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Basura nevada Madrid La basura acumulada en Madrid tras el temporal vuelve a poner al descubierto el leonino contrato firmado por Ana Botella

Las asociaciones vecinales piden un mejor servicio y acusan al Ayuntamiento de falta de previsión tras una tormenta de nieve que sigue acumulando basura. Los sucesivos recortes de tasas han llevado a que en apenas dos años el Consistorio dejará de ingresar más de 130 millones de euros en impuestos de basuras y bienes inmuebles.

Contenedores llenos de basura en la Calle Santa Virgilia al frente del metro parque de Santa María (Madrid), este miércoles.
Contenedores llenos de basura en la Calle Santa Virgilia al frente del metro parque de Santa María (Madrid), este miércoles, a las 18.00 horas. Lucía Franco

Carlos, que prefiere no dar su nombre real por temor a represalias en su empresa, no recuerda haber trabajado nunca bajo condiciones tan difíciles. Empleado del Ayuntamiento en recogida de residuos, cada fin de semana recorre junto con su camión de basura la zona norte de Madrid. El pasado viernes 8 de enero, tras una nevada como se recuerdan pocas en la capital, no pudo hacerlo. Parecía entendible. Después de todo, aunque los expertos llevaban semanas avisando de los estragos que podía causar en España el temporal Filomena, pocos imaginaban una tormenta así. Lo prudente en aquellas primeras horas era preservar la salud de los trabajadores y esperar. En Madrid, los basureros no pudieron actuar hasta el lunes por la tarde, tres días después de iniciada la tormenta.

Los problemas de verdad llegaron una semana después, cuando Carlos no solo se topó en su turno de fin de semana con una basura que se acumuló a lo largo de siete días, sino que además encontró muchas de las calles de su zona (algunas especialmente anchas, pertenecientes a barrios nuevos y residenciales) cubiertas todavía por la nieve y el hielo. Armados solo con una pala, tuvieron que ser los propios operarios los que abrieran camino a los vehículos de recogida de residuos, que a duras penas llegaban a los puntos de control.

"En dos días solo pudimos recoger lo que en una jornada normal hubiésemos recogido en tres o cuatro horas. Por el volumen de basura que había y por lo difícil que era pasar. Aquello era un suicidio", cuenta Carlos, cuya principal preocupación durante aquellos días fue esquivar el hielo traicionero que se acumulaba en torno a los contenedores y que a más de un compañero le costó la fractura de algún hueso. "Yo me caí un par de veces. No me rompí nada porque tuve mucha suerte. Lo ideal hubiese sido contar con más compañeros y con unas máquinas quitanieve que nos fuesen abriendo el paso. Muchos hemos tenido que doblar turnos".

Con las rutas divididas en varios camiones, es decir, con varios vehículos recogiendo durante días lo que normalmente solo tiene que recoger uno, la consigna dada a los trabajadores era clara, cuenta Carlos: "Había que limpiar lo que se pudiera y en las condiciones en que se pudiera. Durante muchos días no se ha podido recoger la basura atendiendo al tipo de residuo". La renuncia del Ayuntamiento al reciclaje fue precisamente algo denunciado por los vecinos desde principios de semana. Lo hicieron a través de vídeos movidos por redes sociales en los que se veía a los camiones de basura juntando residuos procedentes de contenedores de todos los colores.

Fuentes del Consistorio, sin embargo, afirmaron durante más de una semana desconocer qué pudo pasar con el reciclaje en la ciudad en los días posteriores a la tormenta y atribuyeron estas imágenes a una posible manipulación. Este viernes, sin embargo, el Ayuntamiento ha confirmado que el esfuerzo de los vecinos por reciclar en mitad de la tormenta fue en vano. Tras la junta de Gobierno, el Consistorio ha reconocido que los camiones no pudieron acceder a muchas de las calles y se ha justificado aduciendo que muchos residuos estaban ya mezclados en el momento de ser recogidos, algo que las asociaciones vecinales niegan con rotundidad.

Basura en la calle de Castelló, en el barrio Salamanca (Madrid).
Basura en la calle de Castelló, en el barrio Salamanca (Madrid), este miércoles a las 16.30 horas. Luis Cueto

Por el contrario, en otros municipios de la Comunidad de Madrid, como Alcorcón, sí se pudo mantener el sistema de recogida de reciclaje. "La mayor diferencia en la forma de enfrentarnos a este problema es que nosotros sí tenemos una empresa municipal del Ayuntamiento que es 100% pública. Esto hizo más fácil organizar un plan especial para esta nevada", afirma el teniente de alcalde de Alcorcón y presidente de la empresa pública Esmasa, Jesús Santos, que trabajó como recogedor de residuos durante 14 años y sabe de primera mano lo difícil que han llegado a ser para los trabajadores estos días enfrentándose a la nieve. La emergencia obligó a renegociar los servicios, pero el reciclaje no se abandonó nunca. "Nadie se podía imaginar que la ciudad iba a quedar arrasada, pero sí teníamos una previsión que permitió que el domingo en Alcorcón ya entraran las máquinas quitando nieve", asegura Santos.

