Opinión
Recuerdos reprimidos
Por Ciencias
CIENCIA DE PEGA // MIGUEL ÁNGEL SABADELL
En la década de 1980 algunos terapeutas de EEUU descubrieron que, guiando oportunamente a los niños y haciéndoles las preguntas correctas, conseguían hacerles recordar atroces situaciones arrinconadas en algún lugar del cerebro: preescolares secuestrados, forzados a beber orina, atados desnudos a los árboles, abusados sexualmente y, algunos de ellos, forzados a participar en orgías satánicas. Cerca de un millar de juicios se han celebrado por culpa de recuerdos reprimidos.
Los defensores de esta terapia asumen que aquello que nos produce daño lo podemos enterrar en lo más profundo de nuestro córtex cerebral, olvidarlo y luego recuperarlo, hasta la última coma. Esta creencia llevó a la cárcel en 1990 a George Franklin por el asesinato de la niña de nueve años Susan Nason, sucedido en 1969. ¿La prueba? El recuerdo súbito de su hija 20 años después, tras acudir a un psicoterapeuta que le practicó una hipnosis en busca de memorias reprimidas. Fue testigo presencial de cómo su padre violaba a Susan y luego aplastaba la cabeza de su amiga con una piedra. George fue encarcelado por asesinato en primer grado. Cinco años más tarde se probó su inocencia. Desde entonces, muchos otros condenados han sido excarcelados y los jueces ya no aceptan este tipo de acusaciones.
Uno de los motores de semejante plaga fue el libro The Courage to Heal, de la terapeuta Ellen Bass y una de sus pacientes recuperadas, Laura Davis Have. Ha sido comparado con el Malleus Maleficarum, o Martillo de Brujas, uno de los libros de cabecera de los perseguidores de brujas. En el Malleus se dice que si tras el interrogatorio una mujer arrestada por bruja lo confirma, lo es; si lo niega, también lo es. Ahora compárenlo con este argumento de Bass y Davis: “Que una mujer no tenga recuerdos de haber sido víctima de abusos, o que no los llegue a tener nunca, no es prueba de que no los haya tenido”.
Científicos como Elizabeth Loftus han probado que nuestra memoria es frágil y constructiva, que los testigos oculares son a menudo poco fiables y que basta la sugestión para inducirnos falsos recuerdos al 25% de los humanos. Incluso puede alterarse la memoria dando información incorrecta tras ocurrir el suceso. Por cierto, ¿se han dado cuenta de que los recuerdos reprimidos están asociados a uno de los grandes fantasmas del estadounidense medio, el sexo? ¿Por qué no aparecen con la violencia doméstica, accidentes de tráfico o asesinatos?