Este artículo se publicó hace 3 años.
Qué esta pasando con el gas y por qué es la clave de la crisis energética
El sistema energético global está sumergido en una crisis global. La escasez de carbón está obligando a las potencias a apostarlo todo al gas, con unas consecuencias importantes en los precios de los mercados.
Alejandro Tena
Madrid-Actualizado a
En el segundo episodio de la serie francesa El Colapso, la escasez de combustible convierte una gasolinera en un auténtico campo de batalla. Las colas de coches tratando de repostar y los surtidores desabastecidos dan paso a una escena de golpes que termina con un disparo al aire. La esencia de este capítulo, la distopía energética, no dista mucho de lo que en las últimas semanas está ocurriendo en Reino Unido, donde se han visto escenas de violencia entre consumidores por acceder a unas gasolineras sin apenas carburante. Si bien el Gobierno británico y los medios nacionales han señalado al brexit y la falta de mano de obra para transportar la gasolina hasta las islas como principal causa del desabastecimiento, hay quien vincula esta coyuntura a una crisis energética global que España –y el resto de Europa– está empezando a notar a través del elevado precio de la energía.
¿Esta la humanidad ante el colapso energético? Los combustibles fósiles no son infinitos y en algún momento dejarán de lograr satisfacer la demanda de unas economías mundiales cada vez más expansivas. Sin embargo, no se pueden sacar conclusiones precipitadas. El entramado energético que mueve el mundo es demasiado complejo como para hablar de una caída del sistema. Aunque hay discusiones sobre lo cerca que se encuentra el mundo de ese pico de producción, los expertos sí se ponen de acuerdo en afirmar con rotundidad que las principales economías del mundo están adentrándose en una crisis energética sin precedentes.
"El mundo nunca había parado la maquinaria y había vuelto a arrancarla con un efecto rebote así"
Pedro Fresco, experto en Energía y autor del libro El Nuevo Orden Verde (Barlin Libros), considera que hay "una serie de circunstancias que hacen que esta crisis sea diferente a las anteriores". Si la geopolítica solía marcar el abastecimiento energético, esta vez hay un elemento que hasta ahora nunca se había visto: la crisis de la pandemia. "Hay que tener en cuenta que el mundo nunca había parado la maquinaria y había vuelto a arrancarla con un efecto rebote así", argumenta, para reconocer que ese factor no es el único elemento que ha dinamitado los precios globales de la energía.
Todas las miradas están puestas sobre China. El gigante asiático ha sido uno de los principales países en iniciar su recuperación económica de una forma abrupta. Su industria se ha reactivado como si tuviera que recuperar el tiempo perdido por la covid-19, tratando de satisfacer la demanda de productos a nivel interno y externo. Tanto es así que la producción industrial ha crecido un 13% en lo que va de año respecto a 2020 y la demanda eléctrica otro 13,8%. A ello se suman varios factores con repercusiones para el resto del planeta. China ha intentado, en la medida de lo posible, no tirar demasiado del carbón para poner en marcha su maquinaria económica. No sólo por cumplir con sus objetivos de reducción de emisiones, sino porque el precio del carbón está por las nubes. Según datos de El País, este combustible fósil ha experimentado un incremento de más del 100% en Australia e Indonesia, principales proveedores de China. La conclusión es que el país de Xi Jinping ha buscado una alternativa y ha apostado su recuperación industrial y económica al gas.
Para Antonio Turiel, doctor en Física Teórica e investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), esta situación refleja que la crisis energética no se debe sólo a decisiones económicas de superpotencias, sino que deriva de la escasez de materias. "El carbón australiano está tan caro porque hace tiempo ya que tocó su pico de producción", sostiene el experto. Bajo su óptica, la falta carbón no sólo ha desencadenado que China incremente su demanda de gas. También está teniendo consecuencias en las decisiones de importantes productores de gas de los que depende Europa.
"El carbón australiano está tan caro porque hace tiempo ya que tocó su pico de producción"
Se trata de Argelia y Rusia. Ante un invierno difícil, Moscú ya ha anunciado que priorizará el abastecimiento de gas para su propia población antes que vendérselo a Europa, lo que contribuye al encarecimiento de este combustible. La decisión, no obstante, llegó después de que Gazprom denunciase que parte del gas que se estaba enviando a Europa estaba siendo interceptado en Ucrania. Algo similar ocurre con Argelia, uno de los principales proveedores de gas de Europa y Portugal. El país norteafricano está en plena guerra diplomática con su vecino, Marruecos, y esto está afectando a las exportaciones de gas a la península, ya que el Gobierno argelino ha puesto fin a las negociaciones para renovar el acuerdo de explotación del Gasoducto Magreb-Europa (GME) que lleva gas hasta la península ibérica tras cruzar Marruecos. En este caso, los vínculos con la escasez de carbón no están tan claros, pero la decisión tomada por Abdelmadjid Tebboune, presidente argelino, ha obligado al ministro de Exteriores español a viajar esta semana Argel para tratar de asegurar el abastecimiento gasístico de España.
¿Más cerca del colapso?
Con esta crisis energética, algunos apuntan hacia el colapso y la contracción insalvable de la economía. No en vano, Fresco se muestra prudente y sostiene que, aunque se trata de una coyuntura diferente y sin precedentes, "no estamos en ese punto", pero indica que todo puede servir para "mostrarnos lo vulnerables que somos al depender de los combustibles fósiles". El escenario actual, a su juicio, tiene ventajas respecto a las anteriores crisis energéticas, tanto para bien –la importante penetración de las renovables– como para mal –la financiarización y especulación del mercado energético–.
"La escasez de recursos va a ser cada vez más dominante"
Turiel, mucho más radical en sus posturas, advierte de que esta es una nueva constatación de que "la escasez de recursos va a ser cada vez más dominante". El físico teórico explica que aunque el gas es el único combustible fósil que "no ha llegado a su máximo de extracción", los costes de transporte están haciendo que sea cada vez más caro distribuirlo. "Se necesitan gaseoductos, que sólo pueden transportar esta materia con proximidad geográfica. Si no, se debe transportar en barcos y para ello hace falta licuar el gas, lo que supone un incremento considerable de los costes que no termina de salir del todo rentable", explica, para terminar advirtiendo que el petróleo o el carbón ya están torciendo la curva productiva hacia la escasez.
Las renovables ante un sistema marginalista
La crisis energética actual ligada al gas ya está teniendo repercusiones directas en los bolsillos de los consumidores. El precio de la luz, en pleno auge, es una referencia, pero también la subida del IPC y el proceso de inflación en el que parece haberse sumergido Europa. Todas las miradas, no obstante, están puestas en las energías renovables, mucho más baratas que los tradicionales combustibles fósiles. ¿Qué capacidad tienen estas tecnologías para mitigar los efectos económicos de este desequilibrio energético global?
En España –y en el resto de países de la Unión Europea– las renovables han desembarcado con fuerza. Los datos de la Agencia Internacional de las Energías Renovables (IRENA) apuntan en esa dirección, con un crecimiento de la capacidad energética mundial de cerca del 50% en 2020, a pesar de la pandemia. Sus costes bajos, no en vano, chocan de manera frontal con el sistema marginalista que rige el mercado eléctrico europeo y que establece que la fuente de energía que marca el precio final es la más cara. Esto explica que, pese a que en España las renovables rocen el 50% de la producción, el gas termine elevando los precios finales del MW/h.
En este punto, Turiel y Fresco coinciden y ponen el foco en la necesidad de articular cambios la regulación europea de este modelo de mercado, para avanzar hacia un sistema en el que se pague por el precio real de la energía.
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