Opinión
'Hope' y el mal menor

Por Guillermo Zapata
Escritor y guionista
Hope es un documental sobre el cambio climático que se estrenó esta semana en RTVE. Lo podéis ver en la plataforma digital del ente público. Son seis episodios que cuentan “la otra historia” del cambio climático. No la historia de cómo avanza inexorable, sino la historia de cómo podemos recuperar nuestros ecosistemas en una generación. Es un documental lleno de energía que no oculta los riesgos y las amenazas para ofrecer una versión simplificada de la realidad, sino que elige mostrar además las herramientas que tenemos a nuestra disposición. Con todo y con eso, creo que lo más importante del documental tiene que ver con un cambio de enfoque en las narraciones climáticas y, en general, en las reflexiones sobre el cambio social.
Lo que me parece más valioso de Hope es que funciona en tres líneas que suelen estar fuera de los discursos y las prácticas de la izquierda. Las transformaciones sociales se deben a factores múltiples operando a la vez; las transformaciones sociales, para serlo, implican escalas enormes y, por último, las transformaciones sociales conllevan conflicto y persistencia. Multiplicidad, escalabilidad y persistencia conflicta.
En el caso de Hope añaden, además, una idea que si bien parece obvia, cuando llega el momento de pensar las prácticas concretas suele olvidarse. Hope plantea que la mejor resistencia es la transformación. En el primer capítulo presenta un ejemplo totalmente contraintuitivo políticamente: los pescadores de un atolón deben dejar de pescar para poder recuperarlo. Tienen que sacrificar su modo de vida para tener un modo de vida y la paradoja es que cuando lo consiguen (porque lo consiguen) descubren que su vínculo con el mar permanece intacto. A menudo, las imágenes del cambio climático tienen que ver con “resistirnos al mismo”, pero lo cierto es que la mejor manera de luchar contra el cambio climático es transformar el mundo de manera múltiple, persistente y a gran escala. El documental, por ese motivo, centra muchos de sus esfuerzos en la regeneración y transformación y menos en la resistencia.
En ese sentido, se podría decir que es un documental que defiende frente al bien mayor, el mal menor. O que defiende que el mal menor termina por ser el bien mayor. Asumir ciertas derrotas, (como los pescadores que asumen que no van a poder pescar más), puede abrir la posibilidad de ciertas transformaciones materiales, (como recuperar su economía y su diversidad).
Las transformaciones son siempre parciales, pero pueden funcionar como cajas de resonancia y puzzles que producen transformaciones mayores. Precisamente, porque la cuestión más importante es tener la posibilidad de persisitir. Esto me lleva a una pregunta que no dejo de hacerme estos días.
¿Es más fácil persistir en la transformaciones climáticas con un gobierno de Joe Biden o de Donald Trump? Dicho de otra manera, ¿el “mal menor Biden” (o el “mal menor Kamala Harris”) nos proporciona más potencia transformadora o menos? No me refiero tanto a si son “peores” o “mejores” gobiernos, sino a si las palancas de transformación social que necesitamos para reconstruir y restaurar la vida en nuestro planeta se mueven más o menos con unos o con otros.
Se ha vuelto habitual establecer el problema del mal menor como una forma de cuestionar decisiones de transformación parcial en contextos de poco avance democrático. Es habitual, por ejemplo, en España, discutir la utilidad de formar parte de un gobierno con el Partido Socialista en un contexto de movilización débil y derechización social subjetiva. Tengo la sensación de que esa pregunta obvia sistemáticamente que al otro lado no existe un bien mayor, sino otra forma del mal menor. Es decir, la pregunta no es entre el mal menor y el bien mayor, sino entre males menores. No eliges exactamente lo que ganas, sino lo que sacrificas. Es posible que un gobierno de Donald Trump o quizás un gobierno de Vox y el PP en España produzca movilizaciones sociales más grandes, manifestaciones, incluso huelgas. La cuestión es si esa sociedad civil más activa y organizada, (que está por ver que se dé, pero vamos a asumir que así es), está moviendo la palanca de la transformación social mejor o está resistiendo mejor los ataques de fuerzas negacionistas al servicio de la economía fósil.
Porque para medir el mal menor hay que identificar siempre a que mal mayor se le opone. Y qué tipo de procesos desencadena y quién puede asumir esos procesos y quién no. ¿Puede nuestro planeta asumir estar cuatro años resistiendo al proyecto Trumpista de los combustibles fósiles? Si la respuesta es que no, entonces el mal menor, resistir a Trump, es más peligroso que el mal menor, “empujar a Biden”.
Eso no resuelve que el mal menor “empujar a Biden” o “transformar el planeta” pueda no salirte, pueda salir mal o pueda no llegar hasta donde tiene que llegar. De hecho, puede que en medio de ese problema, el otro mal menor pueda parecer deseable. Lo es, precisamente, porque las ideas de lo que transforma la sociedad suelen no pensarse a partir de la idea de un proceso amplio, complejo, persistente y lleno de conflictos diversos, sino como fogonazos puntuales de grandes movilizaciones sociales.
Mientras tanto –otra idea que podríamos recuperar, siempre estamos en el mientras tanto de algo– aprendamos de las enseñanzas de Hope.
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