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Marina Ginestà cree que la exposición de Berlín es "una revancha del tiempo"

EFE

Marina Ginestà, icono vivo de la Guerra Civil española que, fusil al hombro, quedó inmortalizada en una foto en una azotea de Barcelona en 1936, es el rostro de la muestra fotográfica que se inaugura hoy en Berlín y que ella considera "una especie de revancha del tiempo".

El tiempo ha convertido la imagen de Ginestà a los 17 años, capturada por el fotógrafo alemán Juan Guzmán, en una de las fotografías que se alojan con brillo propio en la retina de la historia.

Ahora, Guzmán, llamado en realidad Hans Gutmann, quien fue testigo de las operaciones de las tropas de Franco en el noreste de España del lado de los brigadistas internacionales, es objeto de una retrospectiva de esa época de su vida en el Círculo de Amigos de la Willy Brandt Haus, gracias, en gran parte, al archivo histórico de la Agencia Efe.

A sus 90 años, Ginestà recuerda en París con asombrosa lucidez su etapa como traductora, mecanógrafa y periodista durante la Guerra Civil, afiliada a las juventudes comunistas, y explica a Efe que servir de imagen a la muestra es para ella "una especie de revancha del tiempo".

La revancha "general y no personal" de haber conseguido que el régimen de Franco "se hundiese con mucho sacrificio", relata con cercanía una mujer humilde que asegura que la foto, tomada en la azotea del hotel Colón, podía ser cualquier otra persona y cuyo compromiso ahora se vuelca contra las atrocidades que ocurren en África.

Para Ginestà, "es una buena foto que refleja el sentimiento que teníamos en aquel momento. Había llegado el socialismo, los clientes del hotel se habían marchado. Había euforia. Nos aposentamos en el Colón, comíamos bien, como si la vida burguesa nos perteneciera y hubiéramos cambiado de categoría rápidamente".

La que hasta entonces había sido una chiquilla anónima que se había colado en blanco y negro en la memoria histórica, reapareció hace un año gracias al trabajo de un documentalista de Efe, Julio García Bilbao, quien logró localizarla en París a los 89 años.

Ella no supo de la foto, -que sirvió de portada para el libro "Trece rosas rojas" de Carlos Fonseca (Temas de Hoy), y fue divulgada por Efe, junto a otras decenas de fotografías, en el libro "Imágenes inéditas de la Guerra Civil" (2002) con introducción de Stanley G. Payne-, hasta hace tres años.

"Dicen que en la foto del Colón tengo una mirada arrebatadora. Es posible, porque convivíamos con la mística de la revolución del proletariado y las imágenes de Hollywood, de Greta Garbo y Gary Cooper", decía hace un año esta mujer que recuerda con cierta nostalgia la ingenuidad de aquella azarosa juventud que le ofreció la vida.

"Es el recuerdo más terrible que guardo de la guerra. Por primera vez tuve una idea de la muerte. Vi a una mujer muerta con su hijo en brazos... Todavía hoy me viene a la mente ese recuerdo", confesaba.

Pero los momentos más duros llegaron cuando tuvo que abandonar el país en busca del exilio francés, su patria de nacimiento, éxodo durante el que perdió al que entonces era su novio, poco antes de reencontrarse con sus padres.

Después, la llegada de los nazis le obligaría a partir hacia América, trayecto en el que conoció a su primer marido.

Supo entonces que la guerra estaba perdida.

"Creía que si resistíamos ganábamos. Teníamos la sensación de que la razón estaba con nosotros y que acabaríamos ganando la guerra, nunca pensamos que acabaríamos nuestras vidas en el extranjero", rememoraba.

La decepción de la derrota, el recuerdo "de los compañeros que se quedaban atrás, muchos de ellos fusilados", se mezclaba entonces con el sueño de que las democracias europeas vencieran al fascismo en la recién iniciada Guerra Mundial.

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