Público
Público

Alejandría, tras la memoria perdida

La segunda ciudad de Egipto mantiene difuminadas en sus calles los recuerdos de un tiempo en que fue la capital cosmopolita del Mediterráneo oriental.

ÁNGEL M. BERMEJO

En algún momento puede parecer que Alejandría se ha olvidado de todos los papeles que ha jugado en la historia. Aparte del nombre, no conserva ningún recuerdo de su glorioso fundador. También es prácticamente inútil buscar las huellas de la divina Cleopatra. Y hay que hacer un gran esfuerzo para aceptar que el fuerte Qaitbey ocupa el lugar del famoso faro -una de las Siete Maravillas de la Antigüedad- que iluminó el puerto y la mente de varias generaciones.

Hace pocos años se inauguró por fin la Nueva Biblioteca, que quiere recordar a ese antiguo centro de sabiduría que era mucho más que un almacén de rollos y papiros. Hasta el momento cuenta con un hermoso edificio pero con pocos fondos. La historia tantas veces vivida de un deseo no satisfecho.

Quedan en cambio algunos rastros de esa otra ciudad cosmopolita y soñadora de hace un siglo, huellas escasas perdidas en la homogeneidad árabe de la actualidad. La coexistencia de tantas lenguas, razas y religiones durante unas décadas creó una ciudad literaria y legendaria que ahora los escasos visitantes extranjeros se afanan en descubrir.

El Cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell, siempre fue una fantasía novelada, pero ayudó a crear un mito que se asienta sobre patas más firmes, como la obra de Cavafis y de Forster. Los poemas del primero y la guía del segundo han dado forma a una Alejandría muy cara a los viajeros que gustan de ver lo que no existe. Aunque uno puede perfectamente interesarse por lo que no existe.


Al caminar por sus calles a la búsqueda de esos recuerdos literarios el viajero deja pasar los días en los cafés, viajando en tranvía, comiendo pescado a la orilla del Mediterráneo, soñando con un mundo pasado que pervive en las páginas de los libros.

Dada la ausencia de grandes monumentos que se conviertan en visita inexcusable, Alejandría es una ciudad perfecta para callejear. De las plazas principales (midan Orabi y midam Sa'ad Zaghloul) salen casi todos los caminos. Es curioso, pero Alejandría, el libro de E. M. Forster, -su última versión del autor es de 1961- sigue siendo la mejor guía para esta exploración callejera, y afortunadamente hay una nueva edición en español.

Una y otra vez habrá que pasar por sharia Salah Salem, prototipo máximo de calle comercial de otra época, donde todavía hay anticuarios, joyerías y comercios ya perdidos en otras ciudades, además de la sede del Banco Nacional en un edificio que en realidad es una copia del palacio Farnesio de Roma. Por allí cerca se encuentran las huellas de la época cosmopolita de Alejandría, con la sinagoga, las catedrales copta, ortodoxa, católica y anglicana, además de la mezquita Attarine. Al azar de los paseos se llegará a las famosas pastelerías alejandrinas (Trianon, Athineos, Délices), muchas de las cuales han perdido encanto en aras de la modernización y el aire acondicionado. Pero siguen siendo uno de los recuerdos más claros de la ciudad de otro tiempo. En algunos de ellos un viajero voluntarioso podrá sentir la presencia de Cavafis, que frecuentaba algunos de estos cafés-pastelerías.

Pero Alejandría no es una ciudad anclada en el pasado. Es el mayor puerto del país y realmente es su capital durante los meses de verano, cuando sus playas se llenan con decenas de miles de egipcios y el Gobierno se traslada huyendo del calor de El Cairo. Sí, al final se puede pensar que el proyecto de la nueva Biblioteca es la muestra de que se puede avanzar en el mundo con los pies bien firmes en la historia.



Egypt Air


Windsor PalaceMetropolUnion


Fish MarketEliteBrazilian Coffe StoresDélicesTrianon Athineos

¿Te ha resultado interesante esta noticia?

Más noticias