Este artículo se publicó hace 2 años.
Marie Bonaparte y el complejo del clítoris
Última descendiente de Napoleón, dotada de una inteligencia irreverente, salvó a Sigmund Freud de los nazis y dedicó su vida a la investigación científica sobre la sexualidad femenina.
Sofia Chiabolotti
Madrid-Actualizado a
Marie Bonaparte, sobrina-bisnieta de Napoleón, podría ser la heroína de alguna novela de Louisa May Alcott. Si en la infancia sufrió por la prematura muerte de su madre y por un padre ausente que le negó el acceso a los estudios de medicina, su vida matrimonial tampoco fue feliz. El marido Jorge de Grecia prefería el amor de los hombres al de su mujer, aunque eso no le impidió tener una vida sexual despreocupada.
El orgasmo ha sido su principal objeto de estudio. En 1923, bajo el seudónimo de A. E. Narjani, publica un artículo del título Consideraciones anatómicas de la frigidez en las mujeres, creyendo que la frigidez parcial (vaginal) de la que "sufría" se debía a una disfunción física. Entre 1930 y 1931 decidió someterse a varias operaciones de deslizamiento del clítoris: el ginecólogo vienés Josef von Halban estaba convencido de que con una menor distancia entre clítoris y vagina habría sido más fácil alcanzar el goce completo.
"La sexualidad tiene que estar separada del terreno de lo biológico"
"La primera pregunta de Marie Bonaparte sobre la sexualidad está inscrita, como nos pasa a todos, en el cuerpo", nos cuenta Helena Trujillo, psicoanalista de Grupo Cero en Madrid. "Pero la sexualidad tiene que estar separada del terreno de lo biológico, el orgasmo no está en la vagina. El placer no depende del acto del coito o de una estimulación determinada, depende de la relación que ella tiene con su propia sexualidad y con el goce".
La sexualidad de la mujer en el psicoanálisis
El encuentro de Marie Bonaparte con la teoría psicoanalítica y la sucesiva amistad con Freud le permite revolucionar el foco de sus investigaciones. Miembro fundadora de la Sociedad psicoanalítica de París, así como financiadora de la primera revista de psicoanálisis en Francia, Bonaparte comienza a centrarse en lo inconsciente. Su ensayo, La sexualidad de la mujer, es un claro ejemplo del cambio de ruta.
Ahí está lo interesante de Marie, según Trujillo: "Ella no soporta muy bien su goce, utiliza el amor para abandonarse, prefiere ensalzar al hombre en lugar de soportar la complejidad que es ser una mujer. Hay como una ilusión en ella, algo infantil todavía. Hay una construcción en la historia de la humanidad donde el hombre ha tenido que ser empujado a buscar otra mujer, no se puede quedar con la mamá, se tiene que ir a construir su propio mundo. En el caso de la mujer ese desarrollo histórico es tardío, es decir, históricamente la mujer no ha sido un sujeto sino objeto de intercambio".
El problema, según Helena Trujillo, es la contradicción permanente en la que todavía se encuentran muchas mujeres: la dificultad de salir del espacio doméstico y de vivir plenamente en la sociedad. "La mujer no termina de ponerse en el mundo, sale un poquitín y está deseando volver. Y no depende de los genitales, depende de esa entrega del sujeto a la incertidumbre". Aceptar que somos mortales, que dependemos del otro y de nuestras pulsiones, que nuestros deseos nos dominan es algo muy doloroso.
Y a poco o nada vale pedir la igualdad entre hombres y mujeres. "No le podemos hacer responsable al hombre de todo lo que nos pasa. Las feministas con esa intolerancia están mostrando que no quieren modificar su posición, siguen esperando que sean otros los que se transformen. Reivindicar la igualdad es un error porque no somos iguales ni somos equivalentes, somos diferentes. Lo interesante es tolerar las diferencias, detectar las diferencias y enriquecernos con ellas".
En este estudio repleto de cuadros y libros escucho a Helena Trujillo con desconcierto. Miro a mi alrededor con miedo a que alguien me oiga y bajo la voz simulando un fugaz resfriado. "No entiendo. ¿Entonces cuándo Petra Martínez en los Goya anuncia su felicidad al masturbarse ocho veces al día con 70 años de edad? ¿Y Rigoberta Bandini con su teta lactante? ¿Y Wynnie Mendoza en ARCO enseñando su vagina cerrada? ¿Todo eso qué fue?". "Mucha negación de la sexualidad" responde tajante.
"Lo que queda en la historia es lo que he escrito, no los polvos que me eché"
"La sexualidad no es masturbarse, masturbarse es algo infantil, cuando lo que nos interesa es la sexualidad inscrita en la relación con otro sujeto. Por otro lado, ser madre es una función biológica donde la mujer desaparece, puesto que a parir es una hembra de la especie. Entonces hay una reivindicación en la sociedad que es un retroceso: la mujer vuelve a situaciones de conservadurismo donde lo que se pierde es lo femenino", sostiene.
Me levanto para despedirme pero el cuerpo de pronto pesa más de lo que acordaba, me concentro en los libros de literatura rusa a mi izquierda para no perder el equilibrio. Ella nota mi curiosidad y con vibra andaluza me dice: "Lo que queda en la historia es lo que he escrito, no los polvos que me eché".
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