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La clonación humana será posible "pronto"

Shoukhrat Mitalipov, el científico que ha clonado embriones de mono, colaborará con un banco británico de óvulos para aplicar su técnica a la obtención de células madre humanas.

JAVIER YANES

Su nombre aún no suena familiar, y ni siquiera en la comunidad científica disfruta del oropel que arropa a las grandes firmas. Es un emigrante ruso, como delata su acento, en la antigua potencia rival. En 12 años se ha construido un hueco en el parnaso de la ciencia desde el Oregon National Primate Research Center (EEUU) y una credibilidad reforzada por su más reciente éxito.

Pero no ha sido un regalo. El pasado jueves publicaba en Nature la clonación de embriones de mono, una noticia que él mismo había revelado en junio durante una reunión científica en Australia y que el diario británico The Independent difundió en semifallo el pasado 11 de noviembre, antes de su presentación oficial. En una maniobra inspirada por ciertos precedentes, la revista encargó a otro laboratorio la comprobación del hallazgo mediante un genotipado comparativo de las líneas celulares clónicas y su donante, un macaco llamado Semos en honor al primate deificado de El planeta de los simios. No había error. Shoukhrat Mitalipov había logrado extraer de la roca la espada de la que muchos tiraban: la clonación terapéutica de primates, antesala de la clonación humana.

Dura competencia

Por los azares de la ciencia, a veces demasiado casuales, finalmente su estudio ha visto la luz la misma semana en que otra noticia científica abría periódicos e informativos, algo que ocurre raras veces. Dos equipos de investigadores de Kioto (Japón) y de Wisconsin (EEUU), respectivamente, habían conquistado una meta largamente acariciada en una carrera paralela a la de Mitalipov, la reprogramación de células adultas para rejuvenecerlas a su estado pluripotente.

«En un año curaremos la diabetes a los macacos usando sus células madre» La irrupción en escena de las células pluripotentes inducidas (iPS, por sus siglas en inglés) humanas, no por esperada menos celebrada, llegó a eclipsar la presentación formal de los embriones clónicos de macaco y de las dos líneas celulares que Mitalipov ha derivado de ellos. “Estamos en proceso de obtener más líneas”, aclara el investigador a Público en conferencia telefónica.

Pero es evidente que la polvareda levantada por el éxito de las iPS responde a algo más que el interés científico. De las dos líneas competidoras, la reprogramación de células somáticas y la clonación terapéutica, diversos grupos han hecho bandera ideológica esquivando el hecho de que los científicos no se atrincheran. Ian Wilmut, triunfador de la clonación con su oveja Dolly, ha manifestado su intención de abandonar la vía embrionaria en favor de la somática.

Mitalipov no sigue el mismo camino, pero aplaude el éxito de sus competidores. “Es una muy buena alternativa, pero ambas tienen ventajas y desventajas. Los embriones son complicados técnicamente. Las células somáticas tienen la ventaja de no necesitar óvulos, pero usan vectores virales y la seguridad es difícil, debería comprobarse para cada paciente en particular, y no sería más barato”.

El científico subraya así una realidad incómoda: la vía somática aún está en ciernes. Ha ganado una meta volante, pero la llegada a las puertas de la clínica aún está lejos. “Quizá ambos enfoques deban combinarse, y ambos deben financiarse”, reflexiona. Pero no es sencillo. Hace seis años, la administración federal del Gobierno de George Bush cerró el grifo de la financiación pública a nuevos proyectos en la vía embrionaria. “Pero no tenemos prohibido el trabajo con embriones, y hay dinero. El Estado de California sostiene estos proyectos, y hay muchos fondos privados”, puntualiza.

