Opinión
Trump nos copia

Por Marta Nebot
Periodista
-Actualizado a
Uno es de donde pace y no de donde nace, dice un refrán español cancelado por la realidad hace ya mucho tiempo.
Esta semana me he vuelto a acordar de él por los que nos hemos echado las manos a la cabeza al confirmar que Trump ha decretado que su Administración dejará de dar su nacionalidad a los bebés nacidos en Estados Unidos de padres en situación irregular. Los expertos calculan que son unos 150.000 al año y que, como la orden no es retroactiva, puede haber hermanos que sí y hermanos que no, sumando arbitrariedad a la injusticia, reventando fraternidades y familias. El juez federal John C. Coughenour ha bloqueado temporalmente esta orden presidencial porque es "descaradamente inconstitucional". Allí la Constitución aprobó ese derecho de los nacidos en tierra norteamericana en la decimocuarta enmienda de 1868.
Y es que, ¿no es la esencia del sueño americano? Si ya hace tiempo que la mayoría sabemos que todos somos fruto del mestizaje, ahora que se llevan tanto los exámenes genéticos que descubren nuestros orígenes, nuestras mezclas, nuestros cruces, nuestras migraciones sobre migraciones, cuando ya reconocemos que nuestros países son el resultado de la suma de muchos pueblos, en el caso de Estados Unidos esa suma es aún más grande, sistemática y reciente. Estados Unidos nació de llamar a los migrantes a que desembarcaran en sus playas.
En el pie de la Estatua de la Libertad, fundido en una placa de bronce y montado dentro de la parte inferior del pedestal, hay un poema que escribió en 1883 Emma Lazarus, judeo-estadounidense hija de sefardíes portugueses, para recaudar fondos para la construcción de ese pedestal. El original fue donado y subastado. Años después, cuando la poetisa ya había fallecido, se colocó en el lugar de honor en el que está. Dice así, bajo el título de El Nuevo Coloso:
No como el mítico gigante griego de bronce,
De miembros conquistadores a horcajadas de tierra a tierra;
Aquí, en nuestras puertas del ocaso bañadas por el mar se yerguerá
Una poderosa mujer con una antorcha cuya llama
Es el relámpago aprisionado, y su nombre
Madre de los Desterrados. Desde el faro de su mano
Brilla la bienvenida para todo el mundo; sus templados ojos dominan
Las ciudades gemelas que enmarcan el puerto de aéreos puentes
"¡Guardaos, tierras antiguas, vuestra pompa legendaria!" grita ella.
"¡Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres
Vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad
El desamparado desecho de vuestras rebosantes playas
Enviadme a estos, los desamparados, sacudidos por las tempestades a mí
¡Yo elevo mi faro detrás de la puerta dorada!"
Por eso, quizás, hay al menos seis procedimientos judiciales abiertos contra esto del re-Trump que la mayoría del país que vota ha votado, presentados por 22 estados y varias agrupaciones de migrantes para parar esta aberración tan contraria al espíritu norteamericano, a la idea que el mundo y este país tiene de sí mismo.
La batalla judicial puede terminar en nada porque Trump controla la máxima instancia, la Corte Suprema. La batalla social que esta cruzada re-Trump ya ha puesto en marcha es la mayor incógnita en este asunto. Habrá que ver qué ocurre en la sociedad norteamericana, cómo reacciona la ciudadanía que convive y quiere a los millones de irregulares que trabajan, aman, nacen y mueren entre ellos, en muchos casos desde hace décadas. Son parte del tejido social. Trump quiere amputar un buen trozo del cuerpo del pueblo americano. No sabemos cómo reaccionarán aquellos a los que duele esa parte del cuerpo.
Y, mientras, asistimos a este nuevo episodio de decreto del viejo unos contra otros, aquí no nos miramos en el espejo. No somos conscientes, quizá, de que lo que Trump acaba de aprobar es lo que hacemos, desde siempre, los europeos.
Para confirmarlo llamé a Cristina Fuentes, doctora en Estudios Migratorios y Coordinadora de investigaciones de la Fundación Por Causa.
En el mundo, la nacionalidad siempre se ha adquirido por tierra o por sangre: eres de donde naces o de donde nacieron tus padres.
En Europa, con todos sus países colonizadores, se hace por sangre y nunca se ha dejado de hacerlo.
Los niños que nacen de irregulares en España no adquieren la nacionalidad española por eso. Jamás la han adquirido, aunque ese bulo ha circulado mucho tiempo. A los nacidos en suelo nacional solo se les concede si uno de sus dos progenitores ya la tiene en el momento del nacimiento. Si tus padres están en situación regular, si tienen papeles, podrías llegar a ser español después de hacer tus trámites que son distintos en función del país de origen de los que te trajeron al mundo. Por ejemplo, si tu madre o tu padre es latinoamericano y consigue mantener su estatus de trabajador regular durante cinco años, a esa edad conseguirías ser español bien empapelado.
Según la experta, España es muy garantista en comparación con otros países europeos. Aquí no deportamos menores, con papeles o sin ellos. Si sus padres son deportados, quedan internados en centros de menores.
En el resto de países europeos las cosas no están mejor para los nacidos de migrantes. En todos los que la experta conoce, la nacionalidad se obtiene por consanguineidad. En Italia, además, solo por vía paterna y si tus ancestros no renunciaron o perdieron la nacionalidad antes del 17 de marzo de 1861, fecha de la unificación italiana.
Así que, queridos españoles, queridos europeos, querid@s tod@s, seamos conscientes de que Trump, en esto, solo pretende equipararse al modelo europeo, donde no se es ni de donde se nace ni de donde se pace si no has nacido en el país adecuado ni de los padres convenientes y no tienes la inmensa suerte y fuerza necesarias para saltar todos los obstáculos y ser admitido en otro como uno de los pocos elegidos.
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