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Actualizado:Las últimas salas X de España fueron cerrando a lo largo de la última década. Ya no es un negocio rentable mantener locales en el centro de las grandes ciudades para ver proyectada una película porno en una sala oscura entre asientos pegajosos. Ni siquiera hace falta desplazarse al quiosco para pedir con pudor el Playboy o esconder debajo del colchón una colección de contraportadas del As. Ahora todo está al alcance de la mano con un click, gratis y desde el sofá de casa. Internet se ha convertido en el nuevo rey del consumo de pornografía. Tanto es así que el estudio Digital en 2019, realizado con datos de Alexa, refleja que las páginas Porhub (puesto18) y XVideos (19) están entre las 20 más visitadas de España.
Entre esos espectadores también hay menores. Se calcula que los niños se encuentran por primera vez con la pornografía a los diez años, según recoge el informe Menores e Internet: la asignatura pendiente de los padres españoles, elaborado por la plataforma Qustodio. Probablemente ni siquiera la buscasen deliberadamente en los primeros contactos. La publicidad con imágenes explícitas es frecuente. "Mamás dispuestas follar en su barrio" o "Chatea y consigue sexo con cerca de 500 mujeres" son algunos ejemplos de los pop-ups que saltan en páginas de descarga ilegal de archivos torrents, así que pueden asomarse a buscar la última película de la saga de Los Vengadores y encontrarse con una invitación de este tipo.
Se calcula que los niños se encuentran por primera vez con la pornografía a los diez años
También es muy habitual es que reciban las primeras muestras pornográficas desde el móvil de sus amigos. Casi el 90% de los menores de 10 años dispone de acceso a Internet y uno de cada cuatro tiene un móvil, según cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE). Youtube es la red social más utilizan. En cambio, el 60% de los españoles con hijos mayores de 12 años no supervisa el uso que hacen de la tecnología y sólo un 26% de las familias utiliza herramientas de control parental en nuestro país. "Con todas las tecnologías a su alcance no podemos dejar que sea el porno quien eduque a nuestros menores en cómo mantener relaciones sexuales", reivindica Lara Herrero, sexóloga y socióloga.
#ThePornTalk, una conversación pendiente
Erika Lust, además de ser realizadora de cine X, es también madre de dos hijas y decidió que la mejor manera de afrontar el asunto era tan simple como hablar con ellas. Fruto de su experiencia nació la web The Porn Conversation, desde donde anima a otros padres a que destierren los tabús. Cinco madres recogieron ese guante y protagonizan una miniserie de tres capítulos que ha emitido la cadena brtánica Channel 4: Mums make porn.
La producción dura doce minutos. Ha sido escrito, dirigido y editado por ellas, que también se han encargado del casting y del proceso creativo, a cargo de la productora Fireworks. En la primera entrega, se exponen a las escenas de porno gratuito porno más populares en Internet y sus reacciones rozan lo 'naíf'. Jane, una madre de una chica de 19 años, abandonó el proyecto después de contemplar una escena en la que una mujer practica el sexo con cuatro hombres al mismo tiempo. Un salto demasiado potente para alguien que nunca se había sumergido en el cine X. El resto opta por agarrar la flor por las espinas y se montan su propia producción de porno ético, con la ayuda de Lust.
Ruth González Ousset aventura que la iniciativa podría tener mucho de positiva: "Lo primero que se me viene a la cabeza con esa etiqueta fue el experimento de Cincuenta sombras de Grey que fue titulado como 'porno para madres' y que tanto éxito tuvo", recuerda. "Consiguió llenar todos los rincones de literatura erótica: metro, autobuses, consultas de dentistas… No puedo tildarlo de ridículo, habría que ver los resultados. El problema sería hacer porno hecho por madres pensando en las madres. Si le dan una visión sana, no coitocentrista ni falocéntrica sería todo un avance. Me encantaría verlo", dice con optimismo esta sexóloga y terapeuta.
Por el contrario, Sonia Encinas, sexóloga feminista, no tiene claro que las madres deban ser quienes elijan el porno para sus hijos: "Nuestra función es educar en los valores necesarios para que sean libres sexualmente, pero que no es nuestro papel el crear el contenido del que van a disfrutar. Eso es algo que deberán descubrir por sí mismos", estima. "Para mí es más interesante que haya profesionales feministas, que luchen por salirse del heteropatriarcado y del porno que muestra a las mujeres como objeto pasivo en vez de como sujeto activo", aclara.
La pornografía incide directamente en la educación sobre roles de género
Sin embargo, ambas coinciden en que la pornografía incide directamente en la educación sobre roles de género. Por eso, ya no es suficiente tener la charla sobre sexo: ahora hay que tener la conversación sobre porno. "En la asociación Dialogasex, nos hemos encontrado con chicos que tienen dudas por lo que han visto en películas X. «No me gusta agarrar a mi novia del cuello pero, ¿es verdad que les gusta a todas?», «¿Deberían gustarme los azotes en el culo y los pellizcos en la vagina?» y «¿qué hago si disfruto de una violación? son algunas de las preguntas que nos hacen", relata Herrero. "Si un chico que no ha recibido educación sexual accede a un vídeo donde se muestra a una mujer disfrutar de una práctica sexual violenta, existe la posibilidad de que asuma ese contenido como real y lo integre a su concepción sobre lo que es una relación sana", alerta la sexóloga Lara Herrero.
