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La incógnita sobre si habrá elecciones planea sobre la política británica

Agencia EFE

¿Habrá finalmente elecciones anticipadas este otoño?, esa es la incógnita que planea desde hace semanas sobre la política británica y amenaza con protagonizar todos los debates hasta que el primer ministro, Gordon Brown, se decida a convocarlas o descartarlas.

Los rumores sobre un adelanto electoral estarán presentes, sin duda, en el congreso anual que el Partido Conservador celebra desde este domingo en Blackpool (noroeste inglés), mientras el "premier", según "The Guardian", decide este fin de semana con sus aliados más estrechos si convoca o no los comicios para octubre o noviembre.

Esta "fiebre electoral" se ha visto alimentada por la ambigüedad del líder laborista, quien, pese a las insistencias de los periodistas, ni ha confirmado ni ha desmentido esa posibilidad.

La sustitución de un primer ministro británico por el nuevo líder de su partido no requiere de la convocatoria de comicios -que Brown podría convocar en cualquier momento hasta el 2010-, pero los observadores creen que el "premier" puede querer capitalizar la ventaja que le otorgan las encuestas.

Los laboristas han pasado de estar nueve puntos por debajo de los conservadores en los sondeos de intención de voto en abril de 2007, poco antes de la marcha de un desgastado Tony Blair, a disfrutar de una ventaja de hasta once puntos tras la llegada de Brown.

Además de la ventaja en las encuestas, otras razones a favor de la convocatoria electoral son, según el profesor de Ciencia Política Patrick Dunleavy, el deseo de impedir el desgaste natural que sufre el partido del Gobierno y el hecho de que los partidos de la oposición no pasen precisamente por su mejor momento.

Y no ir ahora a las urnas después de todos los rumores que han circulado, como apuntó Dunleavy en una reunión con la prensa extranjera, "podría interpretarse como debilidad" por parte de Brown, quien puede tener el ejemplo del ex primer ministro laborista James Callaghan en mente.

Tras llegar al poder en 1976 en sustitución de un dimitido Harold Wilson, Callaghan no se animó a acudir a las urnas en el otoño de 1978 y acabó sufriendo una oleada de huelgas y derrotado la primavera de 1979 por Margaret Thatcher.

Pero también hay razones en contra de un adelanto electoral. La primera, estadística: desde 1974 todas las elecciones generales británicas se han celebrado en primavera.

Otro factor que pesa en contra de la convocatoria inmediata de elecciones es la permanencia de tropas británicas en Irak y Afganistán con el incesante goteo de bajas.

Y como remate, según recordó Dunleavy, Gordon Brown no es precisamente un político que se haya destacado nunca por su arrojo.

Si el primer ministro decide finalmente lanzarse a la piscina, surge una segunda incógnita: ¿cuál es la fecha idónea?.

Según la legislación británica, debe haber un plazo de diecisiete días laborables entre el anuncio de convocatoria de elecciones y la fecha en que la población acude a las urnas.

El 25 de octubre tiene a su favor que su inmediatez descolocaría al Partido Conservador y que es la última fecha posible antes de que cambien la hora a finales de mes, pero obligaría a Brown a convocar antes de oír el discurso del líder conservador, David Cameron, en Blackpool.

El 1 de noviembre permitiría a Brown anunciar en el Parlamento la entrega del control de la provincia iraquí de Basora a los iraquíes, pero esa fecha tiene en contra que las tardes son más cortas tras el cambio de hora y eso puede desanimar a los votantes.

Cualquier fecha posterior daría más tiempo para organizar los comicios, pero el clima se convierte en determinante.

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