Este artículo se publicó hace 2 años.
Claves de la victoria de la ultraderecha en Italia
Sara Serrano
Madrid-
La ultraderecha ha ganado en Italia. La coalición encabezada por Meloni, y que incluye a Forza Italia, de Berlusiconi y a La Liga de Salvini, ha alcanzado el 44% de los votos y se prepara para gobernar. Hermanos de Italia ha multiplicado por seis los resultados obtenidos en 2018, pasando del 4% al 26% de los votos, y desbanca a La Liga, que reduce sus votos a un 9%, como primera fuerza dentro del bloque de la ultraderecha. Los mejores resultados los ha obtenido en el norte del país.
Por su parte, Forza Italia de Silvio Berlusconi, se convierte en el socio minoritario con un 8% de los votos. La debacle de Berlusconi tiene mucho que ver con el rol protagónico que ha otorgado a la derecha fascista cada vez que ha gobernado. Desde su fundación, siempre se ha apoyado tanto en la vieja Liga Norte como en los nostálgicos de Mussolini del Movimiento Social Italiano. Ojo, y muchos dirigentes del partido de Berlusconi se pasaron sin problemas al de Meloni.
La principal fuerza de la oposición en el Parlamento será el Partido Democrático de Enrico Letta, el viejo PCI, que ha obtenido el 19% de los votos.
Mientras que el Movimiento Cinco Estrellas, de Giuseppe Conte, resiste con un 15% de los votos y se convierte en el principal partido en el sur del país y entre los más jóvenes.
En Italia el sistema electoral tiene un sesgo mayoritario importante. De hecho, más de un tercio de los escaños se eligen por el sistema uninominal. Es decir, gana el partido que tiene aunque sólo sea un voto más que el siguiente. El resto se elige por un sistema proporcional, como sucede en España. Este sistema de elección mixto, conocido como Rosatellum, entró en vigor en 2017 y, en un sistema de partidos muy fragmentado como es el italiano, favorece a las coaliciones electorales.
La coalición de ultraderecha no llega al 44% pero tendrá mayoría absoluta en ambas cámaras. La victoria de Meloni también bebe del desencanto por la política de los italianos. Estas elecciones se ha batido récord de abstención, con los peores resultados de participación de la historia de la Italia republicana. Sólo el 64% de los italianos fueron a votar este domingo, alrededor de nuevo puntos menos que en 2018.
El programa de los Hermanos de Italia consta de 25 puntos. El primer punto tiene que ver con la familia y la natalidad. Para Meloni frenar el declive demográfico es una prioridad programática. Para ello, aboga por medidas para disuadir a las mujeres de interrumpir voluntariamente su embarazo y por "una plena aplicación de la ley 194", que compete a la legislación italiana sobre el aborto.
Hermanos de Italia ha llegado a proponer un bloqueo naval para impedir las llegadas de personas migrantes por mar, además de rechazar la concesión de la nacionalidad a los menores extranjeros nacidos o crecidos en Italia.
En el plano económico, básicamente la propuesta económica de Fratelli d‘Italia es la de cualquier partido neoliberal europeo. El partido de Meloni ha anunciado medidas para reducir los impuestos a las empresas, para incentivar la propiedad de vivienda y defienden la permanencia en la Unión Europea.
Aunque el Tratado de la Unión Europea contempla la posibilidad de sancionar a un Estado miembro por violar valores básicos de la Unión (como los derechos humanos) no parece probable que Bruselas lo utilice para sancionar al futuro gobierno fascista de Italia o que ponga en riesgo la llegada de estos fondos.
Por un lado, Berlusconi y Salvini nunca han escondido su simpatía por Putin, por otro Meloni se ha declarado abiertamente atlantista. La posición subalterna de Forza Italia y de La Liga dentro de la coalición hacen poco probable que el nuevo gobierno se desmarque de su postura actual. Italia seguirá mandando armas a Ucrania y no está en cuestión su pertenencia a la OTAN.
En lo que se refiere al sistema político italiano, la derecha no ha ocultado su intención de convertir Italia en una República presidencialista, pudiendo llevar a cabo reformas no sólo del sistema electoral, sino también del sistema judicial o de la propia Constitución.
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