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Utopía 2008

Los colectivos antisistema resisten la tentación de asumir el capitalismo

DIEGO BARCALA

El sistema capitalista no les gusta. Es injusto, no es igualitario, los ricos cada vez más brillantes y los pobres cada vez más desfavorecidos. A diferencia de la clase política española, los revolucionarios de 2008 se resisten a asumir las reglas del juego como si fueran de procedencia divina. Los militantes de Attac, Ecologistas en Acción, Justicia i Pau y SETEM permanecen en la lucha 40 años después de la revuelta parisina que trató sin éxito de cambiar el orden establecido.

Es la revolución tranquila. La de la página web y las performance en las plazas de las ciudades los domingos. Lejos queda el Mayo del 68, sus adoquines y la alianza entre estudiantes y sindicalistas. Muchos de ellos ni siquiera tienen claro qué se vivió en las calles de París. Pero su espíritu contestatario no ha caducado. 'Hace tiempo que tenemos claro que con la violencia no se consigue nada. Nuestro objetivo es la divulgación de unas ideas y ser un lobby fuerte de presión sobre los políticos', teoriza Ricardo García Zaldívar, coordinador del movimiento Attac.

Son los activistas más veteranos y sesudos, pero también de los más activos. Attac (Asociación por la Tasación de las Transacciones y por la Ayuda a los Ciudadanos) nació en 1998 en Francia a raíz de un artículo del entonces director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet. En el texto exigía la implantación de la tasa Tobin para gravar la transacciones comerciales internacionales. Más sencillo: 'Impedir que las transnacionales sigan enriqueciéndose sólo con el movimiento de dinero', define uno de los militantes de Attac.

Los revolucionarios de 2008 apuntan alto. BBVA, Santander, Repsol... El mismo objetivo desde diferentes puntos de mira une a activistas alejados en principio. Es el caso de Attac y SETEM, una ONG de apariencia tranquila, con socios de todo tipo de ideología que lucha por el comercio justo desde su fundación precisamente en 1968. Miembros de SETEM se plantaron en la última junta de accionistas de
BBVA para exigir que este banco dejara de financiar las empresas de armas. Una exhaustiva investigación demostró la participación de los bancos españoles en empresas de fabricación de armamento. BBVA reaccionó y se comprometió a retirar la financiación a los fabricantes de armas.

'Aspiramos a cambiar el mundo paso a paso desde aquí, con las cosas de todos los días', comenta Marta Isabel González, de SETEM. La ONG prepara el envío de voluntarios al tercer mundo en verano. Marcos Alonso es uno de los encargados de formarles: 'En Nicaragua lo que tienen que hacer es no estorbar, donde realmente hacen falta es aquí todos los días', analiza. Alonso y sus compañeros de SETEM comprueban la falta de compromiso cada otoño. Cientos de jóvenes acuden a misiones en países pobres un mes y el resto del año miran hacia otro lado.

El activismo rupturista en España se topa a diario con una sociedad acomodada. Algunos colectivos culpan de la parálisis social a los mensajes publicitarios que bombardean nuestros cerebros en cualquier lugar. Cerca de 30 personas afines a varias organizaciones crearon en 2002 el colectivo Consume hasta morir. Su quimera: cambiar el modelo de consumo y producción.

Consumismo

'Algo falla. Estamos agotando los recursos energéticos, tenemos ansiedad. ¿Revolucionario? Cualquier economista pondría el grito en el cielo por poner en duda el PIB', esgrime Isidro Jiménez, miembro de Ecologistas en Acción. Su queja afecta a todo un modo de vida. Según Jiménez, la costumbres impuestas por las multinacionales a través de la publicidad envenena a la sociedad. 'Con todo este consumo nadie puede decir ser feliz. La sociedad no es sana', concluye.

Gobiernos, multinacionales, sociedad de consumo y un elemento en común con los movimientos hippies de los años sesenta, la paz. Pasan del LSD y el flower power les suena más a las Spice girls, pero el frente común contra la guerra convence a los irreductibles de la sociedad española en 2008. Cada grupo consultado, desde su ideología, coincide en señala a las manifestaciones contra la guerra de Irak como la última gran movilización que nació de la propia gente.

El centro Delàs de Justicia i Pau exige un tratado que elimine las bombas de racimo. Es su próxima utopía. Ya llegaron a la que se habían marcado antes. Las minas antipersonas ya no están en los arsenales. Es una demostración de que la búsqueda de la utopía sirve.

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