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La Ingobernable La Ingobernable, una okupación que frenó el último regalo de Botella a los especuladores 

El Ayuntamiento de la capital ha desalojado sin incidentes y de madrugada el único centro social autogestionado que quedaba en el centro de la ciudad. Desde que los activistas lo okuparon en 2017, no sólo han llenado de vida política y actividades culturales un enorme edificio vacío, sino que lograron denunciar y revertir la cesión gratuita durante 75 años del local por parte de Ana Botella a una fundación amiga.

Concentración en La Ingobernable esta mañana del 28 de agosto para defender el edificio okupado / LA INGOBERNABLE

Sin incidentes. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, se felicitaba este miércoles por el tranquilo desalojo del centro social autogestionado La Ingobernable, un edificio público de más de 3.000 metros cuadrados ubicado en el corazón cultural de Madrid, en el número 30 del paseo del Prado, esquina con la calle Gobernador, casi en frente del Museo del Prado, justo detrás del Caixa Forum y muy cerca del Museo Tyssen.

Los activistas okuparon este inmueble en mayo de 2017 y, tras varios tiras y aflojas con el Ayuntamiento de Manuela Carmena (Ahora Madrid), lograron postergar su desalojo. También tras la llegada del PP  al Gobierno municipal, más decidido que nunca a acabar con el movimiento okupa. Hasta hoy. Todos sabían que los días de vida en este espacio estaban contados desde que el PP se hizo con la Alcaldía gracias al apoyo de Ciudadanos y la extrema derecha, explican varios portavoces del colectivo que gestionaba el edificio. Todos recuerdan el esfuerzo que tuvieron que hacer este verano, durante el primer intento de desalojo por parte del Almeida.

Desgarramantas, panda de holgazanes, gente sin oficio ni beneficio son algunos de los calificativos que Almeida había dedicado a los activistas hace pocos meses. Este miércoles ha llegado a decir que La Ingobernable no acogía a ningún movimiento social, “sino a un movimiento facial, es decir, son unos caras que durante dos años han ocupado por la cara un inmueble de titularidad pública".

Pero aquel mayo de 2017 no fue la primera vez que el movimiento autogestionario y autónomo madrileño había puesto los ojos en el edificio que llevaba vacío desde 2012. Porque La Ingobernable, recuerdan los miembros de este colectivo, no nació entonces ni se acaba ahora con su desalojo. Muchos de sus miembros ya traían una abultada mochila de okupaciones para poner la ciudad a disposición de sus habitantes. En 2015, ante el inminente desalojo de uno de los centros sociales más emblemáticos y de más larga trayectoria de Madrid, el Patio Maravillas, sus integrantes decidieron mudarse. Entraron en este edificio y resistieron lo que pudieron, apenas un día. Público vivió aquella efímera okupación desde dentro, pero tuvieron que pasar dos años hasta que el inmueble volvió a tener vida.

Los activistas apuntalan la puerta de entrada al edificio que han okupado en Madrid.- JAIRO VARGAS

Los activistas de El Patio Maravillas apuntalan la puerta de entrada al edificio, actual sede de La Ingobernable, durante su primera okupación, en 2015.- JAIRO VARGAS/ARCHIVO

“Los caraduras son ellos, Almeida y el PP, que regalaron el edificio a un colega para hacer un museo. Nosotros lo hemos recuperado para la ciudad, porque era público y estaba vacío y cerrado, y hemos luchado y trabajado para hacer entender al Ayuntamiento que los edificios tienen que servir a los ciudadanos y no solo a los negocios”, responde al alcalde Ana Sierra, de 38 años y miembro de la Ingobernable.

La casa de todas

Sierra, que llegó a este centro social tras su militancia en el Patio Maravillas, recuerda que la okupación del edificio se realizó después de una manifestación. En mayo de 2017 se había lanzado la plataforma “Madrid no se vende”, compuesta por 20 colectivos y organizaciones sociales para luchar contra "la mercantilización y el expolio de la ciudad", poniendo en foco en la corrupción estructural, la turistificación, la violencia machista o la contaminación. Desde que entraron en el inmueble, no han hecho otra cosa, ya que La Ingobernable ha sido durante estos dos años y medio la casa que ha cobijado reuniones de colectivos feministas, ecologistas, antidesahucios y todo tipo de iniciativas políticas. Incluso ha servido puntualmente para alojar a migrantes y solicitantes de asilo en situación de calle por el colapso del sistema y la falta de recursos.

“Pero no sólo eso. También ha sido una importante sede para el ocio alternativo y gratuito en pleno centro de Madrid. Actividades sin relación política, desde talleres de yoga a clases de poesía, escritura alternativa, boxeo, bailes, exposiciones fotográficas, proyecciones de cine... Eso es motivo para que mucha gente se haya acercado al espacio y lo haya conocido y disfrutado”, explica Manuel del Valle, de 32 años, miembro de la Asamblea de La Ingobernable y de su comisión de Comunicación. Él no participó en su okupación, llegó algunos meses después. “Vi que estaba arrancando ese proyecto, que era necesario porque hacía falta un centro social en el centro de la ciudad. Pensé que había que apoyarlo y potenciarlo”, afirma.

