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Negar la verdad también mata

LUCAS SÁNCHEZ

Christine Maggiore tenía 36 años cuando, en un chequeo rutinario, fue diagnosticada con el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH). Dueña de una multimillonaria empresa de importación y exportación de ropa, decidió dejar sus negocios a un lado e intentar ayudar a otrosseropositivos como ella, ingresando en un asociación de activistas anti VIH, AIDS Project Los Angeles.

La vida de Maggiore cambió cuando, dos años después, conoció a Peter Duesberg, un virólogo de la Universidad de Berkeley, en California, que llevaba años dándole la espalda a la comunidad científica y negando que el VIH causara el sida. Tras años sin desarrollar la enfermedad, y después de realizarse diversos tests con resultados contradictorios, Maggiore lo tuvo claro: decidió montar una asociación llamada Alive & Well, que incluía a personas diagnosticadas con VIH que no desarrollaban la enfermedad. La asociación consideraba a Christine, y a otros individuos con características similares, las pruebas en carne y hueso de queel VIH no era el agente causante del sida.

Lo que Christine no sabía es que la inmensa mayoría de las personas que servían de ejemplo de las teorías negacionistas podrían corresponderse con lo que hoy conocemos como 'long term non progressors' o 'controladores a largo plazo', individuos que no necesitan en primera instancia los fármacos antirretrovirales para controlar la infección.

La comunidad científica lleva años estudiando a estos individuos, ya que en su organismo guardan las respuestas a una futura terapia frente al sida. Tras años de investigación, sabemos que esos pacientes tienen diferencias genéticas que les permiten evitar la entrada del virus en su célula diana, los linfocitos CD4. Estas células son cruciales, ya que su destrucción por parte del virus es la responsable de la inmunodeficiencia severa que caracteriza la enfermedad.

El negacionismo de Mbeki provocó 365.000 muertes en Suráfrica

La forma de evitar esa entrada varía de unos individuos a otros. Algunos son capaces de desarrollar anticuerpos especiales llamados neutralizantes, y otros tienen mutaciones en una proteína que utiliza el virus para entrar en la célula, el receptor CCR5.

Christine Maggiore murió por neumonía, herpes y candidiasis, enfermedades que suelen causar la muerte en pacientes de sida. Seguir la doctrina de Duesberg no sólo le causó la muerte a ella, sino también a su hija Eliza Jane, quien tampoco recibió tratamiento. Testigos de su negacionismo son su libro What if everything you thought you knew about AIDS was wrong? (¿Qué pasaría si todo lo que cree saber sobre el sida estuviera equivocado?) y el documental The Other Side of AIDS, dirigido por su marido, Robin Scovill, que se siguen recomendando en ciertos foros, donde se considera aMaggiore una 'inspiración'.

El caso de Christine Maggiore y Alive&Well no es la única muestra de un negacionismo cuya última consecuencia es la muerte. Michael Bellefountaine, Ronnie Burk o David Pasquarelli, negacionistas y miembros de otra asociación llamada ACT UP/San Francisco, también murieron a causa del sida. Y, a una escala aún mayor, Thabo Mbeki, presidente de Suráfrica de 1999 a 2008, también siguió las teorías del reducido grupo de científicos disidentes y, como resultado, su país ha sufrido una de las mayores crisis en África por el VIH. Según un estudio de la Universidad de Harvard, durante su mandato, 365.000 surafricanos 35.000 niños murieron por la falta de tratamiento.

La noticia del descubrimiento del Clínic no sólo nos ayuda a entender cómo los controladores a largo plazo controlan la infección, sino que sigue arrojando evidencias científicas que acallan el negacionismo responsable de la muerte de miles de personas en el mundo.

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