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Aceite de palma El uso del biodiésel de palma aumenta en Europa, pese al impacto ambiental

España es el principal productor de biocarburantes del continente, cuya fabricación a base de palma o soja conlleva la deforestación de miles de hectáreas de selva.

Emmanuel Adou, un granjero de Costa de Marfil, mira a un dron rociando su plantación de palma aceitera en Tiassale, en el norte de Abidjan, Costa de Marfil. (REUTERS)

alejandro tena

Grasa de palma, palmiste, estearina de palma, elaeis guineensis... La lista de nombres para referirse a este aceite es larga. Su nombre puede resultar conocido por la presencia común que tiene en determinados productos de la industria alimentaria, sin embargo, el mayor número de importaciones que llegan a Europa tienen que ver con la industria del automóvil y, concretamente, con el desarrollo de biocombustibles. Tras su producción, una huella ecológica que arrasa a su paso árboles y animales, y libera altas cantidades de CO² a la atmósfera.

Pese a ello –y aunque la UE ha propuesto prohibir este carburante en 2021– los datos de Oilworld recopilados por Transport&Environment (T&E) esta semana muestran que el uso del biodiésel de palma ha aumentado en el último año, lo que confirma una tendencia peligrosa para el planeta. El incremento, del 3% respecto a 2017, revela, además, que la Unión Europea destina dos tercios de este tipo de grasa a la quema de combustible, lo que propicia que haya que añadir las emisiones de CO2 generadas al rastro ecológico que deja este producto en las selvas de América. 

Mientras el palmiste incrementa su presencia en Europa a través de los biocombustibles, el sector alimenticio parece haber optado por dejar de utilizarlo en sus productos. Tanto es así, que, según los datos publicados por la ONG europea T&E, los artículos de supermercado con este aceite han disminuido en un 11% durante el último año.

En cualquier caso, la tendencia de los últimos años apunta a un incremento del aceite de palma en Europa, que ha pasado de las 825.000 toneladas importadas en 2008 a los 4 millones de toneladas que llegaron al continente durante el último año. "Esta es una tendencia de una década que empeora cada año. Muestra claramente que la deforestación importada por el consumo de aceite de palma en Europa se debe principalmente a la política de biocombustibles", apunta Laura Buffet, responsable de Energía de Transport&Environment.

Este incremento, además, deja a España a la cabeza a la producción europea de biocombustibles de palma, ya que es responsable del 43%, según recoge el informe. "Somos líderes en biodiésel y el Gobierno no está haciendo nada para cambiarlo y frenar las emisiones", denuncia Miguel Ángel Soto, portavoz de Greenpeace. 

"Si el Gobierno español asegura que la transición energética es un eje prioritario deberá adquirir compromisos reales para eliminar el aceite de palma y soja del biodiésel en el mercado de biocarburantes", añade Rosalía Soley, coordinadora de la campaña de biodiésel de Ecologistas en Acción.

Esos 4 millones de gasto en importación publicados por Oilworld son un fiel reflejo de las contradicciones políticas de la Unión Europea. Así lo entienden desde Ecologistas en Acción que señalan como este gasto –que incide en la deforestación a través de plantaciones de palma y soja– contrasta con la inversión de 3,4 millones de euros que hace el organismo continental en la protección de la naturaleza.

"El prefijo 'bio' nos hace pensar que no es contaminante, pero la realidad es que sí"

La suerte de apogeo del consumo europeo de biocombustibles de palma viene de 2009, cuando la Unión Europea aprobó la directiva de Energías Renovables en la que obligaba a los países de la zona a rebajar sus emisiones en transporte. En ese momento los carburantes "bio" tuvieron un alza que dura hasta nuestros días, ya que se interpretó que estos podrían ser una herramienta útil para frenar la crisis climática. 

Sin embargo, estos carburantes –compuestos de grasa de palma o de soja– se han presentado como uno de los grandes lastres ecológicos de la actualidad, ya que su producción requiere la tala masiva de bosques y selvas para la siembra de estas plantas, lo que genera multitud de problemas medioambientales y sociales. Además de la pérdida de la biodiversidad de la zona, el monocultivo de soja y palma puede conllevar un aumento de los precios de determinados alimentos. 

La producción de biocarburantes es "tres veces más contaminante, en el caso del diésel de palma, que la producción de combustibles fósiles, y dos veces más en el caso de la soja", apunta Soley. El proceso de deforestación arranca "un pulmón" de la selva importante que al ser eliminado libera a la atmósfera una gran cantidad de emisiones de dióxido de carbono CO2. "El prefijo 'bio' nos hace pensar que no es contaminante, pero la realidad es que sí", añade la experta de Ecologistas en Acción.  

Si la extracción de hidrocarburos convencionales –gasolina y diésel– conlleva la emisión media de 94,1 gramos de CO² por megajulio (gCO²/MJ), la producción de palma tiene unas emisiones de 285 gCO²/MJ, según detalla el informe Globiom de 2016. Estos datos, han provocado que Europa haya empezado a actuar para limitar su producción y su importación. Sin embargo, desde Ecologistas en Acción denuncian que ahora se trata de dar un mayor peso a la producción de carburantes bio compuestos de soja, los cuales generan unas emisiones medias de 200gCO²/MJ.

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