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Entrevista a Lucía Mbomío "Estoy hartita del estereotipo de la negra caliente y facilona o el de la desvalida que necesita ser salvada"

La periodista conversa sobre la doble dificultad que supone ser mujer y negra en la sociedad española y de cómo el activismo afrofeminista es el mejor camino para romper con los clichés racistas y machistas y visibilizar el talento de dicho colectivo.

Lucía Mbomío

Hay quien como la afroespañola Lucía Mbomío tiene el poderío y el don de ser un crisol de mujeres envuelto en pura sonrisa. Y es que esta presentadora de televisión, escritora y autora de Las que se atrevieron, es la metáfora de una vasija multicolor que contiene su propio destino y el de todas y cada una de las féminas negras a las que cada día da voz a través del periodismo para hacerlas presentes e importantes. “Tengo que sacar fuera sus historias porque si no las cuento yo, las cuentan otros y transforman o deforman nuestra realidad. Entrevistarles es dar a conocer la realidad de muchas mujeres negras muy preparadas y capaces que tienen un discurso heterogéneo que se sale del estereotipo racista o sexista que por desgracia percibe la sociedad. Entrevistarlas es hacerlas importantes”, añade.

Nacida en 1981, “de una madre blanca y segoviana y de un padre negro de Niefang en Guinea Ecuatorial que se vino a vivir a España”, se ha trabajado la vida a más no poder. “Primero comencé como activista afro y después me uní al feminismo. Con el tiempo me he dado cuenta que es imposible separar una causa de la otra porque ambas están unidas”, relata a Público. Y razón no le falta. Basta con escucharle decir las innumerables veces que se ha topado con situaciones tan racistas como machistas como ”ir caminando por plena Gran Vía y que me pregunten cuánto cobro”, explica. Por eso ahora su arma para defenderse de ello es llevarse “un libro para que no me lo pregunten”, añade.

Aunque Mbomío no lleva muy bien que la cataloguen de referente afrofeminista, “somos muchas y siempre se nos entrevista a las mismas”, lo cierto es que su nombre es indispensable no solo porque denuncia esta realidad a través del humor, sino porque con su voz cercana y directa ayuda a que el feminismo sea de todas y no solo de las europeas blancas. “El feminismo también es nuestro, el blanco sí lo es (acostumbraos a tener también apellido vosotras). Me niego a que se asuma que el feminismo sólo pertenece a una parte del mundo (blanca, occidental y de clase media) y que se crea que únicamente se lleva a cabo, implementa, vive en el norte político del planeta. Las mujeres luchan de siempre en todos sitios y como han podido. Algunas de forma hipercreativa. La escritora y activista feminista LGTBI, Trifonia Melibea Obono, me contaba que en su etnia (fang de Guinea Ecuatorial), lo hacían cantando”, comenta.

¿Cómo busca su lugar en el mundo cuando el mundo es racista por defecto?

Es interesante la pregunta porque, en efecto, se trata de una búsqueda. Si desde pequeña quieren saber de dónde eres, es porque asumen que no eres de aquí y si cuando respondes que eres española, te preguntan: “¿española-española?”, como si no te hubieran oído bien, es debido a que para mucha gente, ser española es ser blanca o, al menos, no negra. Por mucha personalidad que tengas, siendo una niña, puedes empeñarte en contar que sí lo eres o bien sentirte de la tierra de tu madre o tu padre o crear patrias alternativas: tu pueblo, tu barrio o la pertenencia a movimientos artísticos o culturales como el hip hop, en donde sí te hallas y te hallan en casa. Así las cosas, la identificación nacional y cultural no es algo tan sencillo como para otras personas, está instalada en la intersección de lo que eres, lo que dicen que eres y lo que muestras que eres y entre tanto, a buscar y buscarse. Es un camino que, a mi modo de ver, jamás concluye.

¿Cuántas veces ha sentido esa mirada que le recuerda que “es malo ser negra”?