El reciclaje no ha sido la única actuación polémica del Ayuntamiento desde la llegada de Filomena. El 8 de enero, tras toda una vida en el barrio, Félix López-Rey, concejal de Más Madrid y presidente de la asociación de vecinos de Orcasitas, barrio ubicado en el sur de Madrid, hizo memoria y rápidamente se dio cuenta de que la situación era grave: hacía muchas décadas que no caía tanta nieve durante tanto tiempo en la zona.

La respuesta que recibió, sin embargo, cuando pidió al Ayuntamiento que mandara efectivos de limpieza, fue que se limitara a quedarse en casa y a esperar a que escampara. "No podía hacer eso. Aquí hay muchos negocios que viven de lo que generan en el día y no pueden permitirse cerrar", explica. En cuanto le fue posible, organizó una batida de unos 60 vecinos que con palas, picos y rastrillos trabajaron sin descanso durante horas para abrir caminos a las casas y los establecimientos. "Fue un riesgo, pero viendo cómo estaba luego el resto de Madrid, me alegro de haberlo hecho. Evitamos que aquí la situación fuera incluso peor", explica López-Rey.

La sensación que cunde entre los vecinos, explica el concejal, es la de haber sacado las castañas del fuego al Ayuntamiento, que desde comienzos de semana aseguró que la ciudad volvería a la normalidad en apenas un par de días. "Es mentira que la situación esté controlada. Más de 10 días después sigue habiendo capas invisibles de hielo y tenemos constancia de al menos dos vecinas con fracturas debido a las caídas. Y por aquí durante muchos días no ha pasado ni un basurero. Pagamos por un servicio que no nos prestan", zanja López-Rey.

Un sentimiento parecido se ha extendido durante días entre los miembros de la asociación de vecinos Puerta del Ángel, barrio situado en el distrito de La Latina, en el sureste de la capital. "No digo que los vecinos no debamos ayudar, pero no entendemos que no se hayan puesto medios mucho antes. El barrio ha quedado hecho un desastre", relata Ángel Vales, portavoz de una asociación que desde su constitución hace apenas dos años ha encontrado en la cuestión de la suciedad del barrio uno de sus principales caballos de batalla. "Somos un barrio denso, de calles estrechas, y tenemos la sensación de que nunca se ha limpiado lo suficiente. Hay puntos, como la calle Juan Tornero, que están sucios sistemáticamente".

Jordi Gordon, presidente de la asociación de vecinos SOS Malasaña, hace también una enmienda a la totalidad: "Ha sido vergonzoso que se haya tardado tantísimo en reaccionar. No ha habido un plan de gestión eficaz. En nuestra zona solo había un punto de recogida de sal. Un punto de recogida para 130.000 personas. En cualquier ciudad, algo así sería un escándalo", afirma, al tiempo que subraya el esfuerzo de los vecinos por aliviar la situación y apunta hacia un problema estructural con la limpieza de las calles del centro: "Las empresas concesionarias no se están adaptando a las características de la zona. No se actúa con arreglo a lo que se ensucia en una zona tan turística. Al próximo contrato de limpieza le pido que aborde los problemas de suciedad del centro de manera específica".

Lejos de ser un brindis al sol, estas peticiones de los vecinos alcanzan un significado especial este año, cuando llegan a su fin los contratos de limpieza de la ciudad firmados por la exalcaldesa Ana Botella en 2011 y la ciudad debe negociar unos nuevos acuerdos con las empresas concesionarias. Se trata de una misión para la que ha quedado al frente, además del propio alcalde Martínez-Almeida, Borja Carabante como delegado de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Madrid, un cargo al que ha accedido tras haber sido desde 2016 consejero delegado de Metro.

Contenedor lleno de basura en Puerta del Ángel (Madrid).
Contenedor lleno de basura en Puerta del Ángel (Madrid). Asociación de vecinos Puerta del Ángel

Esta labor le obligó a gestionar el problema del amianto, un material cancerígeno prohibido en Europa desde 2003 y que hasta 2018 campó a sus anchas por los vagones y las estaciones del suburbano madrileño. Aún hoy, sindicatos como SCMM, que aglutina a la mayoría de maquinistas de Metro de Madrid, tildan la actuación de Carabante como "desastrosa" y le acusan de haberse preocupado más de datos como la obtención del récord de viajeros que de la salud de unos trabajadores entre los que ya había graves enfermos de cáncer de pulmón. En apenas un par de años, la gestión de Carabante fue objeto de más de medio centenar de huelgas de empleados que pedían su dimisión.

