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'Sisu', el arma secreta de Finlandia en su guerra contra la URSS que se ha convertido en fenómeno de la psicología positiva

El 'sisu', una palabra finlandesa que no tiene traducción exacta, era un símbolo nacional de fortaleza cuando la invasión de la URSS de 1940 lo catapultó a la fama internacional. Ha sido también secreto del éxito de los atletas finlandeses, herramienta de la CIA y símbolo de resistencia. Hoy es un fenómeno de la psicología positiva.

Soldados finlandeses con una ametralladora en la nieve durante la guerra de invierno contra la URSS.
Soldados finlandeses con una ametralladora en la nieve durante la guerra de invierno contra la URSS. Wikipedia

El 30 de noviembre de 1939, la Unión Soviética invadió Finlandia a través de su frontera terrestre y bombardeó su capital, Helsinki. Con la entrada del año nuevo, los escandinavos demostraban una resistencia que sorprendía al mundo, que consideraba la invasión injustificada. James Aldridge les dedicaba estas palabras en la revista Time:

"Los finlandeses tienen algo que llaman sisu. Es una combinación de bravuconería y valentía, de ferocidad y tenacidad [...] Los finlandeses traducen sisu como "el espíritu finlandés", pero es una palabra mucho más visceral que esa. [...] La semana pasada, los finlandeses dieron al mundo un buen ejemplo de sisu al llevar la guerra al territorio ruso en un frente, mientras que en otro resistieron los ataques despiadados del ejército rojo".

Apenas una semana después, el corresponsal de The New York Times Hudson Strode titulaba su crónica desde el frente: "Sisu, una palabra que explica Finlandia".

El sisu, símbolo nacional, elevaba su estatus y daba el salto a la fama internacional a gran escala.

La traducción literal de "sisu" se asemeja a "entraña". En el siglo XVI, el escritor Daniel Juslenius la definió como "la parte del cuerpo humano en la que se originan las emociones fuertes". En estonio, se quedó con ese significado propio de la anatomía, pero en finlandés fue conceptualizado para describir una característica propia del comportamiento. Casi siempre positiva, bajo dominio luterano también adquirió connotaciones negativas en relación a la falta de docilidad y cabezonería. Hoy, lo definen como la fuerza interna que surge para superar obstáculos inimaginables.

Emilia Elisabet Lahti, psicóloga que estudia el sisu desde 2012, lo diferencia de otros conceptos que sí tienen traducción literal al inglés y el español. La resiliencia, por ejemplo, simboliza la capacidad de resurgir una y otra vez, después de repetidas caídas; pero el sisu es la antesala, la fuerza interior que permite ese renacer. Y si la perseverancia es la capacidad de pelear por objetivos a largo plazo, el sisu tiene que ver con su intensidad en el corto plazo. Es, como el origen etimológico indica, algo más visceral. "No se trata de una cualidad racional que se despierta en tu cerebro, sino de una fuerza intestinal que se enciende cuando estás acabado", cuenta a Público.

Durante los 105 días que duró la guerra de invierno, Finlandia, un país pequeño, recientemente independizado, escasamente poblado y diplomáticamente aislado, consiguió imponer costes asombrosos a un agresor mucho más potente cuyo ejército les doblaba en número. Se adaptaron mejor al clima y la geografía de la taiga. No solo eso, sino que la instrumentalizaron a su favor, clave que aún hoy se recuerda en los entrenamientos militares de uno de los pocos países europeos con servicio militar obligatorio. Las tropas finlandesas ganaron en movilidad a las rusas, deslizándose por los bosques en esquís y transportando los materiales más pesados con la ayuda de renos en lugar de vehículos motorizados. Se estima que murieron unos 65.000 soldados finlandeses y 300.000 soviéticos. Muchos fallecieron por congelación en un invierno ártico de temperaturas extremadamente bajas.

La guerra terminó con la firma del Tratado de Paz de Moscú en el que Finlandia cedió el 10% de su territorio fronterizo, que representaba el 30% de su PIB. Como reflejan los artículos de los corresponsales estadounidenses, se trató de una "derrota exitosa" con la que el país mejoró su reputación internacional por mantener la soberanía y por la feroz resistencia que opuso al Ejército Rojo. Los malos resultados del ejército de Stalin se citan como precedente para la decisión de Hitler de invadir la URSS, fallidamente, en 1941.

