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El sabotaje a los gasoductos Nord Stream entierra una posible vía de acuerdo en Ucrania

El daño corta de raíz la principal conexión energética entre Europa Occidental y Rusia. La reanudación de esa cooperación era un argumento para trabajar en un acuerdo de paz en Ucrania. Ahora ya no existe ese pretexto.

Imagen un guardia se seguridad frente al gasoducto Nord Stream 2-19/09/2022
Un guardia de seguridad, frente al gasoducto Nord Stream 2. Fabrizio Bensch / REUTERS

La guerra del gas, paralela a la guerra de Ucrania, ha entrado en un nuevo estadio con el aparente sabotaje que ha causado cuatro fugas en los gasoductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2. Aunque el flujo de gas por este sistema de tuberías que cruza el Báltico desde Rusia a Alemania se había detenido por el conflicto, ambos conductos seguían siendo claves para un futuro abastecimiento de combustible a Europa Occidental. La guerra los había convertido en instrumentos de chantaje por parte de Rusia, pero también en receptores de las amenazas de Estados Unidos, siempre celosa de cualquier cooperación energética europea con Moscú.

Europa y Rusia, los perjudicados por el fin de los Nord Stream

La principal perjudicada por la inutilización de los gasoductos Nord Stream 1 y 2 es Europa Occidental, que ve cortada de raíz una fuente de gas que, con pocas dudas, se habría vuelto a utilizar en caso de terminar a corto o medio plazo el conflicto, aunque con una fuerte reducción en las compras para evitar de nuevo la enorme dependencia del combustible ruso que había antes de la guerra.

Rusia aparece como otro posible damnificado, no solo por los miles de millones invertidos en ambos gasoductos, con la estatal Gazprom a la cabeza de los inversionistas, y ahora volatilizados. El asunto va del dinero que Rusia habría recibido si, tras un eventual armisticio, se hubieran reanudado los bombeos, especialmente a Alemania. Al menos hasta que funcionen en este país todas las plantas de transformación del gas licuado ahora recibido de Estados Unidos y otros suministradores.

Para un Estado, Rusia, que podría tardar años en recuperarse de los efectos de las sanciones internacionales, debería ser inaceptable la pérdida de dos fuentes importantísimas de divisas, aunque las ventas de gas se vieran reducidas de manera drástica. Es un grave error fijarse solo en el momento actual de extrema confrontación y en el maremágnum inmediato provocado por el sabotaje. Salvo que se fragmenten o sean engullidos por los Estados vencedores, los países superan los periodos de conflictos armados y buscan las formas de superar los desastres de la guerra. Rusia también lo hará.

Antes de que se produjera la invasión de Ucrania por Rusia el pasado 24 de febrero, el Nord Stream 1 contribuía a satisfacer más de la mitad de las necesidades de gas de Europa Occidental. El Nord Stream 2 aún no había entrado en operación, pero se esperaba que el gas natural ruso que fluiría por este gasoducto podría alimentar con gas a las calefacciones de 26 millones de hogares europeos y a rebajar los altos precios del consumo energético en Europa.

Entre ambos gasoductos, Rusia podría haber enviado a Europa cerca de 110.000 millones de metros cúbicos de gas anuales. Es decir, más de una cuarta parte de todo el gas que alimenta las industrias y los hogares europeos cada año.

Estados Unidos, dispuesto a frenar también el gas ruso

En la cumbre que la OTAN celebró en Madrid el pasado mes de junio se definió a Rusia como un enemigo de Occidente y "la amenaza más directa e importante para la seguridad, la paz y la estabilidad en el área euro-atlántica". Se seguían así las directrices de la Administración del presidente estadounidense, Joe Biden, para convertir a Moscú en un paria de la sociedad internacional por la invasión de Ucrania y su desafío a la seguridad en Europa marcada por la Alianza Atlántica.

El pasado 7 de febrero, apenas unas semanas antes de que comenzara la guerra, Biden mencionó muy claramente al Nord Stream 2 en una rueda de prensa en la Casa Blanca junto al canciller alemán, Olaf Scholz. El presidente estadounidense fue expedito: si Rusia invade Ucrania, "no habrá más Nord Stream 2. Nosotros acabaremos con él". Y agregó contundente: "Créanme, somos capaces de hacerlo". Biden parecía estar recordando algún plan de acción que alguien le pudo haber mostrado en el Pentágono o en Langley.

A pesar de la guerra, Europa seguía comprando gas a Rusia

Pese a estas amenazas, el trasiego del gas ruso por el Nord Stream 1 (el 2 nunca llegó a ponerse en marcha) continuó en medio de la guerra, con el pago de miles de millones de euros que el Kremlin utilizó para mantener su ofensiva ucraniana.