¿Saben de sexo tanto como creen?
La columnista y crítica de televisión Caitlin Moran comparte este mismo punto de vista en su libro Cómo ser mujer: “No es solo su educación sexual lo que los niños están sacando de la Red. Es también lo más recóndito de su sexualidad, algo que alimenta su imaginación al tiempo que incide en los aspectos prácticos”. Moran dedica gran parte de su obra a hablar de sexo, de hijos y de cánones, asuntos que, en teoría, no deberían resultar cruciales en el siglo XXI para mujeres que disfrutan de una sexualidad libre, pero... ¿realmente es así?
"Una buena parte de la población sigue politizando la sexualidad"
"Una buena parte de la población sigue politizando la sexualidad, asumiendo como legítimas determinadas prácticas, identidades y modelos de pareja, mientras criminalizan otras bajo la tiranía de la 'normalidad'", explica Herero. "Los estereotipos y roles de género continúan estando muy presentes. Muchos chicos y chicas siguen asumiendo que el hombre es el sujeto activo en el sexo. Lamentablemente, el porno no tiene la exclusividad sobre esta reproducción sexista", añade.
María Esclapez, sexcoach y terapeuta de parejas, se sitúa en esta misma línea. "No podemos culpar al porno de 'la cultura de la violación'. Estaríamos utilizándolo como cabeza de turco para evitar mirar un mal mayor: la falta de educación sexual", expone. Por esa razón cuestiona que el experimento de Channel 4 tenga utilidad: "La pornografía no es educación sexual ni pretende serlo, sean sus creadoras madres o el panadero de la esquina. El porno tiene su cometido, que es entretener y excitar, incluso puede servir como recurso en el tratamiento de las disfunciones sexuales en adultos, pero ya está. Vender este material como algo que educa es tratar de subirse al carro de una manera muy poco sutil", considera.
El cine X, un espectáculo poco realista
Delfina Mieville, sexóloga y socióloga experta en género y derechos humanos, compara la pornografía con fast food: "Estamos imponiendo un solo tipo de sexualidad a los chavales, muy visual, muy despegada de nuestra anatomía y se está estimulando poco la exploración. Con este modelo sucede lo mismo que con la comida rápida: no pasa nada por consumirla de vez en cuando, pero si es la base de la alimentación es bastante incompleta", sentencia.
Es muy difícil representar visualmente algo tan complejo como la sexualidad humana. Eso ha provocado que cada vez acudan a consulta más eyaculadores precoces. "La respuesta genital al porno es muy rápida. Implica la interacción de pocas partes del cuerpo, así que el cerebro no necesita procesar casi nada y desarrolla una respuesta adaptativa", cuenta Mieville. "Eso provoca que acaben con una sexualidad castrada. Es imposible llevar el guión pornográfico a la intimidad, los cuerpos no tienen nada que ver y acaba por erotizarse la violencia, de forma que solo les funciona el sexo 'fuerte' y se destierran las caricias", lamenta.
Ellos no son los únicos que experimentan esta "parálisis sexual". Durante tres años, la autora Peggy Orenstein entrevistó a chicas entre 15 y 20 años acerca de sus actitudes y experiencias sexuales. En su libro Girls & Sex: Navigating the Complicated New Landscape concluye que la mayoría se sentía con el derecho a participar del sexo, pero no tanto a disfrutarlo. También aborda el consumo de pornografía en esta franja de edad y denuncia el cosificación de la mujer en la industria del porno.
En un estudio de comportamientos sobre el porno más popular, cerca del 90% de las 304 escenas escogidas al azar contenían agresiones físicas contra las mujeres
"Observar a personas de apariencia normal comprometiéndose en un acto sexual que es consensuado y realista no tiene por qué ser dañino, puede ser una buena idea, pero eso no es lo que tiene en mente la industria del porno, que gana 97.000 millones de dólares a escala mundial. Sus productores solo tienen un objetivo: excitar a los hombres de la forma más efectiva y rápida posible para sacar provecho. Esto significa erotizar la degradación de la mujer. En un estudio de comportamientos sobre el porno más popular, cerca del 90% de las 304 escenas escogidas al azar contenían agresiones físicas contra las mujeres, que casi siempre respondían con neutralidad o con placer", figura en su obra.
