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Ritos paganos La Semana Santa olvidada: cuando el cura contaba chistes verdes

La Iglesia católica ha cristianizado y absorbido ritos paganos como la plantada del mayo, los huevos de Pascua y la mona mientras expulsaba de la liturgia otros como el lúbrico “risus paschalis”

Nazarenos de la cofradía de San Gonzalo en el puente de Triana en esta calurosa tarde del lunes santo. EFE/Raúl Caro

“Está todo muy cristianizado, apenas hay residuos de los ritos paganos, pero hay muchos vínculos entre las celebraciones de la Semana Santa y los ritos ancestrales de fecundidad y de cambio de ciclo”, explica el documentalista y etnógrafo Eugenio Monesma, que anota cómo “esas tradiciones están muy camufladas por las religiosas”.

No obstante, algunas de ellas, como “la plantada del mayo”, siguen conservándose en algunas zonas del norte de Aragón, donde se celebran la víspera del domingo de resurrección. Consisten en replantar en un lugar céntrico o destacado del pueblo un tronco alto, normalmente de chopo o de pino, previamente seleccionado y talado por los jóvenes de la localidad. 

“Es un rito de fecundidad con un elemento fálico en el árbol”, anota Monesma. Esta tradición, sobre la que han escrito antropólogos como Julio Caro Baroja, se celebra en otros momentos de la primavera en algunos lugares de España. En la Castilla rural es frecuente realizarla la noche del 30 de abril al 1 de mayo.

Los chistes verdes del cura

"A menudo eran bromas sexuales que se contaban desde el púlpito", recuerda Monesma

Apenas hay bibliografía sobre los ritos ancestrales de celebración de la fecundidad y del paso del invierno a la primavera que la iglesia católica ha acabado cristianizando y absorbiendo, entre las que diversos expertos señalan la propia ubicación de la Semana Santa en la primera luna llena posterior al equinoccio de marzo y también dos de los éxitos gastronómicos y económicos de estos días: los huevos de Pascua y, con menor antigüedad, la mona –un bollo de origen musulmán que se come en buena parte del Mediterráneo- con la que se obsequia a los niños en la zona este del país. 

Sí la hay, por el contrario, sobre otros que la jerarquía ha terminado desterrando, entre los que destaca el “risus paschalis” o “risa pascual”. Esta tradición religiosa, frecuente a partir de la edad media, consistía en que, tras acabar la cuaresma el día de Viernes Santo, los curas incluían en sus sermones historias divertidas y chistes para animar a reir a los feligreses. 

“A menudo eran bromas sexuales que se contaban desde el púlpito”, recuerda Monesma, que se refiere a esa costumbre como “una parte pagana de la celebración, de libertad de pueblo”, mientras algunos autores apuntan que las liturgias de la Pascua incluían, tras la abstinencia de la cuaresma, contenidos explícitamente relacionados con el placer sexual. 

Esta faceta comenzó a perderse entre los protestantes tras la reforma y entre los católicos a partir de la contrarreforma del Concilio de Trento, aunque se mantuvo durante varios siglos en algunas zonas de Europa central. 

Los nazarenos y la Inquisición

En esa época se encuentran las raíces de una de las figuras más clásicas de la Semana Santa española: los nazarenos, cuyo origen tiene que ver con una de las partes más siniestras de las estrechas relaciones que iglesia y poder terrenal han mantenido durante siglos. 

El origen de los nazarenos se encuentra en la Inquisición, cuando a los reos se les paseaba por los pueblos con una caperucha y encadenados como penitentes, antes de enviarlos al destierro, a la hoguera, a la cárcel o a las galeras”, explica Francisco Delgado, presidente de Europa Laica.

“Fueron miles de condenados durante años y años los que pasaron por los pueblos para purgar sus penas”, anota Delgado, que matiza que esas procesiones que tiempo después servirían de inspiración para los actuales penitentes no tenían fecha fija. “Tenían lugar cuando había procesos”, señala.

Judíos y tambores

Ambos, Monesma y Delgado, recuerdan la existencia de otra tradición de denominación políticamente incorrecta como la llamada “matar judíos”, consistente en golpear ruidosamente los bancos de la iglesia durante los oficios de Jueves Santo y que se conserva en pequeñas poblaciones. Parece guardar relación con las tamborradas que esa noche se celebran en numerosos puntos del país, evocadoras, apuntan, de los truenos que, según la tradición bíblica, sonaron al morir Jesucristo. El origen de algunas de ellas no es religioso, aunque posteriormente quedaron absorbidas en las celebraciones católicas de estos días.

De una razzia real, la perpetrada en 1449 por una turba en la judería de León, viene la tradición del consumo de limonada con vino en esa ciudad durante toda la Semana Santa, autorizada a partir de ese año por las autoridades eclesiásticas y civiles como medio disuasorio para los xenófobos, que pasarían a estar controlados mientras estuvieran en las tabernas tomando vino rebajado.

Años después, a partir de 1930 y con una interrupción de dos décadas entre 1957 y el final del franquismo, León sería escenario de la procesión pagana de San Genarín, en honor al crápula del mismo nombre que murió atropellado por el camión de la basura mientras orinaba junto a la muralla.

Por último, algunas celebraciones como la “danza de la muerte” de Verges (Girona), documentada desde mediados del siglo XVIII, parecen tambén guardar alguna relación con las celebraciones paganas sobre el inicio de la vida en los mundos vegetal y animal.

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