Opinión
Sudor español
Por Juan Carlos Escudier
-Actualizado a
Nadal ganó el Open de Australia con el sudor de su frente y del resto de su anatomía, y la gesta ha vuelto a servir para levantar el crédito nacional, en vista de que con los banqueros que ayer se vieron con Zapatero no se puede contar. El patriotismo se demuestra a raquetazos. A Santana, Franco le dio la Orden de Isabel la Católica cuando ganó Wimbledon y le hacía disputar partidos de exhibición en el Pardo. Ahora no es probable que ocurra lo mismo, porque en Moncloa sólo se juega al baloncesto, pero en época de crisis la transpiración del mallorquín merece un monumento. “Y lo bueno es que lo suyo es lo nuestro, porque es más español que el billete marrón de cien pesetas”, advertía Alfonso Ussía en La Razón. ¡Viva España y viva el sudor!
Tras la estela de Rajoy, quien ya en las semifinales había comparado el goteante tesón del tenista con la indolencia del Gobierno, ese maestro en serenatas que es José María Carrascal proponía que le imitáramos sin dilación. “Pues el remedio de la crisis que padecemos (...) es el que él practica a diario por esos mundos y en casa: trabajo, disciplina, responsabilidad, sacrificio, fuertes lazos familiares, no dar ninguna batalla por perdida y no esperar a que otros nos saquen las castañas del fuego. Justo lo contrario de lo que venimos haciendo”, recordaba ayer en ABC con mucho sentimiento.
Se nos pide un milagro. En el Diario de Sevilla, Joaquín Pérez-Azaústre afirmaba que “Nadal en un principio era un cherokee, una mezcla explosiva de indio y superhéroe, un Conan joven, (...) un John Rambo más amable con la raqueta de ametralladora, (...) un guerrero azteca danzando bajo el sol”. ¿Cómo podemos nosotros imitar a esa “fuerza viva de la naturaleza” si la mayoría tenemos michelines y nos da el flato cuando queremos evitar que se nos escape el autobús?
Conste que apreciamos al chico y nos conmovió que tratara de enjugar las lágrimas de Federer “cuando el suizo hizo de Boabdil con la voz rota”, que decía David Gistau. A quien parecía no sudar nunca, le sobrevino un llanto inconsolable. “Enmendó –como explicaba también en El Mundo Erasmo de León, que no de Rotterdam– al Dalí que pintó los desfallecidos carrillones: Roger hizo llorar a los relojes, tristes, esféricas lágrimas de felpa”. Generosos en la victoria: así somos los españoles.
El Nadal de la política
Pero como todos no podemos ser Nadal, porque las eliminatorias se harían eternas, aceptemos el consejo de Borja de Borbón, predestinado por su nombre a escribir en La Razón y no en Mundo Obrero: “No disponer de un líder inspirador (...) nos exige a todos (...) buscar, detectar e impulsar a ese líder que se merece este gran país. ¿Dónde está ese Rafa Nadal de la política? ¡Vamos, España!”. Éste es mi Borja.