No lo sé, las suficientes como para que reacciones a ello. Pero no sólo por parte de la gente de la calle, también de los medios de comunicación, que ofrecen una imagen estereotipadísima de nosotras o hasta de los libros de historia del colegio.

Desde esta parte del mundo hecha por y para los blancos en la que ha nacido y se mueve ¿el humor le ha servido para no sentirse herida?

El humor me sirve para explicar cosas y que la gente no sienta que les estoy tirando a la cara todos mis males porque, salvo en ciertos casos, no es nada personal, se trata de un sistema urdido que sitúa a unas personas en un lado y al resto, en otro. Como el machismo. Siento que es una herramienta pedagógica para abordar según qué temas y que me quieran escuchar sin ponerse a la defensiva desde el minuto uno, para que conversemos.

Llegadas a este punto, me gustaría comentar que soy feliz, mucho más que las personas que dicen, cuando nos quejamos o que queremos dar pena. No creo que a nadie le guste que sientan lástima por ella, la verdad. Además ¿para qué? He leído más de una vez que de este modo, nos dan subvenciones o ayudas, lo cual demuestra un nivel de desconocimiento gigantesco. Esa manera de pensar cabe dentro del prejuicio de las personas que nos reducen a una piel, que no creen que alguien negra tenga un trabajo o una vida.

Desde ahí, claro, es lógico que no entiendan que hablamos desde la responsabilidad y hasta desde el riesgo, porque te pueden señalar y en algunos empleos puede no venirte bien, para hacer del lugar en el que vivimos un espacio mejor. Lo hacemos mirando al futuro, ya que los cambios no se producen de forma inmediata. Si ahora les sorprende y reaccionan así es porque les resulta nuevo que las personas a las que nunca escucharon o no dejaron hablar, tengan voz y puedan responder.

Al igual que el título de su libro, ¿una mujer que se atreve es una mujer que rompe con el tabú para ser una mujer libre?

Cuando a mi madre le preguntaron en una entrevista que si se consideraba valiente respondió que en absoluto, ya que ella no piensa que estar con un hombre negro fuera algo que requiriera un coraje extraordinario. Señala que, simplemente, se sintió libre e ignoró miradas y habladurías. Yo veo que va de la mano: Ser una mujer libre implica un grado alto de valentía porque estamos atadas a infinidad de anclas que nos impiden ser. Yo no soy libre ni especialmente valiente.

¿Las mujeres negras se atreven más que las mujeres blancas?

Las mujeres negras en España viven situaciones que las mujeres blancas no experimentan. El racismo únicamente no existe para quien no lo padece, esas son las personas que lo niegan o que se sorprenden u ofenden cuando se habla sobre él. En un ejercicio de empatía se puede reconocer pero no sufrir. Y eso nos diferencia. Eso y tener papeles o no, ser de piel clara u oscura, contar con una red estable en la que apoyarse si hay problemas o, por el contrario, ser una recién llegada y estar sola, hablar el idioma o no entender nada...

No existe una mujer negra, hay muchas y cada cual tiene una realidad, pero los puntos que ya he mencionado influyen sustancialmente en nuestras trayectorias vitales diversas y nos confieren o privan de privilegios. Atreverse no es una opción, caminas y te encuentras obstáculos, los derribas o no dependiendo de la fuerza y recursos que tengas en ese momento. Continuas como y si puedes, sin más.

Cuando no está en el entorno de su familia y amigos, cuando como usted misma dice deja de ser “Lucía a secas, para ser una negra o una negra de mierda, según te miren”, ¿Cómo responde al insulto?

Dependiendo de lo creativos que sean, respondo o les ignoro. A diferencia de lo que los cuñados que nos llaman victimistas o lloricas creen, no tenemos la piel fina sino todo lo contrario, somos paquidermas que la endurecimos a base de vivir y escuchar las mismas gracias, preguntas, comentarios y actos racistas y machistas, en mi caso, desde 1981. Curadita de espanto me hallo.

