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El G-20 se toma las reformas con tranquilidad

Los expertos ven muchas asignaturas pendientes tras la cumbre de Pittsburgh

VIRGINIA ZAFRA

'Esta cumbre dará lugar a una nueva etapa en la economía mundial'. Así definió José Luis Rodríguez Zapatero el acuerdo alcanzado por el G-20 en Pittsburgh.

El resto de presidentes utilizaron definiciones similares: éxito histórico, nueva era, punto de inflexión... Fueron palabras altisonantes para calificar un encuentro trascendental en el que, sin embargo, tuvieron que reconocer que no van a poder cumplir todas las expectativas que se fijaron en Londres, ni en el tiempo ni, probablemente, en el contenido.

Lo primero que tuvieron que asumir es que la nueva regulación de los bancos (principalmente las mayores exigencias de capital) no podrán implantarse hasta, al menos, 2012.

El analista principal del Real Instituto Elcano, Paul Isbell, cree que esto no significa pasar la pelota al futuro, sino que hace falta mucho tiempo para implantar cambios de tanto calado. Además, recalca que aumentar ahora los mínimos de capital de los bancos 'sería peligroso' porque obligaría a muchos de ellos a dejar de dar créditos al no disponer de fondos suficientes para todo.

La nueva política de bonus de los banqueros genera discrepancias

Frente a ello, Emilio Navarro, profesor de Finanzas de Esade, cree que 'aunque el G-20 está intentando hacerlo lo mejor posible, cada país sigue por su lado en muchos aspectos'. Eso provoca que el plan funcione, pero no se avance tanto como se esperaba.

El catedrático del departamento de Economía de la Universidad Carlos III, Antonio Cabrales Goitia, se pronuncia de forma similar al asegurar que elevar las exigencias de recursos propios de las entidades financieras puede ser una de las medidas que más impacto tenga para los ciudadanos, aunque añade: 'Me cuesta creer que las decisiones del G-20 sirvan para algo si dependen de la posterior aplicación de cada país'.

Tampoco han logrado los líderes mundiales la aprobación unánime de los expertos a su decisión de poner nuevas condiciones a las retribuciones de los banqueros. El director de Análisis Económico de IE Business School, Rafael Pampillón, refleja las contradicciones que genera este asunto.

Si bien lo considera 'una señal de restablecimiento de la confianza', también cree que puede ser 'una cortina de humo para quitar responsabilidad a los supervisores en la crisis'. Mucho más crítico es Cabrales Goitia, quien defiende que son normas de 'pura publicidad'.

El éxito de las medidas dependerá de cómo las aplique cada país

Queda claro, por tanto, que existen muchas dudas sobre la utilidad de los acuerdos alcanzados en la cumbre.

Pero, sobre todo, queda mucha incertidumbre sobre las medidas que no se han tomado y sobre los asuntos que prácticamente ni se han tratado. Para Pampillón, una reforma de verdad como la que proclama el G-20 necesita cambios en el comercio internacional (eliminar proteccionismos), en la política monetaria europea (que el BCE no se fije sólo en la evolución de la inflación), y en el modelo energético y de crecimiento.

Isbell considera, además, sorprendente que no se haya tomado ninguna decisión sobre las agencias de rating. Cualquier paquete de reformas que no aborde este asunto quedaría 'incompleta' porque es 'un fallo del sistema nervioso del núcleo del control de riesgos'.

Para el G-20, sus acuerdos permitirán un crecimiento fuerte, sostenido y compensado en el siglo XXI. Este reto, cuando menos, tardará más de lo previsto. Que finalmente se consiga depende de que cada país esté dispuesto ahora a aplicar lo aprobado.

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