Este artículo se publicó hace 2 años.
Cómo Portugal rompió con la dictadura
Inna Afinogenova
En 1968 el anciano dictador portugues Antonio de Salazar, de 79 años, tuvo un desafortunado accidente que marcaría el inicio del fin de su gobierno. Cayó al intentar sentarse en una tumbona, dándose un golpe en la cabeza.
Le diagnosticaron una trombosis cerebral, lo hospitalizaron, quedó en coma y su entorno decidió apartarlo del poder y sustituirlo por Marcelo Caetano, todo suena lógico, salvo una cosa: que no se atrevieron a comunicárselo a él, cuando despertó.
Así, en casa de Salazar se hacían reuniones entre ministros y gobernadores, le traían documentos para que los firmase, y hasta salía, todos los días, un solo ejemplar de su periódico preferido, Diario de Noticias, especialmente para él, por supuesto, sin informaciones que le pudieran amargar.
Tras su muerte, su sucesor Marcelo Caetano, a pesar de ser discípulo de Salazar, hizo unos modestos intentos de modernizar el sistema, alejarse de las viejas élites, conocidas como "el búnker", etc. Sin embargo, no sirvió de mucho, el país estaba desgastado por las "operaciones especiales militares" para mantener las colonias de Angola, Mozambique y Guinea Bissau. En esos países movimientos de guerrilleros luchaban contra el "último imperio colonial", mientras Portugal lo planteó como una lucha antiterrorista.
El gasto militar tensionó la economía, aproximadamente uno de cada ocho hombres fue movilizado para esas guerras, en los 70 ya casi un tercio de hombres se escapaba de la movilización yéndose al extranjero, entre otras cosas. La diáspora portuguesa en Francia creció como 15 veces. No sé por qué me suena familiar todo esto, pero no importa, sigamos.
La gota que colmó el vaso fue la publicación del libro Portugal y el futuro, del general Antonio de Spinola, que criticó públicamente el manejo de la guerra.
El 25 de abril de 1974 un grupo de oficiales de bajo rango, de la organización clandestina llamada Movimiento de las Fuerzas Armadas, también conocida por su nombre poético Los Capitanes de Abril, cansado de las políticas colonialistas, se rebeló contra la dictadura, derrocó a Caetano, y tomó el control del país.
Dijo el intelectual portugués, Boaventura de Sousa Santos que "los momentos más creativos de la democracia rara vez ocurrieron en las sedes de los parlamentos". Porque ocurrieron en las calles, con multitudes de ciudadanos forzando el cambio del sistema. En Portugal, horas después del golpe civico militar, los capitanes de Abril fueron apoyados por miles de manifestantes pacíficos que salieron con claveles a las calles tras escuchar por la radio la canción "Grândola, Vila Morena" de Zeca Afonso. De ahí, la Revolución de los Claveles.
Hasta que el 25 de abril de 1975 se celebraron las elecciones para una Asamblea Constituyente que redactaría una nueva Carta Magna. Un año después se proclamó la Nueva Constitución y el 25 de abril de 1976 se celebraron elecciones al Parlamento. El cambio finalizó.
¿Cuál es la lectura que sacamos de ahí? Las diferencias con la "modélica" transición española son claras y a largo plazo jugaron a favor de Portugal.
A este tema el profesor de Ciencia Política y Sociología de la Universidad Carlos III, Robert Fishman, le dedicó todo un libro, titulado Práctica democrática e inclusión, producto de casi 30 años de investigación. Su principal objetivo consistió en comparar la calidad democrática en España y Portugal.
Y, según él, esto tiene que ver precisamente con las diferencias en los procesos de la ruptura democrática. Sostiene que mientras en Portugal hubo una ruptura con la dictadura, en España se trató de una mera reforma.
En Portugal, al contrario, se trató de una rebelión militar, y no una rebelión cualquiera, sino organizada desde lo más abajo.
El golpe cívico militar de Portugal fue dirigido por oficiales de bajo rango, por los capitanes. Ese detalle jerárquico fue determinante, porque se trató de personas que asumieron enormes riesgos, al desobedecer a los cargos superiores. Lo mismo hicieron los soldados. Así, el Estado se quedó sin posibilidades de usarlos para limitar o reprimir las manifestaciones sociales.
Las fuerzas de seguridad siguieron fieles al gobierno, con lo cual, el gobierno disponía de ellas siempre que lo considerara necesario.
De hecho, a lo largo de la Transición, los Ministros del Interior españoles (Martín Villa y Fraga, principalmente) recurrieron a las fuerzas policiales para que las huelgas no superasen los límites diseñados por los reformistas. Según Fishman, en aquel entonces el Estado usó la fuerza coercitiva sin problema, de manera que cada año de la transición se saldó con unas 20 víctimas mortales producto de la violencia policial.
Todo ello, entre otras cosas, influyó en que en los dos países se creasen culturas políticas bien distintas que a día de hoy tienen muchas diferencias (a favor de Portugal).
Así, para Fishman una de las más notables se manifiesta cuando surgen demandas sociales. En España las demandas expresadas a través de las manifestaciones son percibidas como desestabilizadoras, mientras en Portugal hay más sensibilidad con el clamor popular, al menos se le escucha a los manifestantes, lo que no viene a decir que sus reclamos se cumplen siempre.
Aunque en algunas ocasiones sí se le ha visto al gobierno portugues ceder ante la presión popular y hasta reconocerlo públicamente. Algo difícil de imaginar en España.
En una entrevista a Contexto Fishman lo describió con la siguiente reflexión: "El papel del ciudadano no acaba en el momento de votar y eso lo entienden muy bien los gobernantes portugueses. A los españoles les cuesta asimilar esa idea".
Para finalizar: Salazar, cuando murió, fue enterrado en una tumba sin nombre en un cementerio rural entre Lisboa y Badajoz. Por lo que la tumba de Salazar, que lleva así anónima 50 años, apenas atrae visitantes. Ni visitantes, ni mucho menos homenajes de jóvenes con banderas. Para pensar, como dirían los sabios de Twitter.
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