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Le Clézio, un Nobel influido por el drama de los indígenas latinoamericanos

EFE

El premio Nobel de Literatura 2008, el francés Jean-Marie Gustave Le Clézio, destacó hoy la influencia de América Latina en su obra y, en especial, de lo que supuso la desaparición de las culturas indígenas, hecho que calificó como "uno de los grandes dramas de la historia de la humanidad".

Le Clézio, en una rueda de prensa como parte de los actos previos a la entrega del Nobel, el próximo día 10, afirmó rotundo: "América Latina ha contado mucho en mi vida, desde que descubrí a los 25 años las grandes crónicas españolas sobre la conquista de México".

"Los españoles llegan a México en el siglo XVI, están ante una sociedad perfecta que funciona de forma absolutamente ejemplar, que tiene una filosofía, una literatura, una moral muy, muy fuerte y esa sociedad es abolida en el espacio de menos de cien años. Desaparece con un tercio de la población".

Un hecho histórico que el escritor calificó de "encuentro fallido" y un descubrimiento que le llevó a darse cuenta de que "una parte de la historia del mundo había sido destruida".

Y que le hizo pensar en "todo lo que ha faltado en la historia del mundo, en la historia literaria, filosófica. América Latina no es el reclamo de la latinidad, es la parte incompleta de la historia mundial".

Un problema histórico que preocupa a este escritor, de 68 años, nacido en Francia pero que se considera "mauriciano" y que a lo largo de sus más de cuarenta años de carrera ha denunciado un sinfín de problemas sociales aunque, reconoció, hasta ahora con poca repercusión.

Por eso, expresó su confianza en que esta situación va a cambiar con el Nobel, premio que comparó con un micrófono, "por el que hablamos y nos escuchan".

Y se mostró optimista por la oportunidad que espera tener de "ser escuchado ahora en ese contexto de la interculturalidad", uno de los rasgos destacados por el jurado del Nobel.

Un jurado que ha calificado a Le Clézio de "escritor de la ruptura, de la aventura poética y de la sensualidad extasiada, investigador de una humanidad fuera y debajo de la civilización reinante".

Definición con la que se mostró de acuerdo el autor de "El atestado" (1964), "Desierto" (1980), "Cuarentena" (1995) o "El africano" (2004) y considerado por sus compatriotas como el más grande escritor francés vivo.

Su intención, asegura, es favorecer la interculturalidad, "el hecho de que las culturas se comuniquen entre sí, de que no haya una cultura dominante".

Y al mismo tiempo impulsar la cohesión literaria porque Le Clézio considera que cualquier habitante del planeta puede entender lo que escriba alguien totalmente opuesto.

"No hay que ser indio para entender a -Rabindranath- Tagore, no hay que haber nacido en Argelia para leer a -Albert- Camus. Eso es lo que me gusta de la literatura, que va más allá", agregó.

Todo ello a pesar de que reconocer no tener un objetivo definido a la hora de escribir.

"No escribo con propósitos, con el objetivo de demostrar algo o de atacar algo, simplemente necesito contar algo, soy más un contador de historias, es cuestión de momentos. Escribo para ser capaz de llevar una historia hasta el final y espero que alguien la lea".

Algo difícil de entender teniendo en cuenta las continuas denuncias sociales de sus libros, sus profundas reflexiones filosóficas y su defensa a ultranza de los más desfavorecidos.

Obras que además han ido adaptándose a la evolución del mundo, que han pasado de mostrar una colorista África, como la visión de un Le Clézio que llegó a Nigeria con 8 años desde la Europa de la postguerra, a reflejar "el desmoronamiento" actual, con países más pobres que antes, como es el caso de los africanos o de los latinoamericanos.

Un mundo lleno de contradicciones que recoge en su última obra, "Ritournelle de la faim" (2008), en la que el miedo al hambre y a las guerras vuelve a ser una figura repetida. "Pertenecer a un país -Mauricio- que nunca ha luchado con nadie te da otra visión del mundo", reconoce.

Le Clézio, modesto y accesible, aseguró no esperarse "para nada" el Nobel y se mostró amable con la prensa, pero reconoció que aguanta esta exposición pública "porque son sólo una docena de días en mi vida".

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