Opinión
Adoctrinando niños
Por Manolo Saco
En un colegio concertado de Zaragoza los niños de 3 a 6 años aprenden a leer con unos curiosos textos que recuerdan, como una gota de agua a otra, a los textos con que aprendíamos en mi infancia. Al parecer es, por fortuna, un caso aislado, pero ahora que la LOE se ha aprobado, recogiendo buena parte de las exigencias del clero católico, no estaría de más que se unificase (y vigilase) el método y el material de aprendizaje, para impedir que algún falangista (de la FAES) enmascarado consiga colar textos parecidos con que intoxicar las cabecitas infantiles.
Algunos no tienen desperdicio: "Gloria plancha la ropita. La abuelita regresa de la iglesia", "España es el suelo cristiano donde recibí el santo bautismo. La bandera roja y amarilla es el retrato de España", "Su amiguito goza con cañones y fusiles", "Francisco brinca de alegría. Lleva su frente marcada con el santo crisma" o "Jesús no nos ha dejado solitos en la tierra. El Papa es el Padre Santo a quien debemos amar y obedecer". ¡Con lo bonito que era aquello de “mi mamá me mima”!
En mi colegio salesiano, en la festividad del director se cantaba un himno cuya letra definía a la perfección el culto al orden y la autoridad del profesorado. Nos reunían en la sala de cine, y cuando el director hacía su entrada triunfal, todos en pie le dedicábamos esta desproporcionada loa a grito pelado:
Gloria al ínclito director.
A él el triunfo y el honor.
Suenen himnos de gloria,
eco claro y potente,
ciña su noble frente
laurel del vencedor.
No sé si hoy, como en el colegio de Zaragoza, continúan con estos tics del pasado. A mí, desde luego, me daría mucha vergüenza que me cantaran tal cosa, porque el laurel lo utilizo únicamente para cocinar. Y desde entonces aún me pregunto de qué era vencedor aquel cura rechoncho y bonachón, y por qué se merecía los laureles, el triunfo y el honor.