La abuela de Lahti, como otros 422.000 finlandeses procedentes de la zona de Carelia que se anexionó la URSS, perdió su casa y tuvo que trasladarse a otra región donde, más tarde, su marido moriría cuando el menor de sus cinco hijos tenía diez años. En ella, Lahti descubrió "la habilidad de llevar una carga pesada sin ser aplastada por su peso".

Aquella fue también la época de los finlandeses voladores o flying finns. Una serie de atletas, corredores de larga distancia, que rompían récords mundiales y ganaron todos los 10.000 metros lisos de todas las Olimpiadas celebradas antes de la Segunda Guerra Mundial -menos una-. Su secreto, decían, también estaba en el sisu. En 1940, dos de aquellos corredores que habían luchado la guerra en Carelia, Taisto Mäki y Paavo Nurmi, fueron enviados a una gira con la que recaudar fondos para Finlandia en Estados Unidos. La culminaron con una aparición frente a 14.000 personas en el Madison Square Garden de Nueva York. "El éxito en las carreras de larga distancia inspiró a toda una generación de jóvenes que se convirtieron en corredores. Eso en sí mismo influye en el espíritu de un país. Influye en la vida de aquellas personas que exploran sus propios límites y rompen barreras", explica hoy Lahti.

El sisu era ya un fenómeno. "Había la necesidad de escribir un libro sobre todo esto", diría después el estadounidense Austin Goodrich. En 1960, publicó Estudio del sisu. La lucha finlandesa por la independencia. Goodrich había estudiado parte de su carrera en Estocolmo y al graduarse trabajó desde los países de Escandinavia como corresponsal, enviando crónicas sobre la guerra de invierno a periódicos y televisiones. Era, en realidad, un agente de la CIA.

A mediados de los 70, The New York Times y la revista Rolling Stone publicaron una serie de reportajes que revelaban que periodistas de numerosos medios habían trabajado para la Agencia de Inteligencia en distintas capacidades. Entre otras cosas, a la vez que ejercía de periodista, Goodrich había reclutado a miembros de los partidos comunistas de Escandinavia y había plantado radios en los bosques finlandeses para ser usadas en caso rde una nueva invasión soviética. En su obituario, una de sus hijas declaró: "Creo que se enorgullecía del periodismo que hacía, pero ese no era su compromiso a tiempo completo. Realmente creía en la importancia del estilo de vida democrático y el peligro de cualquier sistema que pudiera conducir al control totalitario sobre las personas".

El 10 de febrero de 1976, dos semanas después de su jubilación, Goodrich recibió una llamada en casa que le advertía de que iba a ser expuesto. Al día siguiente, George H. W. Bush, por entonces recién nombrado director de la CIA, emitió una directiva que prohibía las relaciones entre el espionaje y los periodistas, así como el uso de credenciales de prensa como tapaderas. Las revelaciones habían supuesto un escándalo entre los medios, que se quejaron del riesgo que suponía para sus corresponsales y para la imparcialidad periodística la posibilidad de que hubiera profesionales con perfiles falsos.

En relación a su libro sobre sisu, Goodrich reveló lo siguiente: "Corrió la voz de que un funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de Finlandia quería que se escribiera algo más positivo sobre la contribución de Finlandia a la Segunda Guerra Mundial. Los académicos estadounidenses que habían ido allí daban una visión muy izquierdista y describían a Finlandia como un aliado de Alemania. Entonces encontramos un editor que me respaldaría. Y salí, y ese fue un aspecto de mi tapadera".

Igual que lo había hecho antes de la guerra de invierno, el sisu siguió apareciendo en la literatura y el deporte finlandeses, pero su popularidad no resucitó hasta que la idea fue rescatada por Emilia Elisabet Lahti en 2012. Posteriormente alumna del fundador de la psicología positiva Martin Seligman, Lahti pensó que "por aquel entonces el sisu estaba un poco polvoriento. No estaba viviendo esta dimensión vital que está viviendo ahora. Como concepto nacional, es normal que tome vida propia. A veces cae en el olvido, otras se desdeña como algo aburrido, pero siempre ha estado ahí". En 2022, el sisu es protagonista de numerosos libros que lo describen como "el secreto finlandés para un estilo de vida feliz" o "el arte finlandés del coraje" y es citado en numerosas webs de turismo de Finlandia, así como en revistas de bienestar y lifestyle. Ha pasado de "arma de guerra" a fenómeno de la psicología positiva.

