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Brown afronta el congreso de la despedida en un clima de resignado pesimismo

EFE

El primer ministro británico, Gordon Brown, afronta desde mañana el que puede ser su último congreso como jefe del Gobierno y líder de los laboristas, en un ambiente de claro pesimismo entre los afiliados por la perspectiva, confirmada por las encuestas, de perder las próximas elecciones.

En vísperas del inicio de la reunión anual de delegados, que se celebra hasta el 1 de octubre en la localidad costera de Brighton, no se perciben debates internos ni conspiraciones para derrocar al líder, que ya ha advertido en numerosas ocasiones que no tiene intención de dejar el poder antes de pasar por las urnas.

"Aunque no lo admitan públicamente, muchos diputados han tirado ya la toalla" en cuanto a ganar los comicios previstos para junio del 2010, declara a Efe el experto en política de la London School of Economics (LSE) Tony Travis.

Para Travis, el congreso de este año se presenta relativamente tranquilo y marcado por "un resignado pesimismo", sin que vayan a afectar demasiado los intentos de última hora de algunos miembros, como el ex ministro Charles Clarke, de avivar la polémica para forzar la dimisión de Brown.

Conocido "blairista", Clarke aconsejó hace unos días al primer ministro que dimitiera "por dignidad" y para evitar una catástrofe electoral -le sugirió incluso que adujera problemas de salud-, a lo que el jefe del Gobierno respondió, una vez más, que estaba en buena forma y tenía "trabajo que hacer".

Aunque fuera cierta la profecía de Clarke de que si Brown es el candidato laborista en las elecciones el partido se arriesga a más de una década en la oposición, según Travis "poco se puede hacer a estas alturas".

Tras varios intentos en los últimos meses de dar un golpe interno y sustituirle -idealmente, según algunas fuentes, por los ministros Alan Johnson o David Miliband-, ahora no parece haber ningún voluntario dispuesto a ofrecerse para tan desagradecida tarea.

"Sea quien sea el candidato laborista, todo apunta a que el partido va a perder las próximas legislativas", afirma Travis.

"Las encuestas les dan un apoyo del 20 al 25 por ciento -prosigue-, muy bajo para uno de los mayores partidos del país, y además, parece que el electorado británico, como suele hacer de vez en cuando -lo hizo en 1997 con los conservadores- ya ha decidido que quiere un cambio".

Con su militancia bajo mínimos -según datos de la Comisión Electoral, ha caído un 39 por ciento, hasta 166.247 afiliados, desde antes de la guerra en Irak- y pocas donaciones, la formación depende del apoyo económico y moral de los sindicatos, quienes, frustrados por la falta de políticas de izquierda, ya han anunciado varias manifestaciones para la jornada inaugural del congreso.

Muchos de los problemas de Brown son heredados, como la polémica guerra de Afganistán y la impopularidad del partido (que ganó en el 2005 con una participación de sólo el 36 por ciento), pero él no ha sido capaz de cambiar el rumbo.

En parte, apunta Travis, esto se debe a que "no tiene dotes de comunicador", al contrario que Blair y, en buena medida, el líder de los conservadores, David Cameron (a quien se da ya por futuro primer ministro), y aunque trabaja duro y ha cosechado algún éxito, "no ha sabido capitalizarlo".

Incluso su gestión, reconocida internacionalmente, de la crisis crediticia, queda empañada por el hecho de que "todo el mundo sabe que él era ministro de Economía cuando se construyó el sistema financiero que acaba de derrumbarse", señala el académico.

Tal vez en el congreso del 2010, si los laboristas han perdido las elecciones, haya "un baño de sangre" -aventura-, pero este año, en Brighton, se espera un ambiente muy diferente: "no les quedará otra que apretar los dientes y aguantarse".

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