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Más allá del sabotaje del Nord Stream: cómo las fugas de metano calientan el planeta ante la pasividad de los gobiernos

La industria fósil emite cada día el mismo metano que el liberado tras el sabotaje del Nord Stream.

Las burbujas de gas de la fuga Nord Stream II alcanzan la superficie del Mar Báltico, cerca de Bornholm, Dinamarca.
Las burbujas de gas de la fuga Nord Stream II alcanzan la superficie del Mar Báltico, cerca de Bornholm, Dinamarca. REUTERS

El pasado 26 de septiembre las autoridades danesas identificaban varias fugas de gas en las tuberías submarinas del Nord Stream I y II. Desde entonces, el gas se ha dejado ver en la superficie del Mar Báltico con una ebullición asombrosa de unos 30 metros de diámetro. Este sabotaje –del que todavía no se han esclarecido responsabilidades– ha dejado al descubierto uno de los problemas invisibles de la crisis climática: las emisiones de metano (CH4).

"El metano es mucho peor que el CO2 porque es mucho más fuerte para atrapar el calor", explica a Público Jasmin Cooper, investigadora asociada en el Instituto de Gas Sostenible (SGI) del Imperial College de Londres. Este gas tiene un potencial para el calentamiento de la atmósfera hasta 80 veces más alto que el del dióxido de carbono. "Todavía no sabemos cuánto gas se ha filtrado de las tuberías, pero es probable que se trate de la mayor fuga de metano de la historia, mucho más grande que la de Alison Canyon (EE.UU, 2015) y que los eventos de emisión de metano encontrados por Kayrros", agrega la experta. 

Las estimaciones realizadas por el Gobierno alemán hablan de que, en total, las fugas de Nord Stream terminarían liberando a la atmósfera unas 300.000 toneladas de metano. Si bien esta fuga está llamada a ser una de las más impactantes de la historia reciente, es solo una pequeña mota en el conjunto de gases metaneros que cada día se liberan a la atmósfera. Tanto es así que la industria petrolera y gasista libera cada año 80.000 millones de toneladas de CH4 al año, según los datos de la Agencia Internacional de Energía. Es decir, una media de 220.000 toneladas de metano al día.

Dicho de otro modo, de manera sistemática la industria fósil emite diariamente–con fugas intencionadas para rebajar la presión de infraestructura y con fugas accidentales– la misma cantidad de metano que la que se ha liberado con el sabotaje del Nord Stream, tal y como comparaba la agencia Bloomberg este lunes. 

"Obviamente es una situación catastrófica porque se está liberando una cantidad importante de metano en un mismo sitio, con un impacto ambiental elevado para la zona. Pero sí se pone en perspectiva, es algo relativamente pequeño en comparación con las fugas diarias a nivel global", manifiesta Marina Gros, portavoz de Ecologistas en Acción, que, en el caso de las roturas del Nord Stream, pone el foco en las consecuencias directas que puede tener para la fauna y flora marina del Báltico. "No sabemos si el vertido puede ayudar a que las bacterias metanófilas se reproduzcan y se propaguen por el agua, pero lo que sí es seguro es que a nivel local se va a desplazar el oxígeno del agua y eso va a tener un efecto negativo en las poblaciones de peces y algas del entorno", agrega la conservacionista. 

Un gas fósil subestimado por las políticas públicas

Las emisiones de metano, muy vinculadas a la extracción y transporte de combustibles fósiles, son uno de los mayores problemas climáticos a resolver. Según los cálculos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), este gas ha contribuido a cerca del 30% del calentamiento de la tierra generado por el ser humano respecto a las temperaturas preindustriales. Sin embargo, apenas existen políticas publicas destinadas a atajar su impacto y reducir su presencia en la atmósfera. 

El metano ha contribuido a cerca del 30% del calentamiento de la tierra provocado por el ser humano

"Existen políticas, iniciativas y alianzas internacionales para limitar las emisiones de metano, por lo que hay algo de interés sectorial y corporativo, así como a nivel de Gobierno. Sin embargo, la atención sobre el metano ha sido bastante reciente, desde el Acuerdo de París en 2016, por lo que hay una brecha importante en comparación con otros acuerdos y políticas que limitan las emisiones de CO2 a nivel mundial", argumenta la experta del Imperial College de Londres. "Muchas políticas a nivel nacional abordan este tipo de emisiones desde una perspectiva de seguridad o de coste económico y abordar el problema del metano desde una perspectiva ambiental es bastante nuevo. Pero es probable que veamos más países introducir políticas para limitar el metano desde una perspectiva ambiental", agrega.

En España, la Ley de Cambio Climático, una legislación ambiciosa aprobada en 2021, avanza objetivos claros para reducir las emisiones de CO2 del país. Sin embargo, el texto no introduce en ninguna ocasión metas para rebajar la aportación de metanera a la atmósfera. A escala global, el más reciente de los acuerdos tuvo lugar en la Cumbre del Clima de Glasgow (COP26), con una treintena de países que fijaron un compromiso de recortar un 30% las emisiones de CH4 de cara a 2030

"En líneas generales, los pocos objetivos que se fijan son muy pobres. Pero el primer problema que tenemos es que no hay una cuantificación real de las emisiones que se producen en toda la cadena de suministro", apunta Gros. Un ejemplo claro de esta falta de datos son las emisiones domésticas que no se registran. Según un estudio de la Universidad de Stanford, en torno al 1,3% del gas utilizado por las estufas de los hogares de California podría liberarse por pequeñas fugas que, además, tienen un efecto perjudicial para la salud humana.

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