Opinión
Inacabable crisis política en Francia

Por Pablo Castaño
Periodista y profesor de Ciencia Política en la UAB
-Actualizado a
Emmanuel Macron llegó a la política francesa prometiendo estabilidad y progreso, pero ha sumido el país en una crisis política permanente. El próximo episodio tendrá lugar el próximo día 8, cuando su primer ministro François Bayrou se enfrentará a una moción de confianza parlamentaria que probablemente acabará con su destitución. Esta última sacudida de la política francesa es consecuencia del intento de Bayrou de imponer un presupuesto lleno de recortes sociales, rechazado por 7 de cada 10 ciudadanos y casi todas las fuerzas políticas.
A pesar de estar en minoría en la Asamblea Nacional, Bayrou presentó el pasado mes de abril un presupuesto de extrema austeridad, que prevé 44.000 millones de euros en recortes mientras se incrementa el gasto militar. Tanto los partidos de izquierdas – que ganaron las últimas elecciones parlamentarias con el Frente Popular – como el Agrupamiento Nacional de Marine Le Pen han rechazado la propuesta y, si no hay sorpresas de última hora, votarán la destitución del primer ministro, que ha ligado su futuro al proyecto presupuestario.
Gran parte del debate se ha centrado en la intención de Bayrou de suprimir dos días festivos, pero su plan también prevé eliminar 3000 empleos públicos, reducir 5000 millones el presupuesto de una sanidad pública ya en crisis y congelar pensiones, ayudas sociales y sueldos públicos. El presupuesto no incluye ninguna subida de impuestos relevante a las grandes empresas o los hogares más ricos, que se han beneficiado de más de 200.000 millones de euros en rebajas fiscales desde la llegada de Macron a la presidencia en 2017, según un informe de Attac y el Observatorio de la Justicia Fiscal. Una injusticia que no ha escapado a la opinión pública.
Bayrou lleva desde abril aterrorizando a la ciudadanía con la posibilidad de una intervención “a la griega” de Francia por parte del Fondo Monetario Internacional por la elevada deuda pública del país, una clásica estrategia del shock que no ha funcionado. El primer ministro ha intentado crear una situación de excepcionalidad pero en realidad está repitiendo la dinámica de gobiernos anteriores: aplicar políticas de recortes justificadas por necesidades financieras, pero que siempre sufren la mayoría social y no la minoría ultrarrica con la que se codean Macron y los suyos. Bajadas de pensiones, precarización del mercado de trabajo o recortes en la administración han sido los objetivos clásicos de los últimos presidentes, tanto socialdemócratas como conservadores. Todos se enfrentaron a huelgas y manifestaciones durante meses, el mismo muro de rechazo popular que amenaza ahora al dúo Macron-Bayrou.
El próximo 10 de septiembre el movimiento “On bloque tout!” (“Bloqueamos todo”) ha convocado protestas que se prevén masivas. La convocatoria, nacida de manera espontánea en redes sociales, recuerda a los ‘chalecos amarillos’ de 2018, el movimiento social que paralizó Francia hasta conseguir que Macron cediese a varias de sus demandas. Ya se han unido a la convocatoria La Francia Insumisa y varios sindicatos, que han convocado huelgas en sectores claves como el ferrocarril, el funcionariado y la energía. Ni siquiera la previsible caída de Bayrou el día 8 detendrá un movimiento que ya apunta a Macron.
Impermeables al enfado de la ciudadanía, el ex banquero metido a político y su primer ministro han vuelto a incendiar la política francesa con una propuesta de recortes calcada de los peores tiempos de la ‘troika’ que arrasó el sur de Europa. La previsible destitución de Bayrou será un clavo más en el ataúd político del presidente, que tendrá que nombrar un nuevo jefe de gobierno (el tercero en poco más de un año), convocar elecciones legislativas anticipadas o dimitir. Esta última opción es la preferida por casi 7 de cada 10 franceses y sería la más democrática, ya que el rechazo a su figura y sus políticas es abrumador. Sin embargo, Macron está empeñado en aferrarse al poder, una tozudez que alarga la crisis política y alimenta a la extrema derecha. El Agrupamiento Nacional es el partido que más ha recogido hasta ahora el descontento ciudadano y ya sueña con la presidencia, a pesar de los problemas judiciales de Marine Le Pen.
Sin embargo, hay un invitado sorpresa que podría echar por tierra los planes de los ultras: el movimiento social que comenzará el día 10. Si las movilizaciones son masivas, podrían acabar alimentando un ascenso electoral de las izquierdas como el que llevó al Frente Popular a la victoria en las legislativas del año pasado. No sería la primera vez que un movimiento de protesta cambia el curso de la política francesa.
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