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Un café que no haga sangrar a la Tierra

El impacto ambiental de la producción de café industrial se está convirtiendo en una amenaza para los ecosistemas debido al uso de fertilizantes y a la tala masiva de árboles. De seguir así, el 50% de las superficies útiles para este cultivo no serán fértiles dentro de 30 años. 

Un trabajador carga granos de café en una planta de procesamiento de café en Ciudad Bolívar, departamento de Antioquia, Colombia. (JOAQUÍN SARMIENTO / AFP)

ALEJANDRO TENA

El día se presta duro. Has dormido poco y la jornada, como de costumbre, se va a hacer larga. Una ducha y un café. Te despiertas un poco y partes para el trabajo. A media mañana, para darte un impulso, te pasas por el bar del lado del curro: "Póngame un café". Después de comer, para bajar los garbanzos, un cortado. Café, café, café, café y más café. La rutina de los países occidentales parece articularse en torno a esta sustancia, que vertebra el contenido de los desayunos y las sobremesas, y une a dos amigos que se ponen al día después de años sin verse los rostros. El consumo de esta bebida estimulante se traduce en más de 500 millones de tazas servidas a la semana en los bares y cafeterías de España. Esta cifra responde a la demanda de más de 22 millones de personas asiduas al consumo de café en nuestro país, según las cifras del informe Café: La historia de un éxito que esconde una crisis.

Sin embargo, este gusto por el café se inscribe en los ritmos vitales que impiden la reflexión y que, en definitiva, obstaculizan el conocimiento de los métodos de producción que hay detrás de los millones de posos marrones que se venden a diario en Europa. Desde hace tiempo el café se ha convertido en un producto de alta demanda, lo cual ha desembocado en un sistema de agricultura de monocultivo que amenaza a las cualidades biofísicas de la tierra. Este tipo de plantaciones intensivas –que se extienden principalmente en Latinoamérica y África– tienen unas repercusiones ambientales importantes, ligadas a la tala masiva de vegetación y al uso de fertilizantes químicos que pueden contaminar los acuíferos de la zona. Tanto es así, que, de seguir a este ritmo, el 50% de las superficies de cultivo no serán fértiles dentro de treinta años, según el último estudio realizado por la Coordinadora Estatal de Comercio Justo.

"El café de monocultivo que implica la deforestación completa de bosques"

"Encontramos dos tipos de plantaciones. Por un lado el café en sombra, que es el que se suele producir de manera extensiva, y el café de monocultivo que implica la deforestación completa de bosques", explica el doctor en ecología Luis Rico, que ejerce como coordinador de Ecologistas en Acción. Este último es el modelo imperante que, mediante la destrucción de vegetación, trata de buscar zonas más amplias para una producción masificada. "Esto genera el empobrecimiento de los suelos", apunta Mónica Gómez, vicepresidenta de la coordinadora estatal de Comercio Justo, que señala también a la pérdida de biodiversidad de este modelo de negocio. Una merma que repercute de manera negativa en la diversidad de especies vegetales y animales de la zona. "Hay mamíferos como los monos o multitud de aves que viven en los árboles", añade Rico.

Por contra, la plantación en sombra, se caracteriza por ser plantaciones en espacios más reducidos, realizadas de una forma en la que la biodiversidad de los ecosistemas no se vean en peligro. "La idea es que los campesinos no utilicen componentes químicos y que empleen elementos más naturales", expone Álvaro Zuleta Cortés, presidente de Aculco y director de Tierra Solidaria, una marca de café de comercio justo que trabaja con mujeres agrocafeteras de la región colombiana de Río Sucio

La marca representada por Zuleta se inscribe dentro de un nicho de mercado creciente en España al que acuden con frecuencia personas que buscan degustar un café más vinculado a la tierra. PROYDE, SETEM o Pueblos Hermanos son otros ejemplos de comercios que ofrecen un café –además de otros productos– caracterizado por un sabor libre de pesticidas químicos y sin manchas de explotación ambiental y humana.

Y es que, el plano laboral del sistema de monocultivos también se aleja del idílico paisaje cafetero donde se amontonan sacos limpios y bien cargados de granos tostados. "En el caso de México, que es donde yo estuve, las zonas con monocultivo intensivo, en general estaban en latitudes más bajas, cercanas a los correderos de migración, lo que permitía que se utilizase como mano de obra a migrantes sin papeles con salarios muy inferiores a la norma", informa, desde su experiencia, Luis Rico. 

"Mantenemos a generaciones sumidas en la pobreza"

"Mantenemos a generaciones sumidas en la pobreza", espeta, Gómez. La realidad de este sistema de monocultivos intensivos predominante está en manos de muy pocas coorporaciones, lo que le da un gran poder a la hora de fijar el valor de los salarios de los caficultores. En concreto, tres multinacionales del sector –Nestlè, JDE y Lavazza– concentran el 80% de las ventas.

"Las grandes empresas están copando el mercado a través de un modelo que genera mucho valor en la parte final de la cadena de producción. Muy poco de ese valor llega a los productores agrícolas que trabajan los campos", expone la experta de Comercio Justo. "Las personas que cultivan el café son la parte más débil porque no tienen la oportunidad de negociar, capacidad de establecer precios. Dependen de decisiones que se toman al margen de su realidad cotidiana y sin tener sus necesidades en cuenta". En torno al 23% del valor que se genera en toda la cadena industrial del café se queda en los países donde se produce este alimento. Un porcentaje que resulta negativo si se tiene en cuenta que estos países concentran entre el 68% y el 92% del coste.

Zuleta, para revertir esta desigualdad, aboga por un modelo basado en los sistemas agrícolas extensivos donde las campesinas y campesinos puedan tener mayor capacidad de decisión en la cadena productiva. "Nuestro interés es sensibilizar en cuanto a la calidad del producto y a que, en este caso, estamos apoyando a mujeres agriculturas que escasamente logran sobrevivir", argumenta. Una calidad que se refleja en sabores más heterogéneos, pero que además es reflejo de una "garantía social y ética de escribir un futuro diferente", zanja Gómez. 

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