Un problema económico

Pero el problema de la limpieza de Madrid va más allá de la persona encargada de redactar los pliegos. Detrás de todo, como suele suceder, está la economía. Todo se remonta a la época de la exalcaldesa Botella, que en 2011 firmó para los siguientes diez años un acuerdo de limpieza a la baja para un Ayuntamiento de Madrid ahogado entonces por las deudas heredadas del faraónico proyecto de Gallardón de convertir Madrid en ciudad olímpica. El resultado de aquellos pliegos, que premiaban a las empresas dispuestas a ofrecer el servicio más barato y no fijaba un número mínimo de trabajadores necesarios para obtener un buen servicio, fue que para 2015 la capital se había ahorrado cerca de un 22% del gasto en limpieza. A cambio, había ya un 40% menos de personal contratado para estas labores.

A ello hay que añadir un evidente problema de falta de recaudación. En 2009, con su Madrid olímpico en mente, el exalcalde Alberto Ruiz-Gallardón puso sobre la mesa un impuesto de basuras que permitió recaudar de media cerca de unos 150 millones de euros anuales. En 2015, año electoral, Ana Botella suprimió dicha tasa, que el gobierno de Más Madrid recuperó en 2017 bajo el nombre de TRUA, un impuesto progresivo en el que pagan más quienes tienen negocios más grandes. Este solo afecta a las actividades comerciales y permite recaudar cerca de 30 millones de euros al año.

El resto de tasas relacionadas con la limpieza quedan recogidas en el IBI, un impuesto que se paga también con arreglo al número de metros cuadrados de cada vivienda y que el Gobierno de PP y Ciudadanos insiste en bajar por igual a todo el mundo año tras año. En concreto, se sitúa en el 0,46% desde enero de este año, lo que supone, según cifras del Ayuntamiento, dejar de ingresar cerca de 70 millones en 2021. Esto, después de rebajarlo en 2020 desde el 0,51%, un movimiento que se tradujo en un lucro cesante de casi 55 millones de euros. Tanto estorban los impuestos al Ayuntamiento que hasta ha bajado el mismo TRUA un 25%, lo que significa dejar de recibir algo más de cinco millones de euros de los comerciantes. En total, en apenas dos años el Consistorio dejará de ingresar más de 130 millones de euros en impuestos de basuras y bienes inmuebles, más de la mitad de lo que gasta anualmente en limpieza.

Un contrato poco exprimido

Durante la última década, entre los beneficiarios de un presupuesto anual dotado con 233 millones de euros han estado empresas como Ferrovial, Sacyr, OHL y FCC, entre otras. La oposición, liderada por Más Madrid, denuncia que durante esta nevada el Gobierno actual podría haberse acogido a la cláusula del contrato que contempla causas de fuerza mayor para forzar a las empresas a incrementar los recursos puestos a disposición de la ciudad. Nada de esto se hizo.

"El problema ha sido, una vez más, que la prevención y retirada de la nieve depende de los contratos integrales de limpieza de Ana Botella, que llevan ocho años lastrando la ciudad. Este contrato cuenta con unos medios insuficientes, y en una situación como la borrasca Filomena dejan a la ciudad indefensa. Lo hemos repetido hasta la saciedad porque han supuesto y suponen un grave problema para Madrid", explica por teléfono Rita Maestre, portavoz de Más Madrid. El Ayuntamiento, incide, debió contar desde el principio con medios extra, pero solo lo hizo cuando ya era demasiado tarde y Madrid estaba ya bajo una capa de hielo que no solo ha impedido la recogida de la basura, sino que ha imposibilitado durante 11 días que circularan los autobuses de EMT.

Por su parte, el concejal del PSOE Ignacio Benito explica que el área de Medio Ambiente y Movilidad no está controlando el número de trabajadores y la maquinaria de limpieza que sale a la calle. Las empresas, dice, pueden utilizar a voluntad cualquier número de trabajadores y la maquinaria que le parezca sin que el Ayuntamiento de Madrid les pueda sancionar por falta de personal, ya que en los pliegos de condiciones de los contratos no se estipula ningún mecanismo para ello.

El Ayuntamiento, sin embargo, desmiente que no hubiera un plan de previsión para la nevada y asegura que toda la basura acumulada fue retirada de las calles este miércoles, 12 días después de que empezó a cuajar la nieve sobre las calles de la capital. "Hemos recogido más de 25.000 toneladas desde que se reinició el servicio el 12 de enero", afirma un portavoz del Área de Medio Ambiente y Movilidad. Respecto al polémico contrato blindado, aseguran que ya se están redactando los pliegos que servirán para escoger a las nuevas empresas concesionarias y que estos se harán públicos en el próximo mes de junio.

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