Opinión
El precio de ser mujer
Por Varios Autores
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¿VENTANA O PASILLO?// ISABEL REPISO
Cuentan los sociólogos Eric Brian y Marie Jaisson en su último libro, El sexismo de la primera hora, que nacen más hombres que mujeres. No sé si alegrarme (la asimetría de sexos es una puerta abierta al poliamor) o adoptar la indiferencia como animal de compañía. La estadística habla de una diferencia porcentual de un punto y dos décimas en los países desarrollados aunque en China la brecha se dispara hasta el 55% (ellos) y 45% (ellas). Me pregunto yo si el gigante oriental ha hecho bien las cuentas porque resulta que ser mujer es un hecho muy capitalista. Una caja de tampones cuesta 4,99 euros, lo que supone que una familia de cuatro puede gastar una media de 180 anuales, salvaslips y compresas voladoras aparte. Y lo gordo se va en cremas depilatorias y sesiones de esteticién, a ver quién se atreve a salir de casa como el Yeti.
El bautismo en la secta del “soy divina” te lo hace tu madre el día que te pregunta si estás libre por la tarde. “Sí, ¿por qué?”. Bastan tres palabras para sellar el salvoconducto que te llevará al sufrido mundo de las cremas. Tras conocer a Paqui, la mujer purificadora que conoce al dedillo todos los cotilleos del barrio, el primer dilema: ¿cera fría o caliente? Y sales del salón de belleza con la cara como un tomate y sin sentir las piernas. Luego piensas en la pirámide de las prioridades de Maslow y te sientes culpable. ¿Cómo puedes caer en estas frivolidades cuando hay mujeres que ni siquiera tienen derechos fundamentales? Y con gesto decidido, le sueltas a la madre que te parió: “Mamá, yo de mayor quiero ser Mujer Barbuda”.