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El vértigo como antídoto del barullo

Zapatero y Rajoy afrontan las elecciones como un partido de rugby, con jugadas ensayadas para romper el equilibrio

GONZALO LÓPEZ ALBA

El escenario electoral se asemeja al de un encuentro de rugby, un “deporte de golfos jugado por caballeros”, según sus inventores. El busilis de este juego consiste en romper el equilibrio de fuerzas con empuje, inteligencia, astucia o jugadas ensayadas.

Todos los sondeos preelectorales coinciden en que, pese a la primacía que otorga el poder, la situación de partida es de empate técnico. Incluso los que maneja internamente el PSOE limitan su ventaja a cuatro puntos. La  campaña electoral arranca, pues, como un partido de rugby.

Para romper el equilibrio, los dos capitanes parecen haber elegido jugadas ensayadas. Si el PP ha logrado apelmazar a su electorado con la estrategia de “el barullo”, el PSOE confía en movilizar al suyo con el antídoto de “el vértigo”.

Zapatero se marca como objetivo ampliar su mayoría. El listón se sitúa en 170 escañosGracias al barullo –que ha alcanzado su punto culminante, por ahora, con “la campaña del 12 de octubre”–, los conservadores han logrado que el ruido medioambiental distorsione la valoración de la “eficacia económica” y de la “tranquila revolución social” que constituyen  el principal dividendo de José Luis Rodríguez Zapatero, en contraste con la reverberación negativa de la, cuando menos, discutible gestión que el Gobierno ha hecho de la reforma territorial y de la negociación con ETA. La eficacia de esta jugada la certifica que el PSOE no haya logrado despegar en las encuestas a pesar de cuatro años de Gobierno.

Sin ocultar la inquietud por este estado de la situación, los socialistas del Nuevo Testamento –los del Antiguo tienen una visión más fatalista, aunque compartida también por algunos del Nuevo– creen, devotos del optimismo antropológico que Zapatero ha convertido en seña de identidad y divisa, en el “no hay mal que por bien no venga”.

La abstención y los estados de ánimo

Todo indica que su principal enemigo es la abstención, y algunos datos lo avalan: más del 50% de los pasotas electorales se declaran de izquierdas; Aznar logró la mayoría absoluta en 2000 con el 68,71% de participación, pero Zapatero se quedó a 12 escaños con el 75,66%; y en los últimos comicios, los municipales de mayo, se abstuvo un tercio del electorado, el porcentaje más alto desde 1991.

Así, un estado de ánimo como el que puede generar la acumulación de encuestas publicadas con el mensaje subyacente de “vuelve la derecha”, o puede volver, se dibuja como un buen aliado. El vértigo es la jugada ensayada del PSOE.

Su acertada ejecución exige el equilibrio del funámbulo, del mismo modo que la del barullo requiere la precisión del alquimista. Cualquier paso en falso o error en la dosis puede resultar letal.

El PP interpreta el cántico de “Zapatero, el enemigo de España” al modo en que los jugadores de rugby neozelandeses las danzas guerreras maoríes: para compactar al equipo, infundirse ánimo y atemorizar al adversario. Pero la subida del diapasón aplicada en esta semana puede resultar insoportablemente ensordecedora para quienes se mantienen en la posición de espectadores.

El ‘cara a cara’ pendiente desde 2004

La polarización de la campaña, que ya empieza a preocupar entre los partidos minoritarios, facilitará al PSOE plantear los comicios como una suerte de plebiscito entre Zapatero y Rajoy. Consta que el presidente del Gobierno le tiene ganas al cara a cara televisivo que el candidato del PP le negó en 2004.

La opción de un gobierno de coalición se revitaliza dentro del PSOE y de CiULa marca fijada públicamente por el PSOE es “ampliar y consolidar” su mayoría –164 escaños– para tener una menor dependencia de las minorías. Ese objetivo se traduce internamente en alcanzar o traspasar el listón de los 170 escaños –la mayoría absoluta son 176–. A la espera de los datos que aporte la cartografía electoral encargada por José Blanco, la intuición es que el PSOE tiene margen para mejorar sus resultados en Galicia, Castilla-La Mancha –explotando el tirón regional de José Bono, del que se esperan entre uno y tres diputados más– , País Vasco y Canarias; y que podrá resistir  –mantener los mismos escaños o ceder pocos– en Andalucía y Catalunya –en 2004, el PSOE aventajó al PP en 16 escaños y el PSC al PP en 15–.  Hacia dónde se decante el listón dependerá en muchos casos de los restos, por lo que los dos grandes partidos tendrán que afinar mucho.

En la perspectiva de que el resultado no será globalmente muy diferente del que se produjo en 2004, y a la vista de la experiencia de esta legislatura –sometida al juego de alianzas con minorías volubles–, pero también incluso en el supuesto de que el PSOE rebasara el listón de los 170 , se ha revitalizado una corriente interna que aboga por formar un gobierno de coalición con CiU.

La opción no es nueva porque ya la intentaron, sin éxito, Felipe González y José María Aznar. El propio Zapatero ha comentado públicamente que no vería con desagrado esa posibilidad y, si se atiende a su concepción territorial del Estado, la plena incorporación del nacionalismo catalán a la gobernación de España supondría un salto cualitativo para la “integración desde la diversidad”. El problema, llegado el caso, está más en Convergencia i Uniò que en el PSOE –incluido el PSC–.

El dilema de CiU

Todos los pronunciamientos públicos de los dirigentes de CDC siguen vinculando su entrada en el Gobierno de España a la recuperación de la Generalitat. Incluso sostienen que el mejor escenario para ellos sería que Zapatero alcance la mayoría absoluta, o casi, para evitar que se agudicen las tensiones con la UDC de Duran Lleida.

Sin embargo, algunos personajes influyentes de CDC, en conversaciones privadas con dirigentes del PSOE, han transmitido que, llegado el momento, ese requisito desaparecería. Según esos interlocutores,  CiU precisa, cuando menos, de recuperar frente a ERC el marchamo de que es la fuerza catalana que tiene “capacidad de negociar en Madrid”.

En cuanto a la oposición que pudiera mantener el PSC a esa operación, destacados miembros de su dirección aseguran que “a nosotros nos daría igual, no seríamos un obstáculo”, entre otras cosas porque coadyuvaría a modular, si no a maniatar, la oposición de CiU en Catalunya.

La nueva ministra de Vivienda, Carme Chacón, tendrá un protagonismo especial como cabeza de lista del PSC por Barcelona e impulsora de un plan de medidas que, a medio plazo, pretenden acortar la edad de emancipación de los jóvenes españoles, quienes de forma sostenida vienen identificando el acceso a la vivienda como su principal problema. Y la historia electoral española dice que son los jóvenes quienes cambian las mayorías.

Mientras, todo parece indicar que Rajoy seguirá jugando en la segunda línea –la que empuja– y Zapatero como medio de apertura –el que reparte juego–.

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