Justo antes de que Rusia cerrara la espita de su gas hacia Europa, en lo más crudo de la guerra, Moscú ingresaba un 89% más que un año atrás por la exportación de sus hidrocarburos a la UE. Solo cuando en agosto Rusia decidió cortar todo suministro de gas por el Nord Stream 1 como respuesta a las sanciones, ese flujo concluyó. Aunque las malas lenguas insistían en que seguía llegando gas ruso a los puertos alemanes en grandes buques cisterna.

Y llegó el gas licuado estadounidense

Al tiempo que se reducía la entrada de gas ruso a Europa Occidental, se incrementaba la llegada de gas licuado, sobre todo estadounidense, aunque también de países de Oriente Medio, especialmente de Qatar. Un gas más difícil de manejar, por la falta de plantas de procesado en buena parte de Europa. Estados Unidos, el mayor exportador de gas del mundo, impuso además sus precios, mucho más elevados que el combustible ruso. ¿Beneficiarios del fin de los gasoductos gemelos Nord Stream? Pues tal vez los exportadores y productores de gas estadounidenses. Y algunos otros.

Justo después de que se conociera el sabotaje del sistema Nord Stream, se inauguraba esta semana el Gasoducto Báltico o Baltic Pipeline. Este sistema trasegará gas desde los yacimientos de gas noruegos en el Mar del Norte hasta Polonia y a través de Dinamarca. Las tres repúblicas bálticas (Lituania, Letonia y Estonia), profundamente antirrusas, también podrán beneficiarse del gas noruego.

A los polacos tampoco les gustaba el Nord Stream 2

Ya había gasoductos rusos que llevaban el gas a Alemania a través de Ucrania y Polonia. En el caso polaco, aunque el gas fuera ruso, esto no impedía que cobrara unas tasas altísimas a sus socios europeos por el trasiego. El Gobierno de Varsovia nunca pudo soportar que los cancilleres alemanes, primero Gerhard Schröder y después Angela Merkel, fueran defensores a ultranza del Nord Stream 2. No consideraban, como Polonia, que fuera un elemento de dependencia de Rusia, sino de cooperación.

Los polacos siempre vieron al Nord Stream 2 como un elemento de riesgo para la seguridad de Europa Central y Oriental. No es de extrañar, pues, que las miradas suspicaces alemanas se hayan multiplicado estos días hacia Varsovia, por otra parte el aliado más incondicional de Washington en Europa.

Estados Unidos y Europa dicen que sospechan, pero no acusan

Lo curioso es que, pese al mal ambiente entre Rusia y Occidente por la guerra de Ucrania, ni Estados Unidos ni la Unión Europea ni la OTAN se han atrevido en bloque a acusar a Moscú de haber cometido los sabotajes. Han denunciado que fue "un acto deliberado", pero no mencionaron la mano negra del Kremlin detrás. Algo que, en cambio, muy buena parte de los medios de prensa occidentales sí se han apresurado a hacer, citando incluso al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, como extraño denunciante.

Los partidarios del atentado ruso subrayan la intención de Moscú de causar caos en el ámbito energético europeo y así disparar si cabe más los precios. Da igual que ese caos lo provoque Rusia destruyendo su propio patrimonio y arruinando una importante fuente de ingresos para el futuro.

También ignoran que las zonas donde se produjeron los sabotajes están bajo vigilancia de la OTAN, en las zonas económicas exclusivas de Dinamarca (miembro de la Alianza) y Suecia (acaba de ser aceptado en la organización). La presencia sigilosa de submarinos, lanchas con submarinistas o incluso de drones enemigos dejaría en muy mal lugar a la OTAN en un área tan sensible.

Rusia sí acusa y pone nombres

En su discurso del viernes sobre la anexión de los territorios ocupados en Ucrania, el presidente ruso, Vladímir Putin, calificó el daño ocasionado los gasoductos como "un ataque terrorista internacional". Putin también puso nombre y apellidos a los supuestos perpetradores, al igual que ya habían hecho su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, o el secretario del Consejo de Seguridad, Nikolái Patrushev. Ambos apuntaron a Washington como beneficiario principal de la acción.

"Las sanciones no son suficientes para los anglosajones. Han pasado a un sabotaje increíble. Y esto es un hecho, pues han preparado esas explosiones en los gasoductos internacionales de Nord Stream", afirmó Putin.

También se pronunció en Moscú el Servicio de Inteligencia Exterior, el SVR, uno de los grupos de espionaje en los que se dividió la antigua KGB. "Ya tenemos material en nuestras manos que apuntan al rastro occidental en la organización y puesta en marcha de este ataque terrorista", dijo el jefe del SVR, Serguéi Narishkin.

De momento, Moscú ha pedido una investigación internacional y que el asunto sea llevado al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

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