Imanol Pradales, el nuevo jinete en la carrera hacia Ajuria Enea
El joven candidato del PNV, doctor en Sociología y alumno de Urkullu en la EGB, ofrece novedad, juventud y frescura al partido jeltzale. Un "independentista con los pies en el suelo" que aspira a ser lehendakari con los votos del PSE.
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Imanol Pradales llegó a los titulares como un bebé prematuro tras un parto apremiado por las filtraciones de prensa. Alguien debió de haberse ido de la lengua aquella tarde de noviembre en la que El Correo publicó la primicia: el PNV le había dicho adiós muy buenas al lehendakari para reemplazarlo por algún joven aspirante, savia nueva, una transfusión de emergencia para unas siglas amenazadas por una racha descendente.
"El PNV descabalga a Urkullu", tituló el ABC con una metáfora hípica que no revelaba aún la identidad del nuevo jinete. Andoni Ortuzar tuvo que precipitar el anuncio por miedo a las fugas mediáticas. El sucesor, el jinete, el bebé prematuro se llama Imanol Pradales.
Todos los candidatos noveles divulgan un primer boceto biográfico hecho de méritos laborales y diplomas universitarios. El propio Ortuzar se encargó de glosar las bondades de Pradales: 47 añazos, doctor en Sociología, trilingüe, gestor.
Después emergieron los colores entrañables del anecdotario. Y es que Pradales remó en sus años mozos en la gloriosa Sotera de Santurtzi, y ahora salen a flote las fotografías familiares con sus camisetas de tirantes, sus medallas y sus rostros contraídos por el esfuerzo de la ciaboga. Además, Pradales tuvo a Urkullu como maestro de EGB en la ikastola Asti Leku de Portugalete. De ahí, entre otras cosas, que El Mundo lo haya llamado "clon" del lehendakari.
Sin embargo, Pradales huye de la pura continuidad y ha incorporado un sutil cambio de imagen. Aunque pueda parecer frívolo, el asunto tiene su aquel en un pequeño país donde los peinados y las vestimentas evocan profundas adhesiones tribales. Como en cualquier otro país, por otra parte. Solo que aquí entran en juego los viejos estereotipos del humor provinciano: el dominguero de Neguri con el jersey sobre los hombros, el chiquitero de camisa remangada y txapela caediza, la chica del batzoki a la que cantaba Doctor Deseo, esa que sale de misa con pololos de encaje, blusa blanca, alpargatas y falda azul. Los tópicos nos persiguen y no queda más salida que abrazarlos hasta convertirlos en bandera.
Dice Arnaldo Otegi que Pradales ha empezado a andar descamisado y sin corbata, asumiendo un desenfado estético desconocido hasta nuestros días. En honor a la verdad, al candidato jeltzale lo hemos visto también con jerséis de cuello de pico y una pose formal de niño bien que conjura todas las fórmulas mágicas del PNV: responsabilidad, gobierno, consejo de administración, balance de cuentas.
En una arriesgada paradoja, el partido se ha propuesto transmitir al mismo tiempo experiencia y novedad, madurez y juventud, veteranía y frescura. "No es momento para experimentos de laboratorio", dice Pradales en un tono descorbatado pero también solemne.
El candidato a lehendakari hizo carrera en los despachos de la Diputación de Bizkaia, doce años de gerencia silenciosa que le permitieron engrosar su currículum con una proyección pública más bien discreta. No obstante, también hubo lugar para las controversias.
Allá por 2015, cuando manejaba la cartera de Desarrollo Económico y Territorial, Pradales reconoció haber adquirido 7.200 acciones de Sacyr, la constructora contratada para levantar los túneles de Autzagane y la variante de Igorre. No hubo dimisión pero sí una rectificación pública: su conducta, "aún siendo totalmente legal, no fue la más acertada".
En el Sociómetro de febrero, Pradales aún resultaba desconocido para casi las dos terceras partes de la ciudadanía vasca. En realidad, todo sea dicho, tampoco el resto de los candidatos son longevas celebridades. Quizá por eso la precampaña ha empezado a librarse en dos niveles, al menos dentro de la pugna que enfrenta al PNV con EH Bildu.
Por un lado, hay figuras ya totémicas de la política vasca como Ortuzar y Otegi que ofrecen una referencia familiar a los votantes y suministran combustible a las tertulias. Por otro lado, Pradales y Otxandiano seducen al respetable con discursos de guante blanco. Aunque la calma ya empieza poco a poco a quebrarse.
Se dice que Pradales es un tecnócrata, un hombre de institución y de partido, un perfil corporativo ajeno a los excesos ideológicos que en otro tiempo se achacaron a Juan José Ibarretxe o a Xabier Arzalluz. Lo cierto es que él mismo se declara un "independentista con los pies en el suelo" igual que Urkullu se tenía por un "independentista del siglo XXI". El lehendakari, que prometió una reforma del Estatuto vasco hace ya doce años, abandonará el cargo sin acuerdos sobre el autogobierno. Cabe sospechar que las demandas soberanistas tampoco ocuparán un papel notorio en la era Pradales, no al menos al estilo catalán.
En el ámbito económico, la cantera vizcaína del PNV encarna una notable querencia por las políticas liberales, la obra pública y la pompa empresarial. Hace tiempo se habló largo y tendido de los jobubis (jóvenes burukides de Bizkaia), esa nueva hornada de dirigentes peneuvistas que tomaron la batuta de las instituciones y del partido sin apenas oposición interna o externa. Estaban Andoni Ortuzar, Iñigo Urkullu, Aitor Esteban o José Luis Bilbao. El recambio generacional coincidió con el fin de la era Ibarretxe, el abandono de la confrontación con el Estado y el regreso de los acuerdos ambidiestros con PSOE y con PP.
Pradales sigue la estela discursiva de sus predecesores e interviene en la precampaña con loas al pragmatismo, el equilibrio y la solvencia frente a la "inestabilidad populista" y los "agitadores" de las manifestaciones. Dice que hay que gobernar "sin locuras". Alega que las huelgas son un recurso legítimo pero que hemos caído en "la confrontación por la confrontación". Señala que algunos piden que "todo sea público" pero en realidad solo pretenden "meterle la mano en la cartera a la clase media". También dice que va a reducir las listas de espera en los ambulatorios de Osakidetza pero sus socios del PSE se revuelven con aspavientos: "¡A buenas horas, Pradales!".
Pradales llegó a los titulares como un bebé prematuro, pero ya gatea y hasta da sus primeros pasos no sin algún simpático tropezón. A primeros de marzo, acudió de la mano de Ortuzar al desayuno del Nueva Economía Fórum en Madrid y el presentador lo llamó sin querer "Otxandiano". Se trata de un desliz con matices afilados. Porque el sucesor, el jinete, el bebé prematuro sabe que muy probablemente será lehendakari con los votos del PSE. Quizá también el PP arrime la sardina al ascua. Pese a todo, Pradales también sabe que las quinielas amenazan con dejarlo en segunda posición. Y a nadie le gusta que lo tiren del caballo.
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