estados Unidos. El resto son provincias. Para demostrar la habitual amistad hacia sus vecinos de abajo, uno de los capítulos del libro está dedicado a glosar sus comentarios racistas, cuando dijo aquello de que los inmigrantes mexicanos eran todos violadores, criminales y gentuza por el estilo. "Amo la inmigración", advierte Trump, "pero los países del sur no nos están mandando a su mejor gente". Por si no había quedado claro en voz alta, ahora lo firma.
Siguiendo con el tema de la inmigración ilegal, para acabar de una vez por todas con ella Trump propone la erección de un muro en la frontera con México semejante al de Israel en Gaza, aunque algo más largo y con la novedad de que éste lo van a pagar los mexicanos (sería un despropósito que lo financiaran los israelíes). Un periodista de origen latino replicó historia en mano que no hay un solo caso conocido de terroristas infiltrados en territorio estadounidense a través de la frontera sur. Y puso como ejemplo los atentados de World Trade Center, que vinieron vía aérea, o el de Oklahoma, que fue made in USA. A esta pequeña objeción el magnate replicó con muy mala leche: "Eso usted no lo sabe". Es verdad: lo sabe todo el mundo.
Como los libros de Aznar, es muy posible que el tratado para despertar a América de Donald Trump sea una obra maestra del humor involuntario e incluso inconsciente. En la historia, pocos dirigentes han escrito libros a la altura de su obra política, aunque Aznar y Trump podrían ser excepciones del rango de Julio César. Uno conquistó la Galia: veni, vidi, vici; otro puso los pies encima de la mesa: mire usté. Con una factoría de soltar burradas como Trump de presidente nunca les faltará trabajo a los periodistas ni a los peluqueros.
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