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Los laboristas no logran salir de la depresión

Mandelson intenta animar al partido para el 'contraataque'

IÑIGO SÁENZ DE UGARTE

Por un momento parecía un congreso de verdad. Los delegados laboristas aplaudían con ganas, no por obligación. El ministro Peter Mandelson, en tiempos uno de los políticos menos queridos en el partido, apeló al discurso visceral y dramático que se espera en estas convocatorias. No todo está perdido, anunció en relación a las próximas elecciones. 'Necesitamos ser capaces de montar un contraataque', dijo entre una marea de aplausos.

Fue una pequeña inyección de pasión en mitad de un congreso adormecido por las penosas expectativas de los laboristas. Los discursos se suceden ante un auditorio que ni siquiera está lleno siempre, mientras los dirigentes compiten sin mucho éxito por encontrar una razón que justifique volver a votar al partido que lleva 12 años en el poder.

El trono de Gordon Brown parece estar seguro de momento. Los pesos pesados laboristas que podrían disputarle el puesto están más interesados en el después de las elecciones. Prefieren que sea Brown el que termine el trabajo. Pero se arriesgan a recibir una herencia poco atractiva: una derrota tal que los dejaría una década en la oposición.

Antes que Mandelson, otro ministro estuvo más a tono con el ánimo del congreso. El ministro de Hacienda, Alistair Darling, habló con la misma pasión que hubiera utilizado ante un congreso de agentes de seguros. Con tono monocorde, anunció que próximamente presentarán la ley para acabar con la cultura del riesgo imprudente de los bancos, 'que pone los beneficios a corto plazo por encima del éxito a largo plazo'.

En la cumbre de Pittsburgh, los británicos se aliaron con EEUU para limitar las medidas contra los bonus exagerados que cobran los directivos de los bancos. Pero en el congreso tocaba alardear de mano dura. Para desgracia de sus líderes, los votantes laboristas ya saben que el Gobierno se ha pasado medio año amenazando con controles más estrictos a los bancos y echándose atrás cuando la City londinense mostraba su malestar.

Curiosamente, Darling fue el que dijo hace unos días que todos en el partido, desde el primer ministro, Gordon Brown, hasta el último dirigente han perdido las ganas de luchar por la victoria. Si las tiene, no las demostró en el discurso.

El único que estuvo a la altura hoy fue Mandelson, tanto al hacer ostentación de su deseo de ganar como al castigar a los conservadores. Se burló de la 'superficialidad de David Cameron', el líder tory, y a George Osborne (el futurible ministro de Hacienda conservador) le llamó 'Boy George', como el polémico cantante.

Al final, la ayuda de los aliados es bien recibida. José Luis Rodríguez Zapatero estuvo hoy en el congreso para apoyar a Brown. Zapatero cumplió con el anfitrión: 'Todos los líderes europeos hemos visto que quien ha cambiado el rumbo [en la salida de la crisis] ha sido Gordon Brown'.

'Somos la fuerza del cambio social progresista', dijo Mandelson orgulloso. Pero en un acto paralelo al congreso, el número dos de los liberales demócratas, Vince Cable, contó ayer una anécdota sobre el lado oscuro de la era de Blair y Brown. En una manifestación reciente en la que se reunieron 50 personas de mediana edad por una reivindicación relacionada con el transporte en su distrito, apareció un agente de policía. Les ordenó que debían poner fin a la protesta en base a las leyes contra el terrorismo. Cable destacó algo de lo que no se habla en este congreso laborista. 'Hemos sufrido una pérdida terrible en todo lo relacionado con las libertades públicas', dijo. El reforzamiento de los poderes de la Policía ha ido mucho más lejos de lo habitual en el Reino Unido, incluidas todas las épocas de Gobierno conservador. Lo que no obtuvo el IRA en 30 años, forzar la restricción permanente de los derechos de los ciudadanos, lo consiguió un solo atentado terrorista, el del 7-J.

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