Lahti recuperó la noción de sisu por necesidad. "Si miro hacia atrás en mi vida, diría que había algo en el aire desde el principio. Hubo complicaciones desde los primeros instantes, con problemas médicos", recuerda. Pero el punto de inflexión lo marcó una relación abusiva que terminó con la deportación de su expareja de Estados Unidos. "Experimentar la violencia en manos de la persona que quería sacudió mi mundo. Afectó a mi confianza en lo más profundo y me preguntaba cómo el ser humano se enfrenta a la adversidad extrema". Entonces, recordó aquel concepto de su lengua materna. Sisu. "Se convirtió en una especie de hoja de ruta. Poder nombrar una herramienta la convirtió en una idea casi tangible sobre la que me podía apoyar".

Lahti se matriculó en Psicología y ha dedicado la última década al estudio intensivo del sisu. Lo primero fue responder a la pregunta de si realmente existía. ¿Es una historia, un mito? ¿Una característica de la personalidad individual o de la nacional?¿Un estereotipo? A través de un artículo que el International Journal of Wellbeing (Revista Internacional de Bienestar) seleccionó como la mejor investigación de 2019, Lahti concluyó que el sisu es "una capacidad psicológica que tenemos todos los humanos de manera universal. Representa una fuerza vital que es una de las partes centrales e integrales de cualquier humano".

En esta década de investigación, Lahti ha aprendido que el sisu tiene dos caras. "Hay que usar el sisu de una manera en la que la determinación interna permita vulnerabilidad y compasión". De lo contrario, advierte, podemos cometer el error de tener "demasiado sisu" y que la dureza nos lleve a ser demasiado duros con los demás y con nosotros mismos evitando pedir ayuda. "Finlandia también es un ejemplo de esto porque es reconocida en el mundo por sus éxitos en el ámbito de educación y el atletismo, la creatividad... Pero también tiene tasas muy altas de alcoholismo, depresión, violencia machista y suicidios. Es la otra cara de la moneda".

Pero, ¿por qué fueron los finlandeses precisamente los que le pusieron nombre a ese rasgo? Lahti cree que el sisu tiene que ver con el desvalido. Lo que en inglés llaman underdog. "Se activa en aquellos que tienen menos recursos, son más pequeños o son los ganadores improbables". Como Finlandia en la Guerra de Invierno. Pero otros idiomas tienen conceptos parecidos que también surgieron de contextos de superación. Por ejemplo, el chutzpah del hebreo, el ganbaru de la cultura samurai en Japón o incluso la rasmia popular en Aragón y Navarra, investigada en España por la psicóloga Marta Velázquez, por Lola Merino y por Tim Lomas. "Si surge una palabra, siempre es en respuesta a una necesidad", concluye Lahti. "Somos una especie que trata de dar sentido. Tratamos de comprender los eventos en nuestras vidas a través de construcciones y transmitimos conocimiento a través del uso de las historias, y también aprendemos y encontramos significado en nuestras vidas al reflexionar sobre estas historias".

Dicen que las guerras son contextos en los que la naturaleza humana queda al descubierto. La historia del sisu es individual y colectiva; la de todas las personas con batallas internas y la de todos los pueblos que se enfrentan a entornos hostiles, tiranos y agresores externos. David contra Goliat. Las muchas vidas del sisu también hablan de cómo la memoria colectiva de las experiencias traumáticas construye identidades nacionales. Y de cómo esa construcción puede ser tan espontánea por parte de la sociedad civil como interesada por parte de autoridades locales y extranjeras.

En diciembre de 1939, a las pocas semanas de la invasión soviética, el entonces ministro del Interior de Franco, Ramón Serrano Suñer, declaró a la prensa: "España, que ha luchado como ninguna otra nación en defensa de la civilización occidental de bárbaros asiáticos, declara pleno apoyo a los finlandeses en esta hora difícil y heroica". En enero del 40, el periódico Abc comparaba al mariscal finlandés Carl Gustaf Mannerheim con Francisco Franco. Es posible que quien en una latitud y una era sufre en el rol de David, sea apoyado por quien en otra, es Goliat. Los símbolos, como dice Lahti, tienen vida propia.

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