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La mano no tan invisible de Krugman

El Nobel de Economía influye notablemente sobre Obama

 

FERNADO SAIZ

Paul Krugman es uno de los economistas más influyentes del mundo. Su defensa a ultranza del keynesianismo y su hostilidad hacia las políticas económicas de la derecha le ha granjeado la antipatía radical de los intelectuales liberales y conservadores, y le han convertido en estandarte ideológico de la izquierda económica moderada. Krugman, que recibió el Premio Nobel en 2008, no forma parte del equipo de asesores de Obama, pero desde sus columnas del New York Times ejerce una gran influencia en la opinión pública estadounidense y en última instancia en la política económica del Gobierno.

Krugman desconfía de la mano invisible del mercado (la imagen más recurrente para describir el pensamiento económico liberal), pero la mano de sus ideas puede advertirse claramente tras los últimos anuncios del presidente de Estados Unidos. El premio Nobel ha defendido siempre que el primer gran paquete de estímulo (cerca de 800.000 millones de dólares, unos 630.000 millones de euros) fue insuficiente, dada la gravedad del socavón de la economía estadounidense, y ahora respalda los nuevos intentos de Obama y de su equipo económico para activar la recuperación económica. Como decía en un artículo reciente, 'es mejor intentar algo que es posible que no funcione antes que poner excusas para no hacer nada mientras los trabajadores sufren las consecuencias'.

'Es mejor intentar algo aunque puede que no funcione', defiende Krugman

Por estas y otras opiniones, que sintonizan a grandes rasgos con las líneas de la política económica de Obama, en algunos círculos de Estados Unidos se considera que Krugman está jugando con Obama el mismo papel que John Maynard Keynes, el gran defensor del gasto público, desempeñó con el presidente Roosevelt tras la Gran Depresión en los años 30. En una carta que le envió en 1933, el célebre economista inglés instó a Roosevelt a 'gastar, gastar y gastar' (así retituló la misiva el diario británico The Guardian) para salir de la crisis, dejando para mejor ocasión las reformas económicas que estaba diseñando.

Krugman no es, obviamente, la única influencia keynesiana de Obama. Christina Romer, hasta el pasado día 3 una de sus principales asesoras, es una fervorosa partidaria del gasto público, y como El Cid parece haber ganado una batalla después de muerta: tras el anuncio de su marcha, que ella atribuye a razones familiares, el presidente desveló sus planes para gastar más en infraestructuras, tal y como ella había defendido en los últimos meses.

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