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El Ártico está desequilibrado

Investigadores de siete países constatan, durante un año, que el cambio climático ha provocado una importante alteración en el ecosistema

MARÍA GARCÍA DE LA FUENTE

Cada especie tiene una función dentro del ecosistema y le proporciona servicios claves, aunque no sea consciente de ello. El hecho de que una planta florezca con antelación o que un zorro amplíe su territorio de caza tiene múltiples repercusiones y puede alterar el equilibrio de todo el ecosistema. En el caso del Ártico, el origen de estos cambios biológicos está en el cambio climático. Investigadores de EEUU, Dinamarca, Reino Unido, Suecia, Noruega, Canadá y Finlandia han analizado durante un año las consecuencias ecológicas del calentamiento en la zona, y lo primero que han constatado es, precisamente, su calentamiento. En los últimos 150 años, la temperatura media del planeta se ha incrementado en 0,4ºC, pero en el Ártico, se ha duplicado e incluso triplicado, en algunas zonas, esta cifra. 'Los ecosistemas del Ártico y las relaciones tróficas que los mantienen han sido severamente alteradas', afirman en un estudio que publican hoy en Science.

'El Ártico tal y como lo conocemos, podría ser algo del pasado', indica el investigador Eric Post, de la Universidad Penn State (EEUU). En este mismo sentido se pronunció la semana pasada el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon: 'El Ártico podría quedarse sin hielo para 2030'. Ban constató en su visita al Ártico los efectos del calentamiento y urgió a los países a firmar un acuerdo en Copenhague en diciembre. 'Pagaremos un precio muy alto si no actuamos', concluyó.

'Pagaremos un precio muy alto si no actuamos', ha dicho Ban Ki-Moon

Una de las primeras consecuencias observadas por los investigadores es que la floración de las plantas y la aparición de los invertebrados asociados a éstas se ha adelantado 20 días en algunas áreas durante la década pasada.

Entre los efectos en la fauna destaca la aparición temprana de las lluvias primaverales en el Ártico canadiense, que ha provocado el deshielo y la desaparición de las madrigueras de las crías de foca ocelada (Pusa hispida), dejando a los recién nacidos expuestos a la intemperie helada, e incrementando su vulnerabilidad a la hipotermia y a los depredadores.

Asimismo, las especies cuya vida, reproducción, camuflaje y alimento dependen de los hielos son las que más han visto limitada su distribución, como la gaviota marfil (Pagophila ebúrnea), morsa del Pacífico (Odobenus rosmarus divergens), foca de casco (Cystophora cristata), narval (Monodon monoceros) y el oso polar (Ursus maritimus).

Por el contrario, el calentamiento del Ártico puede beneficiar a especies oportunistas que ven cómo se incrementan sus posibilidades de hábitat y alimentación. Así, los científicos han constatado que el aumento del deshielo conlleva una reducción en la mortalidad, un incremento en la fertilidad y, como consecuencia, un aumento de poblaciones de renos de Svalbard (Rangifer tarandus platyrhynchus). En ocasiones, el beneficio es a costa de otros, como en el caso de los zorros rojos (Vulpes vulpes), que se están expandiendo hacia el norte, al retirarse los hielos, robando el territorio a sus primos los zorros árticos (Alopex lagopus). Otra consecuencia de la llegada de fauna es el efecto de los renos y los gansos, al pisotear y compactar la capa de musgo, que hace aumentar la temperatura, lo que, junto a sus excrementos, incentiva la productividad y expansión de las gramíneas.

El calentamiento puede beneficiar a oportunistas como el zorro rojo

De esta forma, el paisaje blanco está dejando paso al verde. El aumento de temperaturas ha provocado un incremento de la expansión de árboles y arbustos en el sur del Ártico, y como consecuencia de sus habitantes, como por ejemplo dos especies de polillas que han proliferado en los bosques de abedules del norte de Escandinavia. La expansión forestal conlleva también una mayor acumulación de nieve, un incremento de la temperatura de la tierra y un aumento de la actividad microbiana y de la tasa de mineralización de nutrientes, con lo que brotan más arbustos.

Sin embargo, el adelanto en la floración como respuesta al cambio climático ha provocado un desequilibrio para la fauna. Así, los caribúes (Rangifer tarandus) no han modificado sus hábitos migratorios y se está produciendo un desfase entre la disponibilidad de los mejores alimentos, los brotes tiernos, con la llegada tardía de los caribúes. 'El pico de la demanda de recursos por parte de las hembras reproductoras se ha retrasado significativamente respecto al pico de disponibilidad de recursos, lo que contribuye, aparentemente, a reducir la supervivencia en los partos de las caribúes', explican los investigadores.

Carlos M. Duarte. Profesor de Investigación del CSIC 

 El artículo que Post y colaboradores publican hoy en la revista Science destaca las evidencias de impactos ecológicos que el cambio climático está causando en el Ártico. La progresión del calentamiento en la zona, con una rápida pérdida de hielo, es ya tan clamorosa que el Secretario General de la ONU regresó de su visita al Ártico la semana pasada alertando de que, de seguir por este camino, nos encaminamos hacia el abismo.

Sin embargo, las consecuencias de estos cambios sobre los ecosistemas eran aún sujeto de especulación. Las evidencias que Post y colaboradores resumen sirven para demostrar que los cambios en el clima del Ártico están ya teniendo impactos palpables sobre vegetación, aves y mamíferos, que se enfrentan a un futuro muy incierto dependiente no ya de su capacidad para sobreponerse frente a la selección natural que les ha traído hasta nuestros días, sino de su capacidad para resistir un cambio impuesto por los humanos, que destaca por su intensidad.

Las evidencias que presentan se refieren a la región sub-ártica, situada al sur de la región de hielos perpetuos. Reducida la cubierta permanente de hielo hasta casi una tercera parte de su extensión, es ésta precisamente la región que está experimentando un impacto más brutal. Sabemos, por la abundante megafauna que albergaba, que puede de ser un ecosistema altamente productivo, mantenido por algas del hielo que crecen formando filamentos de hasta 15 metros de longitud (Melosira arctica), pero nuestro desconocimiento sobre el ecosistema de los hielos permanentes es prácticamente absoluto. Hace medio siglo Max J. Dunbar (1914-1995) reclamó la urgencia de una expedición que investigase la estructura y funcionamiento de este ecosistema único. Posiblemente se haya perdido, quizás en un par de décadas, sin que lo hayamos llegado a conocer.

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