La enorme poeta costarricense Shirley Campbell Barr me dijo que no tuviéramos miedo a reconocernos como víctimas porque la historia no nos trató bien: la esclavitud, el imperialismo, el colonialismo, el neocolonialismo y el racismo, en conexión con todo lo anterior, son un claro ejemplo de ello. Sin embargo y pese a todo, aquí estamos. Audre Lorde lo dice de una manera hermosísima: “por eso, es mejor hablar, recordando que no se esperaba que sobreviviéramos”. Pues... ¡Hola! aquí estamos y ahora os estamos contando, pero no sólo las batallas perdidas sino también aquellas en las que salimos victoriosas, en las que fuimos héroes y heroínas.

¿Qué hay del invento de las razas como construcción socioeconómica?

Pues que ahí sigue, que incurrir en el “wearetheworldismo” y en el “todas somos iguales” no ayuda a que las cosas cambien. La base la tenemos clara, las razas, desde un punto de vista biológico no existen, pero las diferencias son evidentes y palpables a nivel social y económico y apelar a las excepciones a las que les va bien para ignorarlo es injusto.

¿El binomio de adjetivos 'feminista racializada' le gusta?

Soy ambas cosas y muchas más, como todo el mundo. Ya me colocan demasiadas categorías, como para ponérmelas yo. Por otro lado, no me gusta que las mujeres blancas puedan ser a secas y a las que no lo somos nos tengan que poner apellido. Seguimos añadiendo capas de prejuicios que son como sedimentos que construyen las paredes del imaginario colectivo, al menos al de aquí. Una mujer es por definición blanca, por eso existe un “las demás”, que somos aquellas a las que nos endosan un calificativo. No puede ser que partamos desde ahí.

Por lo demás, he llegado al feminismo hace relativamente poco pero considero que lo soy desde hace mucho, sin saberlo. Con todo, sigo en proceso de deconstrucción, meto la pata e incurro en contradicciones de manera habitual. Continúo aprendiendo. Cuando me repienso, me sirve y mucho mi activismo antirracista anterior porque hay muchos puntos en los que coincidimos: invisibilización, menoscabo, que hablen de ti o por ti o, incluso, la violencia y, por supuesto, el hecho de que no se trata de algo coyuntural sino estructural.

Si la lucha contra el machismo no puede ser liderada por los hombres ¿Por qué no sucede igual cuando se trata de personas migrantes o racializadas?

¡Eso digo yo! Y es muy difícil que la gente lo entienda. Cuando esto se comenta, nos tildan de desagradecidas por no valorar el trabajo que ha provocado que hoy estemos aquí, mejor o peor. Lo sorprendente es que, en ocasiones, ese discurso también parte de mujeres blancas, feministas y que se consideran antirracistas, cosa que resulta sorprendente teniendo en cuenta que jamás admitirían que un varón encabezara la lucha contra el machismo, como es normal.

¿Hasta dónde está del estereotipo sexualizado del negro del pene sobredimensionado o el de la negra culona?

Estoy hartita del estereotipo de la negra culona caliente y facilona o el de la desvalida que necesita ser salvada entre otras cosas, porque es algo que, en el día a día, se cuela y mucho en las relaciones interpersonales. Hay gente que cree que es verdad y alimentados por la imagen que han consumido de las personas negras, se comportan de forma irrespetuosa y nos cosifican.

¿Y del paternalismo y el racismo de los medios de pateras, guerras, hambre y salvajismo?

Hasta el mismo sitio que en la respuesta anterior. El paternalismo es racismo, aunque se vea como una cara “soft” del mismo. Lo es porque también parte del estereotipo. En este caso del “pobre negrito” para encerrar en categorías estancas y que miran desde arriba al el otro, otra u otre. Con toda la carga de superioridad salvadora que conlleva.

Los discursos visuales en medios de comunicación y ONGs llevan siendo los mismos décadas, con la salvedad de que antes las imágenes eran de peor calidad: personas que sufren, que llegan pero nunca son, que entretienen, que son secundarios, que no encarnan papeles tan principales como las demás porque su todo se reduce a una parte: su piel.

¿Quién es hoy gracias al feminismo?

Alguien más consciente, más curiosa, más inquieta.

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