Madrid
Ya hemos celebrado muchas veces los aniversarios de los grandes hitos de la Red. Pero detengámonos en un momento crucial; cuando el programador junior Charles Kline intentó enviar un mensaje de texto desde un ordenador en la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), a otro en el Instituto de Investigación de Stanford, a más de 500 kilómetros. Del sur al centro de la costa Californiana. Algo salió mal: la conexión era inestable y en lugar de transmitir la parabra LOGIN el sistema ser bloqueó y sólo llegó 'LO'.
Eso sucedió el 29 de octubre de 1969 por la noche, hace ahora 50 años, y supuso el primer paso real de lo que terminaría siendo la red de comunicaciones más grande de la historia humana, Internet.
"Sabíamos que estábamos creando una nueva tecnología importante que esperábamos que fuera útil para un segmento de la población, pero no teníamos idea de cuán verdaderamente trascendental era un evento", dijo más tarde Leonard Kleinrock, supervisor de Kline, citado por New Scientific.
Kleinrock estaba al frente del equipo de ingenieros de la UCLA que por primera vez conectó un ordenador a un servidor del Gobierno del programa Advanced Research Projects Agency (ARPA), el 2 de septiembre del mismo año, que sería el inicio de ARPANET.
A partir de ahí, arranca una apasionante historia mil veces contada, según la cual la red militar ARPANET terminó en manos de científicos que supieron abrir esta red descentralizada al mundo; hoy más de la mitad de los habitantes del planeta utilizan la Red.
Medio siglo han dado para mucho: todo ha cambiado y se ha acelerado, la red ha amplificado el poder de la información y las consecuencias de las crisis económicas y sociales. Podemos acceder a millones de datos, pero también estamos más expuestos que nunca. Nos vigilan e intentan controlarnos.
Varios hitos a lo largo de estos 50 años han modelado lo que hoy utilizamos en nuestras pantallas, desde el móvil al reloj pasando por el ordenador y el televisor. La irrupción del protocolo TCP/IP (creado por Vinton Cerf y Robert Kahn), que ponía orden y estándares en la trasmisión de los paquetes de datos en las redes, y de la estructura de la WWW (ideada por Tim Berners-Lee) fueron los detonantes de su inmensa popularización.
En Internet, gracias a una cultura ya perdida de colaboración, confianza y ética, se iban cumpliendo parcialmente utopías inimaginables para el ser humano de mediados del siglo pasado, en forma de aplicaciones tal útiles como el correo electrónico, fenómenos como el contenido generado por el usuario, funciones como el intercambio de archivos entre pares, Napster, YouTube, las redes sociales, etc.
En este artículo de The Conversation se mencionan además otros dos hechos cruciales: el nacimiento de ICANN (que asigna nombres de dominios a las direcciones de internet, que son nímeros) y los primeros ciberataques con resultados en el mundo real (especialmente el virus Stuxnet, diseñado para interferir en sus sistemas de control de Siemens para centrales nucleares en Irán). La ciberguerra lleva con nosotros ya más de una década.
Mientras, hace apenas cuatro años el mundo descubrió cómo los gobiernos y las corporaciones se dedican a extraer datos de forma masiva y descontrolada con oscuros fines —desde la predicción de comportamientos sociales hasta los intentos de manipulación informativa mediante la adaptación y personalización extrema de los mensajes—, hoy aparentemente todo sigue igual.
Tal y como dice la periodista e investigadora Marta Peirano en este imprescindible artículo para El País, quizá la solución a este problema sea volver a la esencia descentralizada de Internet que diseñara Paul Baran en los años 70 para asegurar su resiliencia: "Una Red distribuida donde la soberanía está repartida entre todos los usuarios que la forman".
Porque la recentralización de la red en manos de unos pocos gigantes (Google, Alphabet, Microsoft, Apple, Alibaba, etc), su colaboración con algunos gobiernos que han demostrado muy pocos escrúpulos en lo que a la privacidad individual se refiere, e incluso la existencia de regímenes que usan intensivamente la tecnología para vigilar y someter a sus ciudadanos, no es cosa del futuro: está pasando ya, y mucho más cerca de lo que creemos.
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