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Juan Negrín recupera su carné

El PSOE rehabilita al último presidente del Gobierno de la Segunda República

JUANMA ROMERO

Carmen agarra con fuerza el carné rojo, de plástico, con unas pequeñas letras blancas sobreimpresas en su esquina inferior izquierda: Juan Negrín López. Él era su abuelo. El último presidente del Gobierno de la Segunda República española. El defensor del Ejecutivo leal humillado por el franquismo. El socialista de letra y corazón condenado al olvido por sus propios compañeros del PSOE hace 63 años. El hombre derrotado dos veces.

Pero la historia vuelve. Y el PSOE necesitaba regresar a su pasado, su memoria, y reconciliarse con ella. Para restituir el honor y reacoger en el partido a los 36 militantes que expulsó aquel 23 de abril de 1946. Entre ellos, Juan Negrín. Debía devolverles su carné rojo, socialista, a título póstumo. Ese carné que ayer agarraba con tanta fuerza Carmen Negrín, y que le entregaron la secretaria de Organización, Leire Pajín, y Alfonso Guerra, presidente de la Fundación Pablo Iglesias.



'Este homenaje a mi abuelo es el resultado de muchos años de lucha, de conocer, de explicar. Hasta ahora, había pesado sobre él un velo, una leyenda negra'. La voz de Carmen lloraba. Reflejaba el dolor del destierro, pero también la fortaleza de los héroes, de aquellos que no ceden. Porque eso hizo su abuelo, no ceder al avance de las tropas rebeldes, lo que le valió las críticas de los suyos por haber prolongado el terror de la Guerra Civil.

'Su prioridad fue España, la República, los españoles, defenderlos y salvarlos del fascismo', destacó. Negrín, cuando llegó a la jefatura del Gobierno en mayo de 1937, conocía el percal. Sabía que la 'guerra estaba perdida' por la traición de las democracias europeas, pero creyó que había que 'luchar lo más posible', hasta llegar a la Guerra Mundial. La sentía cerca, y así fue.

Después llegó el exilio, la desesperanza. Luego, la guerrilla interna en el PSOE. Ganó el grupo de Indalecio Prieto y Rodolfo Llopis, más posibilista y partidario de trabar acuerdos con los monárquicos. Perdieron Negrín y otros 35 militantes, los convencidos de que no cabían componendas (Max Aub, Ramón Lamoneda...). Como dijo su nieta, se optó por el camino fácil, usar a Negrín de 'chivo expiatorio'.


'Yo soñé con este momento', confesó ayer Guerra. Son 63 años los que el PSOE ha tardado en 'rectificar'. 'El partido se equivocó y hoy tiene la grandeza de reconocerlo', añadió. Así, llega a su 'estación final'. Lo hace ahora, recalcó el ex vicepresidente del Gobierno, por 'el escasísimo conocimiento que los españoles tienen de la República y la Guerra Civil'. Y también de Negrín, 'un estadista' que legó al PSOE sus valores 'de libertad, solidaridad, democracia, fraternidad y esperanza'.

Pajín cerró el círculo. Reivindicó los 'principios del PSOE' que alumbran una trayectoria de 130 años. 'No tememos mirar al pasado. Nos sentimos orgullosos, no como otros partidos que se refundan y viajan al centro hasta no se sabe dónde'. De ahí saltó a la memoria histórica. Pajín la defendió, pese a los retrasos del Gobierno. 'Apoyaremos a quienes quieren rescatar la verdad', prometió. 'Queremos recuperar nuestra historia: es la de todos y tenemos derecho a hacerlo'. No cabe 'rencor'. Ya no. Porque la historia llama para saldar deudas. Ayer al menos murió una, la de Negrín y sus compañeros.

 

“¿Pero ése no era el esbirro de Stalin?”. Eso le preguntó un dirigente del PP a Alfonso Guerra en 2006. No le extrañó, porque sobre Juan Negrín (Las Palmas, 1892-París, 1956) ha corrido mucha “leyenda negra”, en palabras de su nieta Carmen. Prestigioso médico y catedrático –dio clases al Nobel Severo Ochoa–, políglota, ingresó en el PSOE en 1929 y en 1931 ya era diputado. Al estallar la guerra, Largo Caballero le hizo ministro de Hacienda. En 1937, Azaña le nombró presidente del Gobierno.

Le achacaron cercanía a la URSS, el haberse llevado el oro a Moscú, el haber alargado la contienda. Ya en la posguerra, junto con sus compañeros, defendió la continuidad de las instituciones y la legalidad republicanas, sin pragmatismos. Eso le valió la expulsión del PSOE. 

 

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