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Un cementerio de chanclas rotas

JESÚS MIGUEL MARCOS

Un comentario tópico de los primeros años del FIB, cuando la gente todavía se entendía en español, era éste: 'El próximo año no vuelvo'. Mentira y gorda: siempre se volvía. Es uno de los festivales más exigentes: cuatro días, un calor asfixiante, las distancias son largas, la dieta se descuida, las horas de sueño se acortan. Un jaleo.

El mismo fiber son dos personas en una: la que llega el jueves y la que se va de Benicàssim el lunes. Y los ingleses, ¿también se van pensando en no volver? Sarah, de 20 años y de Londres, no confía siquiera en llegar al lunes: 'Este calor me está matando', resopla.

Los ingleses han desalojado al público español, pero el mejor concierto del jueves lo dieron los vascos We Are Standard. Eran las cuatro de la madrugada, tocaban una incendiaria versión del Waiting for my man de la Velvet Underground y la masa botaba al unísono del bombo. Por una vez, los ingleses optaban por quedarse bailando al ritmo del dance-rock de una formación nacional, que además procede de la cantera del festival, ya que ganó hace unos años su concurso de maquetas.

Tras el sólido concierto de We Are Standard, frente al escenario principal quedaron los restos de la batalla. Un auténtico océano de vasos de plástico, papeles y... ¡chanclas rotas! En un radio de 10 metros, había una docena (y alguna zapatilla suelta también). Ya ven, hasta las zapaterías de Beni, como llaman los británicos a la localidad, hacen negocio. Lo deja claro una vecina jubilada, en la cola del súper donde las cajeras te dicen el precio en inglés: 'Yo no me quejo del festival. En la vida hay que acostumbrarse a los cambios. A mí me da alegría verlos, tan jóvenes... Que disfruten del calor, de la playa, de la música y del amor, claro'.

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