La psicóloga y sexóloga Emma Ribas se remonta a 70 años atrás para encontrar referencias similares: "En 1949, Simone de Beauvoir ya dijo en su ensayo El Segundo sexo que «la mujer-mujer es un producto artificial que fabrica la civilización, como antes se fabricaban castrados: sus supuestos instintos de coquetería, de docilidad, se le insuflan como al hombre el orgullo fálico; él no siempre acepta su vocación viril; ella tiene buenas razones para aceptar menos dócilmente todavía la que se le ha asignado». En pleno siglo XXI, seguimos igual", lamenta. "Para muchos hombres, la pornografía marca unos objetivos a conseguir y, en lugar de estar pensando en la otra persona con la que practican el sexo, están pendientes de dichos objetivos: de su duración, de si fallarán, de si estarán a la altura… Como si fuese un acto para examinar", comenta sobre los casos que le llegan a la consulta.
"Los varones entran en un bucle de frustración y enfado, se cierran, se desconectan y dejan de mantener relaciones con sus parejas. Por su parte, la mujer acaba creyendo que solo puede llegar al orgasmo con la penetración y adopta un rol de sumisión, donde no pide, solo recibe, sin dar a conocer lo que le da placer" , añade.
Por esa razón, Ana Lombardía, psicóloga y sexóloga, valora la iniciativa de esta miniserie: "Es interesante crear un porno que muestre una idea de la sexualidad más cercana a la realidad, con una visión no machista del sexo, con menos estereotipos heteropatriarcales y que exponga una visión más saludable", considera. "Ver pornografía no tiene por qué ser malo. El porno crea fantasías que son perfectamente legítimas siempre y cuando se mantengan en nuestro imaginario, las mantengamos ahí y tengamos claro que llevarlas a la práctica podría dañar a otras personas", especifica.
La cultura de la violación tiene raíces profundas
Esta regla parece fácilmente aplicable, pero algunos individuos tienen problemas para fijar los límites entre la realidad y la ficción. "Las personas aprendemos a vivir nuestra sexualidad y la desarrollamos fijándonos en ejemplos de nuestro entorno. Si, por ejemplo, nuestro grupo alaba las violaciones en grupo, mostrándolas como varoniles, poderosas y excitantes, aprenderemos que lo son y aumentan las posibilidades de que se conviertan en algo deseable para nosotros", desarrolla Lombardía. "Por tanto, es fundamental educar a la población en que no todas las fantasías tienen por qué ser llevadas a la práctica", puntualiza.
"El impacto que tiene el porno sobre los menores es mucho más profundo que para un adulto"
La médica y sexóloga clínica, Francisca Molero, pone el acento en los riesgos que supone la exposición a este material a edades muy tempranas. "El impacto que tiene el porno sobre los menores es mucho más profundo que para un adulto, ya que están en pleno proceso de maduración personal. Además de su desarrollo psicoevolutivo hay que tener en cuenta que las imágenes afectan de forma muy diferente a cada individuo según su biografía y sus aprendizajes", obverva aunque, en su opinión, el porno clásico tiene los días contados. "Ya se habla de post porno. Los estímulos y las fantasías ya están cambiando", señala.
Esa transformación llega, entre otras razones, por un cambio en los hábitos de consumo. "El porno necesita una revisión de su enfoque muy urgente y cabría preguntarse si al final nos venden lo que queremos consumir", plantea Encinas, especializada en trabajo con mujeres. "Si sigue habiendo millones de personas que consumen un porno violento, machista y racista, la industria seguirá creando ese contenido. Por eso, como consumidores tenemos mucho poder, y para poder cambiar esta tendencia se debe educar sexualmente desde la infancia de forma ética, feminista", defiende.
Las claves de un 'buen' porno
Esclapez destaca la emergencia de porno ético: "Es lo más desarrollado que hay en el mercado y lo más cercano al modelo real. Puede representar mejor algunos valores como la igualdad, la tolerancia y el respeto, pero sigue sin ser real al 100%", advierte. "No podemos olvidar que los que realizan la escena son actores que están súper preparados para ese trabajo. Incluso el porno amateur es ficción, dado que quienes realizan la toma están bajo el efecto del observador, que interviene en la conducta y el resultado final", agrega.
La respuesta genital al porno es muy rápida. El cerebro no necesita procesar casi nada y puede provocar eyaculación precoz
Con estos ingredientes sobre la mesa, para estas sexólogas, una buena película porno sería aquella en la que los actores han trabajado en condiciones dignas e igualitarias. "Me viene a la cabeza una escena de Lust donde una pianista está tocando una pieza de música y se acerca un hombre y mientras ella toca el piano, él la comienza a hacer sexo oral. ¡Maravillosa escena!", comenta Ruth González, que reclama más ejemplos de películas donde los roles se inviertan.
Puestos a pedir, Lara Herreros apostaría por material que contemple la diversidad: "Sería genial encontrarse con cuerpos, modelos de belleza y edades muy diferentes. Mujeres con la menstrución, hombres con vulva, uso de métodos anticonceptivos... Queremos ver relaciones entre iguales, deseadas, responsables y consentidas", concluye. Eso, también pone.
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