Esto es lo que (de verdad) hay detrás de los 'chemtrails' que denuncia Marcos Llorente
Las palabras del futbolista de la Selección española han puesto en boga una conjetura que tiene más de un cuarto de siglo.

Zaragoza--Actualizado a
Un gran altavoz conlleva una gran responsabilidad. Aunque el leitmotiv de Spider-man no sea así exactamente, se puede adaptar perfectamente para hablar de la importancia del mensaje que algunos personajes públicos trasmiten en sus apariciones. El último ejemplo de ello lo protagoniza Marcos Llorente, que utilizó una entrevista para hablar de su regreso a la Selección española para dar pábulo a la teoría de la conspiración conocida como chemtrails, o estelas químicas en castellano.
De una manera un tanto cobarde, en un acto que recuerda a la actitud cínica que adoptó cuando tuvo la idea de lanzar una marca de café con el logotipo de las SS, se limitó a plantear dudas que han sido respondidas hasta la saciedad por la comunidad científica. “Siempre está el típico que te dice que es vapor de agua y no sé qué. Yo antes miraba al cielo y no veía estas cosas y entonces pfff... Yo lo único que digo es que para mi no es normal y no solo lo digo yo, eh”, contestó en una entrevista concedida a El Desmarque.
Llorente también asegura que no sabe lo que es. Aunque por algún motivo sí sabe lo que no es: vapor de agua. Un contrail, que es su nombre técnico en inglés, es una fina estela blanca que dejan algunos aviones a gran altura, formada cuando el vapor de agua de los motores se enfría rápidamente y se convierte en diminutos cristales de hielo. Algo que ha sido probado en numerosas ocasiones. Claro que LLorente sí tiene razón una cosa: la conjetura que defiende la dice más gente. De hecho tiene más de un cuarto de siglo de historia.
De dónde viene la teoría de los 'chemtrails'
Según explica el periodista Noel Ceballos en su ensayo El pensamiento conspiranoico (Arpa, 2021), el rastro de los chemtrails se expande hasta 1999, cuando el locutor Art Bell, una suerte de Iker Jiménez estadounidense, comenzó a difundirla en su programa de radio Coast to Coast AM. “Art Bell comenzó a hablar en las ondas de un informe sobre la modificación del clima publicado tres años antes por la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Si se lee en diagonal, podría dar la sensación de que la USAF estaba admitiendo que las hipótesis discutidas en el texto eran una realidad, por lo que mucha gente empezó a fijarse en los patrones de estelas dejados tras de sí por los vuelos comerciales”, dice el texto.
La hipótesis difundida por Bell cogió tanto vuelo que, un año más tarde, la Agencia de Protección Ambiental estadounidense (EPA) publicó un documento oficial desmintiendo el relato de las estelas químicas. En 2016, la revista científica Environmental Research Letters publicó un estudio en el que encuestó a 77 expertos con experiencia en en estelas de condensación y deposición atmosférica. 76 de ellos afirmaron que los chemtrails no existen, y el único que no se adhirió a dicho veredicto afirmó basarse en una percepción personal y no aportó ninguna evidencia científica. Claro que todos esos esfuerzos solo han dado más alas a los conspiranoicos, consolidando una historia que ahora recibe el altavoz público de Llorente.
Por qué hay gente que cree en la conspiración
Aunque la ciencia lo diga una y mil veces, está demostrado que eso no es óbice para desterrar una teoría sin base alguna y que se generó hace más de 25 años. Parece claro que siempre va a haber gente dispuesta a dudar de la versión oficial, aunque muchos de ellos luego no tienen cortapisas para otorgar veracidad a conjeturas sin base alguna.
La psicología ha intentado explicar el porqué de este fenómeno, que en la práctica es bastante transversal y no tiene nada que ver con la inteligencia del individuo. De hecho, al contrario de lo que la caricatura que se hace de ellos suele decir, los llamados conspiranoicos no son necesariamente gente inculta o con poca capacidad intelectual. Así lo afirmó un estudio liderado por la investigadora Shana Bowes y difundido por American Psychological Association (APA) en 2023.
Según explica dicha investigación, en la que se analizaron 170 estudios diferentes en los que habían participado 158.000 participantes, fundamentalmente de Estados Unidos, Reino Unido y Polonia, la gente que es más proclive a creer en teorías de la conspiración lo hace motivada por un deseo de comprensión del mundo o de inseguridad ante una realidad incierta y caótica. Es por ello que en momentos de crisis, como por ejemplo lo fue la pandemia de la Covid-19, suelen tener un repunte.
Algunos rasgos de la personalidad de las personas más proclives a creer en la conspiración son: antagonismo social, rasgos paranoicos, inseguridad, volatilidad emocional, impulsividad y desconfianza. No obstante, Bowes concluye que el pensamiento conspiranoico es muy complejo, y que en él influyen variables muy diversas que están enraizadas con la personalidad de cada individuo.
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