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Clegg consigue que su partido certifique el pacto

El ex líder liberaldemócrata Charles Kennedy encabeza la minoría de los críticos con la coalición con los 'tories'

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

Los liberaldemócratas han decidido poner fin a cualquier especulación sobre el grado de apoyo que existe en el partido al Gobierno de coalición con los conservadores británicos, sellado la semana pasada. Una conferencia especial celebrada en Birmingham certificó ayer la decisión de Nick Clegg de ligar su destino político al de David Cameron. Se hizo a través de una votación a mano alzada y sólo una decena de los 2.000 delegados se atrevió a oponerse.

Algunas cosas sí han cambiado en los liberales. El encuentro se celebró a puerta cerrada, no fuera que los periodistas pudieran exprimir algunas de las declaraciones críticas. Los congresos liberales son conocidos por la pluralidad de las voces y por incluir intervenciones muy alejadas de la línea oficial del partido. Ya en el poder, la democracia interna no desaparece, pero tiene que adaptarse a las circunstancias.

'Sé que el riesgo es alto dijo después Clegg para mí personalmente y para el partido. Pero entré en política para cambiar las cosas y eso comporta riesgos. El cambio real nunca es fácil'. Clegg se desayunó ayer con un susto que demuestra que las resistencias internas al matrimonio con los tories existen, aunque no sean de momento un obstáculo serio.

Charles Kennedy, líder del partido entre 1999 y 2006, publicó un artículo en el dominical The Observer para explicar por qué se abstuvo en la votación que aprobó el acuerdo. Kennedy, en una línea más de centro izquierda que la de Clegg, es de los que hubiera preferido un pacto con los laboristas. Si eso era imposible, su opción era permitir que Cameron gobernara en minoría, una alternativa que Clegg nunca llegó a considerar en serio.

'Todos sentíamos un horror instintivo a la idea de colaborar con el enemigo'

Hay diferencias personales detrás de esta disputa. Varios de los dirigentes que acompañan a Clegg en la dirección del partido son los que presionaron a Kennedy para forzar su renuncia tras las elecciones de 2005. La campaña se intensificó cuando trascendieron los problemas de Kennedy con la bebida y su reconocimiento de que había pedido ayuda profesional para superarlos. El hecho de que, según su propia confesión, llevara dos meses sobrio en ese momento no les conmovió demasiado.

Otros antiguos dirigentes del partido comparten las reticencias de Kennedy. Por otro lado, admiten que Cameron hizo concesiones tan amplias en las negociaciones que era una oferta que los liberales no podían rechazar. Sin embargo, el ánimo del partido se puede torcer si la situación económica empeora. Otro ex líder liberal, David Steel, fue testigo de la indignación de algunos militantes de base: 'Todos sentíamos un horror instintivo a la idea de colaborar con el enemigo'.

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