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Maltrato animal Acaba la temporada de caza, arranca la del abandono de perros

Este domingo hay convocadas manifestaciones en 32 ciudades españolas para pedir una ley que prohíba la caza con galgos y otros perros de caza, que tras el final de temporada acaban ahorcados, perdidos o abandonados.

Un perro de caza, abandonado tras el fin de la temporada. EFE

Febrero es un mes marcado en negro en el calendario de las protectoras. A los cientos de cachorros regalados por Navidad y que pasadas unas semanas sus dueños ya no quieren, se unen los miles que cada año son abandonados o asesinados en estas fechas tras el fin de la temporada de caza.

“La caza es un negocio y los perros que ya no sirven a los cazadores se desechan. Las leyes deben cambiar. No podemos seguir consintiendo que se ahorquen o se tire a pozos a perros, o se los abandone impunemente en el siglo XXI en un país supuestamente desarrollado”, dice David Rubio, de la Plataforma No a la Caza.

Su organización encabezará este domingo, con el apoyo de otras 491 asociaciones, plataformas y partidos, las manifestaciones que se celebrarán en 32 ciudades de toda España para pedir un cambio legislativo que prohíba las actividades cinegéticas y en concreto, la caza con perros. También habrá protestas este 4 de febrero en otras ciudades europeas como París, Lyon (Francia), Namur (Bélgica) y Verona (Italia), donde muchas veces terminan siendo adoptados los galgos y podencos españoles.

España es el único país de la Unión Europea que todavía permite la caza con galgos u otros perros que no son meros acompañantes del cazador, sino que son utilizados como herramienta de caza compitiendo entre sí para atrapar liebres, zorros y demás presas. Otros países donde esta práctica también era común, hace décadas que la prohibieron. Entre ellos Alemania, donde no es legal desde 1952; o Bélgica, desde 1995. También Escocia terminó con su uso cinegético en 2002 y Reino Unido en 2004.

“Los perros utilizados en las diferentes modalidades cinegéticas son considerados meros objetos por muchos de sus propietarios. Bajo esta relación desatienden muchas de sus necesidades básicas, son objeto de un maltrato explícito para conseguir su sumisión y obediencia, y encuentran en muchos casos una muerte prematura y horrenda o el abandono más cruel”, señalan desde Ecologistas en Acción, que denuncia también el “intento del sector cinegético” de solicitar la declaración como patrimonio de la humanidad de distintas modalidades, como las monterías y las rehalas, “para blindarlas” ante las protestas de los animalistas.

El 40% de los perros que sufren maltrato son perros de caza, según el Seprona

Las asociaciones cifran en 50.000 el número de galgos y podencos abandonados cada año en nuestro país a consecuencia de la caza, aunque lo cierto es que no existen datos ni estadísticas oficiales al respecto, porque tampoco existe un control sobre la tenencia y cría de estos animales. La Federación Española de Galgos -que agrupa a los galgueros federados de nuestro país- niega tajantemente esas cifras y asegura que todos los galgos de sus cerca de 13.000 federados (4.000 de ellos criadores) están registrados desde su nacimiento en un Libro Registro de Orígenes, un “requisito imprescindible” para participar en las pruebas. Pero las protectoras denuncian que existen muchas actividades y criadores ilegales.

El 13% de los abandonos en 2016 se debió al fin de la temporada de caza

Aún así, la incidencia que tiene la caza en el abandono o el maltrato de perros es enorme. Las estadísticas de los casos atendidos por el Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) entre 2012 y 2016 muestran que el 40% de los perros que sufrieron maltrato, abandono o robo eran galgos u otras razas de caza. En esos cinco años, el Seprona contabilizó 27.724 perros de caza que sufrieron algún tipo de maltrato, ya fuera abandono, desnutrición, ahorcamiento, golpes o envenenamiento, entre otros. En cualquier caso, la cifra real de los perros afectados en mucho mayor, ya que la Guardia Civil sólo contabiliza los casos en los que ellos intervienen, sin recoger las actuaciones de ayuntamientos, comunidades o asociaciones.

El último informe de la Fundación Affinity, el único que recoge los datos de varias protectoras y perreras, atribuye al fin de la temporada de caza el 13% de los abandonos que se produjeron en 2016.

“El sufrimiento de estos perros no es visible y ni se imagina, sobre todo en entornos urbanos, pero se perpetúa en muchos ámbitos rurales donde se les considera meras herramientas de trabajo, sin capacidad de sentir dolor, hambre o sufrimiento”, zanja la Asociación No a la Caza.

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