Sólo puede quedar uno

Pero la fraternidad se romperá el día del éxito final. Como otros científicos del ramo, Mitalipov se pronuncia al estilo de aquella película de Los inmortales: sólo puede quedar uno. “Una vez que haya una vía preparada para ensayos clínicos, la otra se abandonará, porque ya no tendrá sentido”, sentencia. Aún no se arriesga a apostar por un caballo ganador. “El óvulo reprograma muy bien el núcleo somático, pero el problema es que no sabemos cómo funciona la reprogramación. Ya conocemos el genoma humano, pero el siguiente paso es saber por qué unos genes continúan expresándose a lo largo del desarrollo y otros se inactivan. Es lo que denominamos la epigenética, y va a ser el próximo gran reto”.

«En dos años habrá monos clónicos. Para humanos aún hay que ajustar la técnica»

De cualquier manera, al científico no le preocupa en exceso el debate social. “La sociedad lo aceptará cuando probemos la utilidad de nuestro método en terapia”, confía. ¿Y no será que la ciencia corre más deprisa que la sociedad? “Hay mucha gente enferma, así que mi sensación es que no corremos lo suficientemente deprisa”, afirma.

En esta carrera, Mitalipov divisa nuevos hitos. “En cuanto a las células embrionarias de mono, lo primero que vamos a hacer es diferenciarlas in vitro a células pancreáticas para tratar la diabetes. Estamos en fase de obtener financiación y de aliarnos con algún laboratorio experto en diabetes. Esperamos tener resultados en un año. Por otro lado, seguimos intentando mejorar la eficiencia para conseguir que los embriones clónicos produzcan embarazos viables. Necesitamos afinar las técnicas de cultivo de embriones y transferencia. En dos años tendremos macacos clónicos”, asegura.

Alianza de técnica y material

Pero el proyecto más rompedor continúa siendo el objetivo último: la clonación terapéutica humana. El biólogo anuncia a este diario que ha llegado a un acuerdo de colaboración con el grupo de Alison Murdoch y Mary Herbert, de la Universidad de Newcastle (Reino Unido), para abordar este paso final. El equipo inglés dispone del material adecuado: los óvulos humanos, gracias a un programa que costea a las parejas una cuota del costoso tratamiento de fertilidad a cambio de la donación de óvulos a la ciencia.

Por su parte, Mitalipov domina las riendas de la máquina maravillosa: Oosight, un sistema de imagen de microscopía que evita el uso de tinciones agresivas para la transferencia nuclear y en la que el científico cifra su éxito, “además de otras mejoras menores”, matiza. Muchos otros lo intentan, pero Mitalipov está más cerca que los demás. “Serán necesarios algunos ajustes de la técnica usada con los macacos, y la eficiencia aún es crítica. Pero sí, funcionará”. ¿Cuándo? Una pausa cruza la línea telefónica. El veredicto se demora algunos segundos: “Pronto”.

 

La clonación terapéutica y la reproductiva aplican la misma técnica a distintos fines. La primera busca obtener células madre embrionarias genómicamente idénticas a un paciente, mientras que la segunda pretende copiar individuos. La primera es legal en España y otros países, y cuenta con el apoyo de Naciones Unidas, mientras que la segunda suscita un rechazo generalizado.

Por la fascinación que ejerce el concepto y por tratarse de un asunto caliente con el que la ficción ha coqueteado –como en Los niños del Brasil, donde Josef Mengele trataba de fabricar clones de Hitler–, la clonación reproductiva ha dado ocasión de notoriedad a algunas organizaciones y personajes exóticos, como la secta raeliana o los médicos Severino Antinori y Panos Zavos, que esgrimieron proclamas no demostradas de embarazos con embriones clónicos.

El campo más serio, el de la clonación terapéutica, ha sufrido también sus fiascos, sobre todo el del coreano Hwang Woo-Suk, que en 2004 y 2005 falseó la obtención de embriones clónicos humanos y células madre.

Hasta el momento, varios grupos –como Lanza, Cibelli y West en EEUU en 2001, o Murdoch en Reino Unido en 2005– han obtenido embriones clónicos humanos, pero ninguno de los embriones vivió lo suficiente para derivar células madre en cultivo.

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