El 'pelotazo' frustrado de Ana Botella

Pero si algo ha marcado la vida siempre al borde del desalojo de este centro social ha sido la denuncia de “un pelotazo en toda regla por parte del PP”, remarca Sierra, que recuerda la “importante historia de corrupción” que había detrás de estas paredes. “El deber como ciudadanía era rescatar el edificio de una cesión a una persona que ni siquiera vive aquí”, resume.

Se refiere al arquitecto argentino Emilio Ambasz, a cuya fundación fue cedido el inmueble de forma gratuita durante 75 años por la exacaldesa de Madrid Ana Botella. El edificio había sido objetivo de diferentes proyectos que incluían su demolición y la construcción de un museo, siempre por iniciativa del PP y personas vinculadas a la familia Aznar-Botella y la Fundación FAES. Todo siempre con dinero público, aunque nunca terminaron de cuajar.

El primer presidente de la Fundación Legado Emilio Ambasz fue Miguel Ángel Cortés, exsenador del PP, ex secretario de Estado de Cultura y amigo personal del expresidente José María Aznar. Para los activistas de la Ingobernable no es casualidad que, en 2013, Botella decidiera ceder el edificio en una operación que nunca salió a concurso público y cuyo objetivo era acoger la sede del futuro Museo del Arte, Arquitectura, Diseño y Urbanismo (MAADU), destinado a promover la figura del arquitecto argentino, que por otra parte, nunca construyó nada en la ciudad.

"El equipo de Carmena asumió el discurso de que todos los okupas eran malos"

De centro asociado de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y centro de salud de los vecinos del distrito de Retiro, el histórico edificio iba a pasar a ser un solar tras el derribo pactado con la fundación, que se comprometía a edificar el futuro museo. Para ello había que cambiar su nivel de protección, ya que era una construcción protegida por Patrimonio por su valor arquitectónico. No importó, todo se modificó en el último pleno extraordinario presidido por Botella en 2014, poco antes de que Carmena llegara a la Alcaldía.

Decenas de personas frente Centro Social La Ingobernable para impedir un posible desalojo el miércoles 28 de agosto de 2019. @CSINGOBERNABLE

Decenas de personas frente Centro Social La Ingobernable para impedir un el desalojo del pasado 28 de agosto de 2019. @CSINGOBERNABLE

Después de la okupación, la primera iniciativa de los activistas fue pedir al nuevo Ayuntamiento de Ahora Madrid que garantizara su permanencia en el edificio y que revirtiera la cesión de Botella, que consideraban “un chanchullo fraudulento e ilegítimo” que sólo redundaba en un beneficio privado. No tienen los activistas un buen recuerdo del papel de Carmena y su equipo respecto a La Ingobernable, a pesar de que varios de los concejales de Ahora Madrid tuvieron un papel activo en este tipo de colectivos, como Guillermo Zapata o Celia Mayer, miembros del ya extinto Patio Maravillas. “Fue una decepción. Asumieron el discurso de que todos los okupas eran malos. Fueron varios los concejales que se mostraban públicamente agresivos con el centro social, aunque hubo fases”, recuerda Del Valle.

“Buscamos la fórmula para garantizar la existencia de este centro social, pero ni siquiera hubo posibilidad de negociación con un Gobierno supuestamente afín”, lamenta Sierra. Fueron varias las órdenes municipales que ponían fecha al desalojo, aunque nunca llegó a efectuarse, lo que añadió más presión al Gobierno de Carmena frente a la derecha en el Ayuntamiento, que la hacía "cómplice de los okupas". “Evidentemente, las manera de actuar no son las mismas, ahora está la derecha y la extrema derecha al frente del Consistorio. Sabíamos que no iban a esperar a que se resolvieran los recursos judiciales que tenemos interpuestos para evitar el desalojo”, incide Del Valle.

“No entienden que, en realidad, somos indesalojables”

Aunque no lograron su primer objetivo, La Ingobernable había puesto en el debate político local la opaca cesión exprés de Ana Botella y, tras varios debates en pleno, se aprobó la rescisión de la cesión y la restitución del nivel de protección del inmueble previo a los cambios de la alcaldesa conservadora. Eso sí, no salió gratis y hubo que indemnizar a la Fundación Ambasz con 1,4 millones de euros que, ahora, Almeida querría hacer pagar a los activistas.

Almeida se felicita por haber “recuperado” un edificio que su propio partido había cedido a una fundación privada, aunque no ha especificado qué va a hacer con el local. Mientras tanto, los activistas y los numerosos colectivos que se daban cita cada día en La Ingobernable se ha quedado sin espacio, aunque sólo de momento. “No entienden que, en realidad, somos indesalojables”, advierte Del Valle. El conocido lema de “un desalojo, otra okupación”, no es gratuito, como ya demostraron el Patio Maravillas y, antes, otros centros sociales de Madrid. “La continuidad del proyecto, lo que pasa ahí dentro, no se acaba con el desalojo. Nos hemos juntado entre esas paredes mucha gente que ha aprendido a vivir y a hacer las cosas en común”, responde Sierra. “Esto no se acaba con este edificio, la ciudadanía organizada no se va a casa cuanto le dan un palo, se resitúa y sigue adelante”, añade.

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